I. Introducción
A lo largo de la historia, la relación entre México y Estados Unidos ha estado marcada por intervenciones directas y una subordinación económica evidente, en gran parte explicada por teorías como el realismo ofensivo de John Mearsheimer y la teoría de la dependencia. Sin embargo, en la actualidad, nuestro país se encuentra en una posición única para redefinir su rol en el escenario internacional. Con un gobierno popular, una deuda externa mínima, y ante el declive de la hegemonía de Estados Unidos, México tiene la oportunidad de replantear su futuro. Este ensayo abordará cómo la combinación de estas circunstancias, junto con un nacionalismo mexicano fortalecido, puede ser clave para que el país logre romper con su pasado de dependencia y emerja como un actor soberano y autónomo en el sistema internacional.
II.El realismo ofensivo y el control de potencias
John Mearsheimer, en su obra The Tragedy of Great Power Politics (2001), explica que las grandes potencias están atrapadas en una competencia constante por maximizar su poder para garantizar su seguridad y estabilidad. Estados Unidos ha ejercido esta lógica en su relación con México desde el siglo XIX. Su intervencionismo militar y político, lo que incluye la Guerra México-Estados Unidos (1846-1848) y la imposición de políticas económicas durante el siglo XX, refleja su deseo de controlar su zona de influencia inmediata y evitar que otras potencias globales, como Europa o China, obtengan una posición ventajosa en la región.
Mearsheimer sostiene que en un sistema internacional anárquico, las potencias buscan evitar la emergencia de competidores que amenacen su hegemonía. Este principio ha guiado la política de Estados Unidos en América Latina durante siglos. Al controlar a México, Estados Unidos asegura su hegemonía regional. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y, más recientemente, el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), han sido herramientas para consolidar esta dependencia, en la que México actúa como un proveedor de productos manufacturados de bajo costo y recursos naturales para la economía estaduunidense, perpetuando así su rol subordinado en el sistema internacional.
III. La teoría de la dependencia: un modelo de subordinación económica
La teoría de la dependencia, desarrollada por Raúl Prebisch y Fernando Henrique Cardoso, sostiene que el subdesarrollo de los países periféricos, como México, no es un accidente, sino una consecuencia de su integración desigual en el sistema capitalista internacional. Este sistema económico global, dominado por las potencias industriales, mantiene a países como México en una posición de subordinación económica, donde exportan materias primas y productos manufacturados de bajo valor agregado, mientras importan bienes tecnológicos y de mayor valor desde las economías centrales.
El TLCAN, firmado en 1994, es un claro ejemplo de cómo la relación de dependencia ha sido estructurada. Aunque el acuerdo ayudó a México a integrarse en la economía global y aumentó sus exportaciones, también acentuó las asimetrías económicas entre los tres países. Las industrias mexicanas, especialmente en el sector agrícola, no pudieron competir con los productos subsidiados de Estados Unidos, lo que resultó en la desaparición de muchas pequeñas explotaciones agrícolas en México. Al mismo tiempo, las empresas estadunidenses se beneficiaron de la mano de obra barata en México, consolidando un modelo de desarrollo dependiente de la inversión extranjera y el acceso a los mercados de Estados Unidos.
El modelo maquilador, que domina gran parte del norte de México, es otro ejemplo de cómo esta integración económica ha generado un crecimiento económico desigual. Mientras que algunas regiones y sectores se han beneficiado de la inversión extranjera, gran parte del país sigue atrapado en la pobreza y la desigualdad. Según la teoría de la dependencia, este tipo de integración estructural impide que México desarrolle un modelo de desarrollo autónomo, ya que sigue siendo dependiente de las decisiones económicas y políticas de las potencias industriales.
IV. México en el contexto actual: un gobierno popular, baja deuda y la menguante hegemonía de Estados Unidos
En el contexto actual, México tiene una oportunidad única para cambiar el curso de su historia. El gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), con un fuerte apoyo popular, ha promovido una serie de reformas destinadas a reducir la dependencia económica externa y fortalecer el mercado interno. A diferencia de gobiernos anteriores que implementaron políticas neoliberales que profundizaron la subordinación económica, el gobierno de AMLO ha enfatizado la soberanía nacional y el desarrollo autónomo.
Un aspecto clave de esta oportunidad es que México tiene una deuda externa mínima, lo que le otorga una mayor independencia en sus decisiones económicas. Esto contrasta con muchos otros países de la región, que están fuertemente endeudados con instituciones financieras internacionales, lo que limita su capacidad de acción soberana. Además, la hegemonía de Estados Unidos está en declive. Diversos factores, como la creciente influencia de China, la crisis interna en Estados Unidos y su enfoque en problemas internos, han debilitado su capacidad para mantener un control hegemónico en la región.
Este escenario le ofrece a México una ventana de oportunidad para renegociar su rol en la relación bilateral con Estados Unidos y diversificar sus relaciones económicas con otras potencias, como China, India y la Unión Europea. Sin embargo, para aprovechar al máximo esta oportunidad, México necesita desarrollar un nacionalismo fuerte que permita proteger sus intereses económicos y políticos y proyectar una visión de desarrollo soberano.
V. La necesidad de fortalecer un nacionalismo mexicano
En el contexto del realismo ofensivo y la teoría de la dependencia, un nacionalismo fuerte se vuelve una herramienta clave para resistir la presión de las grandes potencias y evitar caer en relaciones de dependencia estructural. La historia ha demostrado que los países que logran afirmarse como actores independientes en el sistema internacional lo hacen a través de un fuerte sentido de unidad nacional y una política exterior que defiende sus intereses soberanos.
Para México, el nacionalismo debe ser entendido no solo como un discurso retórico, sino como un conjunto de políticas que prioricen el bienestar y la soberanía del país sobre los intereses extranjeros. Esto implica:
-Desarrollo económico autónomo: un aspecto fundamental de este nacionalismo es la necesidad de fortalecer el mercado interno y desarrollar industrias de alto valor agregado que reduzcan la dependencia de las exportaciones de bajo valor. La inversión en educación, ciencia y tecnología es clave para crear una economía competitiva que pueda enfrentar los desafíos globales sin depender exclusivamente de la inversión extranjera.
-Protección de los recursos naturales: México posee una riqueza natural significativa, desde petróleo hasta minerales y biodiversidad. Un gobierno nacionalista debe garantizar que estos recursos se utilicen en beneficio del pueblo mexicano y no se entreguen a intereses extranjeros bajo condiciones desfavorables. En este sentido, la nacionalización de los recursos y el control soberano de las industrias clave son pasos cruciales para proteger la soberanía económica.
-Política exterior independiente: un nacionalismo fuerte también implica una política exterior soberana que no esté alineada automáticamente con los intereses de las grandes potencias, en particular de Estados Unidos. México debe fortalecer su posición multilateral, colaborando con otros países en vías de desarrollo para promover un sistema internacional más justo y equitativo. Al mismo tiempo, puede buscar nuevas alianzas estratégicas con potencias emergentes como China, India y la Unión Europea, diversificando sus relaciones económicas y políticas para evitar una dependencia exclusiva de Estados Unidos.
-Fortalecimiento del orgullo nacional y la identidad cultural: finalmente, un nacionalismo fuerte debe basarse en el fortalecimiento de la y el orgullo nacional. Esto implica no solo la protección del patrimonio cultural, sino también la promoción de políticas que fortalezcan el tejido social del país y promuevan la igualdad y la justicia social. Un nacionalismo inclusivo, que no excluya a sectores marginados de la población, es esencial para construir un país cohesionado y resiliente ante las presiones externas.
VI. Desafíos y oportunidades: México frente a la Historia
A pesar de las oportunidades que tiene México en este momento, también enfrenta desafíos significativos. El país sigue siendo vulnerable a los vaivenes de la economía global, especialmente en sectores como el comercio y la inversión extranjera. Además, las presiones externas, tanto de Estados Unidos como de otras potencias, seguirán siendo un factor en la política exterior mexicana. Sin embargo, un México con un nacionalismo fuerte, una economía más autónoma y una política exterior independiente puede enfrentar estos desafíos con mayor resiliencia.
La implementación de un proyecto nacionalista fuerte no solo es posible, sino necesaria en un momento en que el sistema internacional está en transición. Estados Unidos ya no puede ejercer el control hegemónico que mantuvo durante gran parte del siglo XX, y las nuevas potencias emergentes ofrecen alternativas para diversificar las relaciones de México. Al mismo tiempo, la revolución tecnológica ofrece oportunidades para que México desarrolle capacidades internas que le permitan competir en la economía global de una manera más equilibrada.
VII. Conclusión: un nuevo futuro para México
La combinación del realismo ofensivo y la teoría de la dependencia nos proporciona una comprensión clara de las dinámicas históricas que han mantenido a México en una posición subordinada en el sistema internacional. Sin embargo, el contexto actual ofrece una oportunidad única para que México redefina su futuro. Un gobierno popular, una deuda externa mínima y el declive de la hegemonía estadunidense crean las condiciones necesarias para que México recupere su soberanía y se afirme como un actor independiente en el escenario global.
Para lograrlo, México necesita desarrollar y fortalecer un nacionalismo fuerte que priorice la autonomía económica, la protección de los recursos naturales y una política exterior independiente. Solo así podrá romper con el ciclo de dependencia que ha limitado su desarrollo y enfrentar los desafíos del siglo XXI con una base sólida y soberana. El camino no será fácil, pero México tiene la capacidad y las herramientas para construir un futuro más justo, equitativo y soberano para sus ciudadanos.
Referencias:
José Romero/CIDE
* Doctor José Antonio Romero Tellaeche, director general del CIDE
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