La anunciada protesta a realizarse el pasado 15 de noviembre en las principales ciudades de Cuba por el llamado grupo “Archipiélago”, puso al descubierto uno más de los intentos fallidos, orquestados desde Washington, para desestabilizar al gobierno de la Isla. El montaje de un escenario con disturbios y represión no pasó del ámbito de las redes sociales porque la realidad mostró a un pueblo cubano de pie ante el regreso de 700 mil de sus niños de educación primaria a las aulas y la reapertura de su actividad turística.
Una vez más, y como sucedió en junio pasado, la estrategia de mostrar en Cuba un Estado fallido para justificar una posible intervención armada no tuvo el menor consenso social pues los organizadores que pidieron a los supuestos miles de ciudadanos inconformes colocar sábanas o prendas blancas en los quicios de sus hogares, aplaudir o hacer sonar cacerolas en punto de las tres de la tarde, se llevaron monumental chasco; las calles de La Habana lucieron tranquilas y nunca aparecieron indicios masivos de protesta alguna.
El fracaso de la jornada de desestabilización al gobierno cubano es la prueba de que a Estados Unidos le resulta cada vez más difícil sostener con argumentos válidos el embargo más prolongado en la historia moderna, mantenido por 60 años, y que ha sido condenado 28 veces en el seno de Organización de las Naciones Unidas (ONU) y sancionado en repetidas ocasiones por la violación al derecho internacional.
La ONU ha reafirmado, entre otros principios, la igualdad soberana de los Estados, la no intervención y no injerencia en asuntos internos, la libertad de comercio y navegación internacionales, para solidarizarse con la libre determinación del pueblo cubano.
Pero no sólo es en la comunidad internacional donde se ha puesto en evidencia el inhumano bloqueo económico a la Isla; la misma la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos dictaminó el 23 de marzo de 1964 en Nueva York, el derecho de Cuba a nacionalizar las empresas y bienes de extranjeros tras el triunfo de la Revolución Cubana, en 1959. Y mientras países como Canadá y Gran Bretaña sí aceptaron negociar las compensaciones, el gobierno americano siempre fue renuente a ello.
En la Sexta Cumbre de Jefes de Estado de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), celebrada en México, en septiembre pasado, volvió a manifestarse la vigencia del arcaico modelo estadunidense de dominación, sostenido por gobiernos de derecha que hicieron agua en la pandemia del Covid-19. Casos concretos son los de Brasil, donde el número de muertes por la apatía de su presidente, Jair Bolsonaro, para enfrentar la pandemia ha rebasado el medio millón de decesos. En Colombia, el gobierno de Iván Duque estuvo a punto de venirse abajo por la intención de aplicar una reforma fiscal que pretendía imponer absurdos impuestos a una golpeada población que creció en su pobreza extrema al pasar de 4.6 a 7.4 millones de habitantes que sólo pueden comer una vez al día.
La reforma del gobierno neoliberal de Duque buscaba resarcir la brutal descompensación de los recursos públicos ocasionada por la exención de impuestos a las grandes empresas petroleras, carboneras, trasnacionales y bancos por casi 14 billones de pesos durante el 2020. La descabellada propuesta establecía el cobro de impuestos hasta por enterrar a los muertos.
Y mientras en estos países los estragos del Covid-19 en su población fueron devastadores –en Colombia se alcanzó a mediados de año la cifra récord de 72 mil 700 decesos y un promedio de 490 muertes por día–, en Cuba sus científicos lograron desarrollar una generación de innovadoras vacunas para proteger la salud de su población, siendo exportadas además a países como Irán, Venezuela, Nicaragua y Vietnam. A la fecha en la nación caribeña más de 8 millones de personas, incluidos niños a partir de los 2 años, han sido inmunizados con el esquema completo de tres dosis.
De los logros alcanzados en materia de salud por el pueblo cubano nada hablan los gobiernos de derecha como el del paraguayo, Mario Abdó; o el del uruguayo, Luis Lacalle, para quienes el modelo socialista, al igual que para Washington, atenta contra las libertades democráticas. Este bloque, que tiene como ariete a la Organización de los Estados Americanos (OEA), se abstiene de hablar de las pérdidas por 9 mil 157 millones de dólares que la Isla reportó de abril de 2019 a diciembre del 2020, a consecuencia del bloqueo económico y que en los últimos 5 años ha provocado un déficit de 17 mil millones de dólares en sus ingresos.
Es fácil de entender que el fracaso del modelo socialista en Cuba no existe como lo quieren hacer ver los medios internacionales, pues ningún país del mundo puede salir adelante si se enfrenta a tan terribles restricciones económicas; y, por el contrario, los detractores del régimen cubano deberían preguntarse cómo es que con tal astringencia de recursos, los científicos cubanos han puesto el ejemplo al mundo en la producción de sus propias vacunas para enfrentar la pandemia del Covid.
Es por ello que para los Estados Unidos mantener el control geopolítico en el Continente es una preocupación creciente ante el fracaso del modelo neoliberal y el derrumbe de gobiernos títeres de derecha que han sido sus aliados desde la década de 1970. No hay que olvidar el apoyo que en su momento brindaron los presidentes estadunidenses a las dictaduras militares de Chile, Argentina y otra más en Centro y Sudamérica.
No conviene, ni nunca ha convenido a los intereses de las empresas trasnacionales y los capitales estadunidenses, que gobiernos de izquierda emprendan políticas nacionalistas de defensa a sus riquezas naturales como el agua, el petróleo y, más recientemente, el litio.
La aparente defensa de las libertades democrática no es más que el pretexto esgrimido por el gobierno estadunidense tanto para apoyar y patrocinar golpes de Estado, como para promover invasiones en pequeñas naciones como Granada y Panamá. Triunfos como el del maestro rural y líder del magisterio en Perú, Pedro Castillo Terrones, y el del representante del Movimiento al Socialista (Mas), Luis Arce, en Bolivia, así como el anunció del expresidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, para contender en las elecciones del próximo año, representan una amenaza a la política de despojo y saqueo de las multinacionales, sobre todo de capital estadunidense.
Y en este escenario donde se va acentuando el derrumbe del modelo neoliberal es crucial y urgente para Washington, tratar de derrumbar el valladar ideológico de la izquierda en todo el continente como lo ha sido Cuba. Motivo para expresar nuestra solidaridad con su gobierno y su pueblo, porque la defensa por el respeto y la autonomía de la Isla es la defensa por el derecho a la autodeterminación de todos los pueblos de América Latina y el Caribe.
Martín Esparza*
*Secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas
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