En México aún no se logra romper el “techo de cristal”, como se le conoce a las normas no escritas que dificultan a las mujeres acceder a puestos directivos. Más aún, al interior de los centros laborales, el género femenino enfrenta condiciones de violencia que incluyen, en los peores casos, golpes y heridas con armas. Por ello, urge que no sólo se discuta el tema, sino que se generen acciones irreversibles para terminar con las prácticas indebidas que vulneran a las trabajadoras.

Las cifras que aporta la Encuesta nacional sobre la dinámica de las relaciones en los hogares 2021, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), son contundentes respecto del problema que enfrentamos como sociedad y, por tanto, de la urgencia de atenderlo, pues de los 40 millones de mujeres de 15 años y más que han trabajado a lo largo de su vida, el 27.9 por ciento ha experimentado algún tipo de violencia en el transcurso de su vida laboral.

Entre los datos relevantes que nos muestra dicha encuesta, está el hecho de que un 18.1 por ciento del total experimentó discriminación laboral; 14.4 por ciento vivió situaciones de violencia sexual; 12.2 por ciento sufrió violencia sicológica y 1.9 por ciento padeció violencia física.

Acerca de la prevalencia total de violencia contra las trabajadoras de 15 años y más, el análisis Violencia de género en el ámbito laboral, discriminación y hostigamiento en contra de las mujeres –del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública (CESOP) de la Cámara de Diputados–, observa que fue del 20.8 por ciento entre octubre de 2020 y octubre de 2021. Las estadísticas por tipo de violencia en ese mismo periodo indican que 21.7 por ciento sufrió discriminación; 7.2 por ciento experimentó violencia sexual; 6.2 por ciento vivió violencia sicológica y 0.7 por ciento padeció violencia física.

El documento –elaborado por la investigadora Karen Nallely Tenorio Colón– refiere que a escala nacional, del 6.2 por ciento de mujeres de 15 años y más que experimentó violencia psicológica en su trabajo, 5.5 por ciento sufrió alguna clase de degradación y 1.6 por ciento fue víctima de alguna clase de intimidación o acecho. Y del 0.7 por ciento de mujeres que sufrió violencia física, a 0.2 por ciento la han pateado o golpeado con el puño, a 0.1 por ciento la han atacado o agredido con un cuchillo, navaja o arma de fuego, y a 0.6 por ciento la han pellizcado, jalado el cabello, empujado, jaloneado, abofeteado o aventado algún objeto.

Otros datos sobre los que no sólo tenemos que reflexionar sino, sobre todo, atender son los referentes a la violencia sexual: del 7.2 por ciento de mujeres que la sufrieron, 6.4 por ciento experimentó alguna clase de intimidación sexual, 2 por ciento algún tipo de acoso u hostigamiento sexual, 2.1 por ciento sufrió alguna clase de abuso sexual, mientras que 0.5 por ciento fue víctima de violación o de intento de violación dentro de sus centros laborales.

Acerca de la discriminación laboral –o el llamado “techo de cristal”, 21.7 por ciento de las trabajadoras en todo el país la padecieron. De octubre de 2020 a octubre de 2021, se indica que de este total, 10.8 por ciento mencionó haber tenido menos oportunidad que un hombre para ascender; a 9.8 por ciento le pagaron menos que a un hombre que hace el mismo trabajo o tiene el mismo puesto; a 6.3 por ciento le han impedido o limitado en la realización de determinadas tareas o funciones por estar reservadas para los hombres.

Aunado a ello, se reporta que 5.6 por ciento de las mujeres que laboran ha recibido menos prestaciones que un hombre que tiene el mismo nivel o puesto; a 5.3 por ciento le han dicho que las mujeres no son adecuadas o buenas para el trabajo que se requiere ahí; a 4.1 por ciento la han limitado en su desarrollo profesional para favorecer a algún hombre; a 4 por ciento le pidieron una prueba de embarazo como requisito para trabajar o continuar en su trabajo; a 3.2 por ciento no la contrataron, le bajaron el salario o la despidieron por su edad, estado civil o porque tiene hijos pequeños, y a 0.6 por ciento la despidieron, no le renovaron contrato o le bajaron el salario por embarazarse.

Romper el techo de cristal es una de las grandes deudas que seguimos teniendo. Urge un compromiso serio de parte de los empleadores y las empleadoras para acabar con esta violencia de género que suele ocurrir bajo la complicidad de jefes y compañeros. Todos podemos hacer algo para cambiar esta terrible situación.

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