Investigación

Crimen de lesa humanidad, política de Calderón sobre transgénicos

Publicado por
Nancy Flores

Algún día, Felipe Calderón y Francisco Mayorga deberían ser juzgados por crímenes de lesa humanidad relacionados con la política pública que promovió la siembra de transgénicos en México, señala el científico genetista Alejandro Espinosa. El actual secretario ejecutivo de la Cibiogem acusa que los organismos genéticamente modificados dañan la salud de la población en general hasta causar la muerte y afectan severamente al ambiente. Encargado de la bioseguridad de México desde 2019, el doctor experto en agronomía y genética vegetal explica a Contralínea que la contaminación transgénica no tiene barreras ni de tiempo ni de espacio: el polen se dispersa indiscriminadamente y a la fecha siguen contaminándose regiones muy alejadas a donde se permitió la siembra experimental. Añade que uno de los más graves casos es el del algodón: toda la producción mexicana es transgénica, incluidas las variedades silvestres. Material de curación, cotonetes, tampones, pañales y hasta ropa hecha con ese material está contaminada

FOTO: ALFREDO GUERRERO/ CUARTOSCURO.COM

El gobierno de Felipe Calderón otorgó 195 permisos en fases piloto y experimental para siembra de maíz transgénico, entre 2009 y 2012, a favor de las trasnacionales Monsanto, Pionner y Dow Agrosciences. Además, les concedió 256 autorizaciones para sembrar algodón (199 permisos), soya (30) y trigo (36 permiso) genéticamente modificados.

Ello, aunque desde entonces existía evidencia científica de que esos organismos estarían relacionados con enfermedades terminales como el cáncer y que amenazaban la vida de otras especies (incluidos polinizadores como abejas y mariposas) y afectaban el ambiente. Para el caso del maíz, los permisos se dieron pese a que México es centro de origen y biodiversidad de ese grano, y la alimentación y cultura del país están íntimamente vinculados a éste.

Antes del gobierno calderonista sólo había un antecedente de este tipo de permisos para maíz transgénico: en 2005, la administración de Vicente Fox otorgó siete para siembra piloto del grano. Además, en ese año y en 2006, concedió 49 para algodón; 11 para soya; y uno para alfalfa genéticamente modificados.

FOTO: IVÁN MÉNDEZ/CUARTOSCURO.COM

Crimen de lesa humanidad

Esa política pública de Felipe Calderón que promovió la siembra de transgénicos en México es un crimen de lesa humanidad, acusa el doctor Alejandro Espinosa, secretario ejecutivo de la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados (Cibiogem). Por ello, tanto el expresidente de la República como su secretario de Agricultura –entre el 7 de septiembre de 2009 y el 30 de noviembre de 2012–, Francisco Mayorga Castañeda, deberían ser juzgados, considera el científico experto en agronomía y genética vegetal, especializado en el estudio de los maíces mexicanos.

En entrevista con Contralínea, el doctor Espinosa Calderón explica: “precisamente es de lesa humanidad porque, además de dañar la generalidad de la población, afecta el ambiente”. Advierte que la siembra de transgénicos conlleva la aplicación del herbicida glifosato, que contamina de forma masiva las aguas y los mantos freáticos, los suelos, y en general el ambiente. Y todo eso, además, afecta la salud humana de una manera terrible hasta causar la muerte, de acuerdo con las evidencias científicas no sólo generadas en México sino en otros países donde se promovieron esos cultivos, como Argentina, Brasil y Paraguay. Además, indica, la repercusión es hacia el futuro.

Para el genetista, el maíz es emblemático por todo lo que representa, pero también hay otros cultivos cuyo centro de origen es México –como el frijol, la calabaza, el amaranto, los chiles– que también están en riesgo por esas siembras que se permitieron en los sexenios de Fox a Enrique Peña Nieto. Y es que entre 2013 y 2018, el gobierno federal entregó 141 permisos para siembra de transgénicos experimental y piloto de: algodón (111 autorizaciones), trigo (14), alfalfa (cuatro), limón mexicano (cinco), naranja dulce valencia (tres), soya (tres), y frijol (uno).

Encargado de la bioseguridad en México desde que inició el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, el doctor Alejandro Espinosa Calderón expresa que “se tiene que reconocer en esa etapa neoliberal, en esa etapa de una Cibiogem completamente a favor de los oligopolios, la defensa con gallardía que han hecho las organizaciones civiles. La Campaña Sin Maíz No Hay País a la que nuestro presidente con cierta frecuencia se refiere, fue la organización que promovió la demanda colectiva que impidió en 2013 que se aprobaran las siembras comerciales de maíz [genéticamente modificado]. Casi lo logran en el sexenio de Felipe Calderón: en 2009 aprobaron las siembras experimentales y piloto de maíz, de 2009 a 2012”.

El científico rememora que en 2012, “justamente antes de terminar su sexenio, Felipe Calderón aprobó la siembra de 250 mil hectáreas de soya transgénica, por decisión de él y de su secretario de Agricultura, Francisco Mayorga. Se les advirtió, se les dieron los elementos de todo lo que podría ocurrir si se aprobaba la soya transgénica”.

Expone que incluso hubo una reunión a principios de 2012, a la que él mismo asistió junto con otros integrantes de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad, con grupos civiles y apicultores de Yucatán, en la que le explicaron a Mayorga Castañeda “lo que ocurriría si ellos liberaban la siembra de soya transgénica”.

Después de que expusieron los graves daños a la salud humana y al ambiente, así como los riesgos de contaminación transgénica de otros cultivos, recuerda que el entonces secretario de Agricultura dijo: “ya los escuchamos, pero también escuchamos a los otros científicos que son pares de ustedes y a otras gentes interesadas en que se apruebe la soya transgénica, y el presidente Calderón ya decidió que se va a liberar, y yo me sumo a él y les informo, para que no tengan duda, que se va a liberar”.

El doctor experto en el estudio genético de los maíces añade: “antes de que se acabara la reunión –debe estar registrado por ahí–, pedí la palabra y le dije a Mayorga que eso que ellos iban a hacer es un crimen, que era un crimen de lesa humanidad. Y que yo tenía la esperanza de que así como castigan a los asesinos, a los criminales en Argentina y otros países, criminales de las guerras sucias, en el futuro, en algún momento se les llamará a cuentas a él, a Calderón y a quienes aprobaron la soya transgénica”.

FOTO: 123RF

Los cultivos transgénicos

En la amplia entrevista que el doctor Alejandro Espinosa le concedió a esta revista, explica: “¿qué ocurrió en cuanto aprobaron la soya transgénica? Que los apicultores de Yucatán se vieron afectados con sus exportaciones de miel hacia Alemania. Alemania no permitió, rechazó los embarques de miel [porque estaban contaminados con transgénicos]”.

De manera valiente, los apicultores interpusieron miles de juicios de amparo, rememora el científico. Agrega que aunque lograron que varios jueces cancelaran la siembra de soya transgénica, “el efecto aún hoy, 11 años después, es perverso, es completamente grave: siguen contaminándose aguas, suelos, perforación de pozos irregulares, aplicación de glifosato y sobre todo la salud –por supuesto–, y la siembra de soya transgénica por los grupos de productores que de manera indebida e ilegal siguen sembrándola”.

¿Es un crimen continuado? –se le pregunta.

Así es. Entonces, es un secreto a voces que se está sembrando soya transgénica. ¿Por qué continúan sembrando? ¿De dónde viene esa semilla transgénica? La soya es un cultivo que se multiplica, se poliniza de manera autógama, o sea, la misma variedad se poliniza, las mismas flores se polinizan entre ellas mismas. O sea, una planta, usted puede tomar la semilla y esa planta igualita, la semilla se puede usar el ciclo siguiente y los otros ciclos. De manera que la semilla está ahí, está ahí si es transgénica y la siguen usando los productores. No debería usarse, debería decomisarse para evitar que se que se siembre esa soya. Y se siembren soyas convencionales”.

El genetista explica que México ha hecho un excelente trabajo con soyas convencionales: “tenemos la huasteca 100, la huasteca 200, huasteca 300, huasteca 400. Hubo dos soyas. El problema con la soya hace veintitantos años fue que se afectó por la mosquita blanca. Pero, el Inifap [Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias] logró dos variedades que son tolerantes y resistentes a mosquita blanca, una se llama ‘Héctor’ y otra se llama ‘Esperanza’. El nombre le viene de la esperanza por la resistencia a la mosquita blanca. Esas semillas están en el Inifap. ¿Qué tenemos que hacer en la 4T, en el siguiente gobierno? Es la asignatura: multiplicar la semilla de soya no transgénica, soyas que tiene el país. Soyas que son semilla pública y que se puede multiplicar”.

El científico detalla que en los gobiernos de Fox, Calderón y Peña se promovió la soya transgénica bajo el argumento de que las soyas mexicanas –que son igual o más rendidoras que la transgénica– no toleran el glifosato. Pero, advierte, “no necesitamos que lo toleren. Necesitamos soyas que rindan bien, que se manejen de manera agroecológica. Y que el pueblo de México lo reciba. Tenemos que hacer una gran cruzada en el campo y eso le corresponde al nuevo gobierno”.

¿No se pudo en este?

Este gobierno y en este sexenio fue un periodo de transición, fue un primer piso, y el siguiente es el piso que fortalece, que nos llevará a la soberanía y autosuficiencia alimentaria en soya y en los granos básicos.

¿Y no hay pretexto? Es decir, ¿a esta soya le pasa lo mismo que a la transgénica: su polinización es entre las mismas flores y se puede reproducir?

Así es. Mira, es curioso y es algo que inquieta: en Brasil, pero sobre todo en Argentina, los productores empezaron a sembrar la semilla transgénica y tomaban semilla de su propia parcela y seguían sembrando soya transgénica sin comprar nueva semilla. Y de manera un poquito perversa, los oligopolios, las corporaciones dueñas de la soya transgénica, dejaron que se sembrara su semilla en millones de hectáreas. Y entonces, después, lo que hicieron fue negociar con el gobierno para que les pagara por todos los millones de hectáreas que estaban sembradas de la soya, cuyos dueños son ellos. No podemos permitir que eso pudiese ocurrir en la península de Yucatán, que esas soyas que están sembrando de repente las corporaciones le quieran cobrar a este país por algo que ha sido perjudicial y dañino para la salud.

Que causa muerte.

Completamente, con todas las implicaciones. Esa es una asignatura también de este gobierno: realmente ejercer actos de autoridad para someter al orden a quienes están infringiendo lo que está completamente establecido: no a la soya transgénica.

En ese tiempo que van rescatando a la Cibiogem de todos estos intereses de grandes corporaciones –que tienen muchísimo dinero e influencia en el Poder Judicial–, ¿ustedes tienen una evaluación del daño que se causó a México en este periodo neoliberal?

El daño más terrible que estamos muy interesados en evitar, en limitar, en remediar es que no ocurra la contaminación de nuestras variedades nativas. México tiene de 59 a 64 razas de maíz nativo. Cada una de esas razas tiene miles y miles de variedades nativas. El maíz tiene 50 mil genes y se cultiva en 7.4 millones de hectáreas. En México hay 2.3 millones de unidades de producción. Una unidad de producción es un productor, un agricultor que siembra maíz, de tal manera que hay 2.3 millones de productores, cada uno tiene una variedad nativa por lo menos una.

¿Son pequeños productores?

Son pequeños productores. Estoy refiriéndome a los pequeños productores, los que tienen una hectárea, dos hectáreas y media, tres hectáreas o cinco hectáreas. Pero cada uno de ellos tiene por lo menos variedad blanca. Pero muchos de ellos tienen una variedad azul, tienen alguna variedad de otro color. Refiriéndonos a las blancas, se sienten orgullosos de que su variedad no es la misma que la del vecino, aunque se parezcan a la vista en las mazorcas, pero los genes que tiene cada uno son diferentes. El maíz tiene 50 mil genes y cada año, cuando se siembran esos más de 2 millones de hectáreas, de unidades de producción, el polen y todo lo que implica la reproducción se pone en movimiento. El experimento más fantástico que ocurre alrededor del mundo. Se recombinan los millones de variedades nativas que hay. ¿Por qué es diferente una de otra? Simplemente porque el que selecciona la semilla en la parcela es el productor en el campo. Y luego la mujer en la bodega, en el silo, donde se guarda, donde se va a tomar el grano para la alimentación, y eso hace una combinación maravillosa. Y es muy diferente cómo selecciona un productor y su esposa, sus hijas, que lo que selecciona el vecino y el otro y el otro. Cuando un productor siente que ya no está avanzando en su semilla, trae semillas de otros lugares. O si él ve que un vecino de algún ejido distante la semilla le gustó, trae la semilla y la revuelve con la suya. En los 10 mil-12 mil años que tiene la domesticación del maíz, esa es la práctica más maravillosa que puede concebirse: el cómo se intercambian semillas entre productores. Entonces, la contaminación de esos maíces con transgénicos sería terrible.

¿Hay ahora contaminación o afortunadamente no existe?

Se descubrió por [el doctor ya fallecido] Ignacio Chapela en 2001, que en algún lugar cerca de Guelatao, Oaxaca, algunos maíces nativos tenían contaminaciones.

¿Y actualmente?

Sí. Sí sabemos y sí se ha definido en qué otros lugares se han presentado [contaminación de maíces]. Hay lugares donde no hay, pero hay otros donde sí se presenta. Necesitamos evitar que haya flujo. México produce 27.5 millones de toneladas de maíz e importamos 17 millones toneladas de maíz transgénico como grano y puede germinar.

¿Pueden ocurrir o han ocurrido estos “accidentes” donde se les cae el grano y contamina sembradíos?

Así es. Es una de las hipótesis de la probable contaminación que se cayó, etcétera. También hay otra: que la gente que se movilizaba y va al norte trae algunas semillas. Pero lo que necesitamos es que todos esos millones de toneladas [de maíz transgénico] ingresen a México sin viabilidad, sin poder de germinación, o sea, sin que germine.

¿Y eso es posible?

Sí. Es posible y tendremos que proponer una manera concreta para que en el pleno de la Cibiogem, con los titulares, se emita a una política que asuma este gobierno o el que viene, considerando que sería el siguiente piso, para que todo lo que ingrese [genéticamente modificado] sea maíz sin viabilidad. Es posible, es relativamente muy accesible. Lo que importa México son 17 millones de toneladas de maíz. Y lo único que se haría sería someter, antes de ingresar al país, a un tratamiento de calor. Si el maíz pasa por una fuente de calor de 52° unos minutos se esteriliza. Eso es fundamental.

¿Y qué se requiere? ¿Máquinas?

Se requiere pasarlo como en lo que exportamos nosotros. Por ejemplo, el mango. Las empacadoras de mango de alguna manera sumergen en agua a cierta temperatura [el producto] para que tenga la seguridad de la inocuidad cuando ese mango va a Estados Unidos.

¿Sería muy caro?

Tienen que hacerse estudios concretos. El método es calor, aunque hay otra posibilidad que se ha manejado: triturar, que entrara todo el grano triturado. Pero se me hace un poco más complicado triturarlo porque se importa el grano para hacer industrialmente algún procedimiento, enrolados o en hojuelas. Ese tipo de cosas.

¿Y este tipo de propuestas ya se planteó?

No se ha formalizado. Estaría por plantearse, pero no es nuevo esto. Desde el año 2002 se estableció que si se permitía el ingreso de México, México debería proponer que entrara el maíz sin germinación.

¿Y esto ya lo conoce el presidente López Obrador?

Tenemos que informar con detalle. Pero, ¿por qué es tan importante que no se contaminen nuestros maíces? Porque una planta de maíz produce de 5 a 27 millones de granos de polen. El polen es libre completamente, y el maíz es una planta de polinización cruzada. La directora de Conahcyt [doctora María Elena Álvarez-Buylla] siempre ha dicho que es un cultivo promiscuo, o sea, dado a recombinarse todos con todos. Así es, es de polinización cruzada. ¿Qué significa eso? Que el grano de polen de una planta, el 97 por ciento de los granos de polen de esa planta polinizan a otras. Polinizan, no contaminan.

¿Contaminación sería que fuera transgénico?

Sí, contaminación sería que fuera transgénico. Que ellos, que no les gusta a los simpatizantes de los transgénicos que digamos que es un contaminante. Pero entonces, si una planta tiene esa capacidad de polinización y de fecundación, la capacidad de contaminación de nuestros maíces nativos es muy alta. Por eso tenemos que tratar de preservar. Aunque no es solo eso: cuando llega un transgénico a una planta de maíz nativo, no hay forma de eliminar el transgén de ahí.

¿Tendría que destruirse?

Así es. Además, es terrible porque no podemos saber que ya le llegó la contaminación.

¿No se puede hacer un censo?

Solo con pruebas genéticas, y es muy caro. Pero lo que sí podemos hacer es evitar que germine. Eso es muy urgente. Entonces, uno de los proyectos en los que tiene mucho interés tanto el Conahcyt como Cibiogem es darle primero trazabilidad a ese maíz que ingresa: seguirle la pista.

¿Hasta qué grado se tiene eso?

Hasta ahora –y menos en el pasado–, con el decreto esto toma mucha importancia. Porque el decreto dice que el maíz transgénico puede usarse para usos pecuarios. Entonces, no podemos dejar libre la entrada a México del maíz transgénico amarillo, porque de repente alguien decide que en lugar de irse a la elaboración de alimentos pecuarios se destine una parte hacia la alimentación humana, hacia la fabricación de tortillas, que en el pasado presuntamente podría haber estado ocurriendo esto. Se importaba y algunos cupos se orientaban hacia el canal de la elaboración de tortillas hacia el sistema masa-tortilla, porque no había vigilancia. Ahora tenemos y hemos platicado con instancias, con los miembros de Cibiogem, y con la propia directora del Conahcyt, también se ha platicado con Maseca, que elabora harina para tortillas. Esta empresa es la más importante elaborando harina. Y tenemos la aceptación de que esta empresa no va a usar absolutamente maíz transgénico. Además, tenemos –y así se está haciendo y se seguirá haciendo– muestreadas las plantas de Maseca, tomando harina, tomando grano que servirá para hacer harina, para verificar que no tenga transgénicos. Ahí está el control de que las tortillas lleguen a la población mexicana como señala el presidente en el decreto, donde dice que las tortillas deben elaborarse con maíz no transgénico.

¿Qué más se tendría que hacer para la trazabilidad?

Además de Maseca, que es un actor fundamental, México utiliza 14 millones de toneladas de grano de maíz para satisfacer completamente las necesidades de elaboración de tortillas en 1 año, 14 millones. México produce 27. 5 en total de maíz. De esos 27.5, 24 son de maíz blanco, 3.5 son de maíz amarillo. Entonces, si necesitamos 14, tenemos 24. Quiere decir que somos autosuficientes y tenemos todo el maíz que necesitamos para las tortillas de todos los mexicanos, maíces mexicanos, maíces nativos, maíces mejorados pero producidos en México no transgénicos. De esos 14 millones con los que se fabrican cada día y se consumen 300 millones de tortillas por los mexicanos y mexicanas. Cada día consumimos 300 millones de tortillas. Se pensará que eso es demasiado, pero no es demasiado. Sería un poquito menos de tres tortillas por persona. Si México es autosuficiente decidimos comer tortillas no transgénicas, y tenemos el derecho de hacerlo.

¿El maíz amarrillo siempre es transgénico?

No siempre. O sea, en México producimos tres y medio millones de toneladas de maíces amarillos que son mexicanos, en las razas, en las 59 razas de maíz hay en muchas de esas razas de maíz, hay matices en la misma raza. Puede haber maíz blanco, maíz amarillo, alguna raza si son evidentemente amarillas, por ejemplo, Arrocillo, que es una mazorca cónica, reventadora, que se da en las partes altas de Puebla. Y hay algunas otras variedades amarillas.  Pero esas son nuestras. O sea, los híbridos amarillos de Estados Unidos son transgénicos. Estados Unidos siembra 35 millones de hectáreas de maíz, más de 350 millones de toneladas y la mayoría, más del 90 por ciento son transgénicos. Necesitamos que esos que llegan a México entren sin poder germinativo, sin viabilidad. Viabilidad significa la capacidad que tiene la vida. Eliminando la viabilidad, se elimina la germinación. Además de que entren sin germinación, debemos tener la certeza de que se orientan hacia el uso pecuario. Nada de ese maíz debe ir hacia el circuito de la masa y la tortilla.

“Luego, verificar el grano del cual se fabrica la harina. Y lo otro: los grandes distribuidores concentradores de grano, quienes capturan y concentran. Hay empresas conocidas en el mundo que están en México, también que de repente especulan y concentran el grano. Todo eso que se concentra, tenemos que muestrear y verificar que no tenga transgénicos, porque si los tiene ese grano se iría a las tortillerías, y estarían fabricando tortillas que tienen transgénicos.

“El control no está en las tortillerías porque son más de 100 mil, entre 115 mil y 120 mil, me dicen mis compañeros de la industria de la masa y la tortilla formales, pero hay un porcentaje importante que son tortillerías que no se han agrupado, que no se han formalizado, sólo en la Ciudad de México y en todo el país. Lo que sí tenemos claro es que las mejores tortillas, las tortillas más sabrosas, de alta calidad, son las de los maíces nativos. Hay razas de maíz con las que se fabrican las tortillas más fabulosas y gourmet que no tienen comparación, hay una raza que se llama Pepitilla. Esa raza su distribución es en Guerrero, Morelos, Oaxaca, más o menos esos lugares”.

Todo el algodón es transgénico

El secretario ejecutivo de la Cibiogem alerta que el caso del algodón en México es una historia triste y desafortunada, porque se permitió la siembra de algodón transgénico, y todo está contaminado, por lo cual desde el algodón para curación hasta el que se emplea en cotonetes, toallas femeninas sanitarias, pañales y ropa es transgénico.

Ello ocurrió, indica, porque es una planta autónoma: “ella misma se poliniza, se fecunda y entonces se permitió mucho antes de las siembras experimentales de maíz. En el tiempo, lo que ha ocurrido es que los gobiernos neoliberales abandonaron la investigación en algodón. Teníamos variedades que eran convencionales no transgénicas, se cerró completamente la investigación en algodones nacionales y se cedió completamente la posibilidad de sembrar transgénicos y entonces todo lo que se siembra es transgénico”.

Acerca de la posibilidad de revertirlo, el doctor Alejandro Espinosa dice que sí es posible: “Conahcyt tiene un proyecto que se está apoyando, y en ese proyecto el objetivo es contar con variedades de algodón convencionales y recuperar todo lo que abandonamos, todo lo que se había dejado de lado y volver a tener variedades convencionales. La historia desagradable es que en México hay varias especies y varias formas silvestres de algodón, todas ellas fueron contaminadas. Es una historia terrible, y no sólo eso, se decía: ‘es que el algodón se autoriza en el norte del país y entonces las variedades silvestres o que están en el sur no les va a pasar nada’, pues llegó a todos lados las contaminaciones. Y no sólo eso, se hicieron combinaciones inesperadas de transgénicos, o sea, había un transgénico de algodón con un cierto evento transgénico, y se han encontrado combinaciones de eventos de transgénicos”.

Consultado acerca del tiempo que tomaría revertir la contaminación, indica que aunque tomará varios años, se debe tomar la decisión de hacerlo. “Se pueden traer semillas no transgénicas y eso permitiría que se avanzara rápidamente. Sin duda, es terrible porque en Oaxaca hay gente que cultiva algodón para hacer prendas de colores y distintas artesanías, y sus variedades fueron contaminadas. ¿Quién les explica quién se las contaminó? Pues ellos lo que hacen es sembrar sus variedades. A ver, que vengan a explicar quienes fueron los que aprobaron esas siembras”.

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La Cibiogem ahora

El doctor Alejandro Espinosa Calderón está al frente de la Cibiogem desde el inicio del sexenio de López Obrador. Dicha Coordinación es un órgano del Poder Ejecutivo federal “que se encarga, al más alto nivel, de establecer las políticas relativas a la seguridad de la biotecnología respecto al uso de los organismos genéticamente modificados”. Y está integrada por los titulares de las secretarías de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación; Medio Ambiente y Recursos Naturales; Salud; Educación Pública; Hacienda y Crédito Público; y Economía, así como por la directora general del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías.

Al ser consultado sobre la actual Cibiogem, explica que esta institución se creó luego de la promulgación de la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados, en 2005, a la que “se le conoce con el nombre de una corporación oligopólica a nivel mundial”: la ley Monsanto.

Dicha legislación, explica el científico, “estaba hecha para regularizar cómo se liberarían los transgénicos y los organismos genéticamente modificados en México. Para eso fue hecha. Y desde entonces estuvo capturada, estuvo en manos de los neoliberales, de la larga noche neoliberal que viene desde hace 36 años […]. En lugar de que la Cibiogem y la Secretaría Ejecutiva fueran un garante de la bioseguridad, se convirtió en un promotor de los transgénicos”.

Al respecto, el científico critica a los exsecretarios ejecutivos de la institución, porque “hicieron todo lo que podían hacer para liberar finalmente los transgénicos, en el caso más emblemático de maíz. Así lo estuvieron haciendo de manera escandalosa, de manera grosera, en algo que no merece México”.

Expone que a partir de diciembre de 2018, “con este gobierno de la 4T, hubo un viraje completamente diferente: esta Secretaría Ejecutiva de la Cibiogem se convirtió realmente en el objetivo central que se tiene de propiciar la bioseguridad integral para bien de la salud, bien del ambiente, bien de las variedades nativas de maíz y de otros cultivos cuyo centro de origen es México”.

Los esfuerzos han dado fruto. De acuerdo con el genetista, “se ha logrado revertir muchos de los instrumentos y de las medidas inadecuadas que se habían venido promoviendo para la liberación de los transgénicos en México. Uno a uno, fueron cambiando”.

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