Tras el primer debate presidencial, la derecha, sus “líderes de opinión” y medios afines están de luto: a su candidata Xóchitl Gálvez no le funcionó la estrategia de golpeteo en contra de Claudia Sheinbaum.
Asimismo, y ante la ausencia de propuestas coherentes, la aspirante de la coalición Fuerza y Corazón por México no resultó ganadora en ninguna de las encuestas realizadas por diversas empresas.
¿Cómo defender lo indefendible? Seguramente, los columnistas y comentaristas de televisión reflexionaron sobre este punto de manera unánime. Con el derrumbe de la exsenadora y exalcaldesa de la Miguel Hidalgo, sus esperanzas de recobrar las viejas y añoradas canonjías se ven cada vez más lejanas.
Desde su nominación como candidata, buscaron encontrar capacidades y virtudes en Gálvez, las cuales nunca ha tenido. Sin embargo, a la luz del irrebatible fárrago, terminaron por aceptar la derrota.
Por más que la aspirante presidencial de la derecha intentó sacar de sus casillas a la candidata por la coalición Sigamos Haciendo Historia, Claudia Sheinbaum Pardo, nunca lo logró.
Usó banales acusaciones que no tuvieron eco; tampoco causaron mella alguna. Por el contrario, se revirtieron en contra de Gálvez, como cuando intentó lucrar con la tragedia del Colegio Rébsamen.
Bastó con recordar que, durante el sexenio de Felipe Calderón, nunca alzó la voz para solidarizarse con las madres, quienes perdieron a sus pequeños en la tragedia de la Guardería ABC, en Hermosillo, Sonora.
Como candidata, Gálvez dice que debe aplicarse la ley sin importar partidos ni afinidades políticas. Sin embargo, nunca pidió justicia para las 49 víctimas mortales, ni para las otras 38 criaturas que tuvieron secuelas de por vida. De igual manera, no exigió un castigo para la socia mayoritaria de la guardería, la cual fue habilitada de manera ilegal en una bodega.
No alzó la voz para juzgar y castigar a Marcia Matilde Altagracia Gómez del Campo Tonella, prima de la entonces primera dama, Margarita Zavala. El exministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Arturo Zaldívar, reveló que Felipe Calderón Hinojosa, en su calidad de presidente de la República, solicitó frenar el dictamen elaborado sobre la tragedia. De esta manera, evitar que ella fuera relacionada en esta mortal irresponsabilidad.
Hoy, Gálvez habla de retornar las estancias infantiles. Sin embargo, tampoco explica el porqué, a la llegada de Vicente Fox a la presidencia, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) cerró sus guarderías.
Esto tuvo el claro propósito de privatizar un derecho de las madres trabajadoras. Al final, derivó en tragedias como la de Hermosillo; entre otros casos más. El cuidado de los menores no se catalogó como parte de la seguridad social, sino como una mercancía y negocio redituable.
Hoy, Gálvez trata de deslindarse del PAN y los partidos que la postulan (PRI, PRD). Intenta aparentar ser una candidata ciudadana. Y, al mismo tiempo, no justifica por qué no alzó la voz para pedir todo el peso de la ley sobre la prima de la exprimera dama.
No puede asumirse como crítica de un pasado neoliberal, al cual perteneció. Aun cuando ocupaba el puesto de Comisionada Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, no cambió en absoluto. Desde entonces, se asumió como cómplice de un proyecto de gobierno, cuya prioridad nunca ha sido velar por los más pobres.
Cuando empezó a visualizarse como aspirante a la presidencia, Gálvez buscó echar mano de sus raíces indígenas y crear una artificiosa imagen como mujer del pueblo. Pero los hechos demostraron que las etnias del país nunca le importaron.
Lejos de emplear los presupuestos oficiales asignados a la Coordinación de los Pueblos Indígenas para ayudar a las comunidades, sobre todo a las más vulnerables, la funcionaria del gobierno de Vicente Fox manejó estos vastos recursos de manera irregular.
En una de sus comparecencias en la Cámara de Diputados, legisladores de oposición cuestionaron sobre la dudosa eficacia de los programas implementados por la dependencia a su cargo. Además de malos e ineficientes, resultaron costosos.
Igualmente, en el debate, Gálvez habló del sector salud en el país. A éste, lo calificó de ineficiente y responsable de que se perdieran más de 200 mil vidas durante la pandemia de la Covid-19.
Sin embargo, se cuidado de no mencionar que, durante el gobierno de Fox, no sólo inició la subrogación de guarderías, sino también una serie de servicios médicos fueron cedidos a particulares, con el propósito de hacer negocios con la salud de los mexicanos.
Esto trajo como consecuencia el paulatino y silencioso desmantelamiento de los equipos en los hospitales y clínicas. A la fecha, nosocomios públicos se encuentran imposibilitados de ofrecer cierto tipo de estudios.
Y, al contrario a las falacias, con las cuales Gálvez intentó atacar a Claudia Sheinbaum, la Covid-19 no exhibió las carencias del actual gobierno en los diversos centros hospitalarios. Al contrario, demostró el abandono que tuvieron por sexenios. Lejos de equiparlos, dejaron a la deriva el mantenimiento de las infraestructuras. Como consecuencia, colapsaron ante los miles de casos presentados en la pandemia.
¿Por qué la abanderada de la derecha no pide que se investigue y enjuicie a Fox y Calderón por la desaparición de 1 billón de pesos que entraron a las arcas públicas, producto de los excedentes petroleros? Con tan abundantes recursos, bien pudieron rehabilitar y equipar a un número considerable de hospitales y centros de salud.
Por eso, la candidata de la Coalición Sigamos Haciendo Historia, Claudia Sheinbaum Pardo, dejó bien claro que, de ganar la presidencia, bajo ningún motivo se permitirá volver a los esquemas de privatización, tanto de la salud como de la educación.
Caso contrario a lo expuesto por la neopanista. Gálvez habría indicado que, en tanto se mejoran estos sectores, el gobierno pagará hospitales privados a los usuarios. Y, en la educación, señaló que el poder ejecutivo también costeará las matrículas de escuelas particulares, en lugar de invertir en la infraestructura pública.
Estas disparatadas ideas, como otras más, tuvieron un efecto negativo en los sondeos de opinión. Todos fueron ganados por la doctora Sheinbaum, quien con los números a su favor, se perfila a ganar en la elección del 2 de junio.
Se convertirá en la primera presidenta de México para fortuna de las mayorías y desgracia de la derecha. Sus grupos fácticos y sus medios lamentan haber postulado a Gálvez como la aspirante a defender sus privilegios.
El luto y la aceptación de la derrota están más que justificados.
Martín Esparza*
*Secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas
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