México cultiva alrededor de 74 mil 700 hectáreas de amapola cada año. Las zonas serranas de Guerrero, Sinaloa, Durango y Chihuahua, principalmente, abastecen por sí solas al mercado de drogas más grande del mundo: Estados Unidos.
Una tercera parte de la siembra es detectada y erradicada por las autoridades mexicanas. Las otras dos terceras partes cumplen su ciclo: se cosechan, se obtiene el opio, la morfina y la heroína. Y los productos atraviesan la frontera internacional y se distribuyen en calles de los 50 estados continentales de la Unión Americana.
De los 25 millones de estadunidenses adictos a las drogas, unos 3 millones son esclavos de la heroína, la morfina u otros opiáceos. Aunque el mayor productor de la adormidera sigue siendo Afganistán, en Oriente Medio, al otro lado del planeta, Estados Unidos tiene su consumo asegurado. Allende su Frontera Sur, las tierras mexicanas le aseguran el abastecimiento de su mercado al ciento por ciento.
El informe Amapola, opio y heroína. La producción de Colombia y México, publicado por el Trasnational Institute, revela que en México se siembran aproximadamente 74 mil 700 hectáreas de amapola –la planta precursora de los opiáceos– y no las 25 mil que ha reconocido el gobierno mexicano.
El estudio del instituto con sede en Ámsterdam, Países Bajos, explica que México llega a tal cifra porque los productores hacen tres cosechas en el año. Y no como supone el gobierno mexicano, una sola vez anualmente.
Elaborado por los investigadores Guillermo Andrés Ospina, Jorge Hernández Tinajero y Martín Jelsma, el informe publicado a finales de febrero también da cuenta del desplazamiento de Colombia por México en materia de siembra y cultivo amapola. En 2017, los campesinos colombianos sembraron apenas 525 hectáreas de la adormidera, contra las decenas de miles de los mexicanos.
Se trata de un proceso en el que, en palabras del doctor en Sociología Guillermo Garduño Valero, México pasó de ser un país de tránsito de drogas a un país productor. El especialista en América Latina por la Universidad de Pittsburgh observa que todo fue resultado de que la República Mexicana colinda con el principal mercado de drogas en el mundo y de que aquí “convergieron todas las coordenadas del trasiego de estupefacientes”.
Por su parte, la investigación del Trasnational Institute cuenta con trabajo de campo tanto en México como en Colombia, y explica todo el proceso de producción de la heroína desde que familias de campesinos empobrecidos seleccionan la semilla, siembran, cultivan y obtienen la goma de opio, hasta que los compradores le aplican un proceso químico para transformarla en morfina y, luego, heroína.
El estudio refuta la afirmación de las autoridades mexicanas que dicen destruir, cada año, más del 99 por ciento de los cultivos de amapola en México. En este país se han reportado entre 21 mil 500 hectáreas y 28 mil hectáreas de superficie de cultivo de amapola anualmente.
En efecto, en junio de 2016 se publicó el informe México. Monitoreo de Cultivos de Amapola 2014-2015. Se trató del primer reporte oficial, realizado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por su sigla en inglés), en conjunto con la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), la Secretaría de Marina (Semar) y la Procuraduría General de la República (PGR).
Los resultados de este estudio se basaron en el análisis de fotografía aérea y satelital de cultivos de amapola. Se concluyó que el área mínima de cultivos de amapola en México es de 21 mil 500 hectáreas, un área media rondaría las 24 mil 800 hectáreas y una estimación alta sería de 28 mil 100 hectáreas.
El asunto es que las autoridades mexicanas declaran haber destruido el 99.68 por ciento de esos cultivos. Así, según estos datos, en México debieron ser cosechadas únicamente 71 hectáreas de todas las detectadas en ese período.
La versión no tiene asidero en la realidad. Los cárteles de la droga producen y trasiegan por México el total del opio que demanda el mercado estadunidense. De acuerdo con el trabajo in situ de los investigadores y los testimonios recabados con productores, “mucho más probable es, entonces, el que la destrucción de sembradíos no afecta a la producción por la existencia de rotación de cultivos.
“De hecho, si se multiplica por tres la superficie total estimada de cultivos, resulta que, a lo largo de 1 año, podrían cultivarse, en tres etapas sucesivas, un total de 74 mil 700 hectáreas, a las que, si se le restan las 24 mil 729 destruidas [por las autoridades mexicanas], quedarían en producción 49 mil 671. Suficiente para producir, de este modo, la heroína demandada por Estados Unidos anualmente.”
En el informe Amapola, opio y heroína. La producción de Colombia y México se establece que se necesitan 255 toneladas de goma de opio para producir 15 toneladas de heroína pura. “Cruzando las estimaciones de cultivo de este reporte con la cantidad demandada de heroína en Estados Unidos, pareciera ser que existe una correspondencia entre la demanda y la extensión aproximada de los cultivos en México”.
En Estados Unidos, el consumo de heroína va en aumento, imparable. Se le considera una “epidemia”. Sólo en 2014 ocurrieron 10 mil muertes por sobredosis de esta droga altamente adictiva y dañina para el organismo humano.
No importa cuánta droga se asegure, los consumidores reclaman frenéticamente sus dosis. Y siempre les llega. Nunca les falta.
“Está claro que por más droga que se decomise y por más cultivos que se erradiquen, el consumo no se va a frenar”, señala el doctor en ciencias penales y política criminal Martín Gabriel Barrón Cruz. El investigador del Instituto Nacional de Ciencias Penales explica que “el mercado de las drogas es estable aunque haya ‘combate’ y decomisos. La Organización de las Naciones Unidas ha revelado que al mercado de la droga no le importa que haya guerra: es constante, siguen sus mismos números, tanto en consumo como en precio y volumen”.
El cultivo de la planta presenta un ciclo agrícola rápido, que permite tres ciclos de cultivo al año en una misma superficie. Lo observado “en el terreno”, reporta el estudio, es que las comunidades productoras rotan sus cultivos.
Además, los campesinos mexicanos incorporan a la amapola como un cultivo más en el sistema de la milpa o tlacolol. El informe, por ello, destaca que “en el caso de México, los cultivos de amapola se mezclan con otros, como papaya (Carica papaya), lenteja, maíz, calabaza o leguminosas diversas”.
“Las familias viven de esto”, señala, en entrevista con Contralínea, el doctor Guillermo Garduño Valero, especialista en fuerzas armadas y asuntos de seguridad nacional.
Los campesinos son el eslabón más débil de la industria. Paupérrimos y acosados por autoridades y cárteles de las drogas, son los que menos ganancias obtienen y a los que se les paga menos cuando ocurre algún desajuste en el mercado. Si alguien tiene que perder, son ellos. Ningún otro engrane de la maquinaria ve menguadas sus ganancias.
El rendimiento de la cosecha tiene que ver con la calidad de la goma obtenida, y con el estado en que se encuentra cuando comienza su conversión hacia morfina, en primer lugar, y en heroína después. “Si la goma es más fresca (como cuando se acaba de cosechar), tiene un alto contenido de agua, por lo que su rendimiento es menor, al igual que su precio de mercado”, explica la investigación.
En 2016 el estudio Transnational Crime and the Developing World documentó que el pago estimado que recibe el campesino por kilogramo de goma de opio varía entre 11 mil y 22 mil pesos, según la región de la República.
Ahora el informe Amapola, opio y heroína. La producción de Colombia y México corrobora esos datos y detalla que los precios de la goma de opio en México dependen de la región, la demanda, la época del año, la calidad y el comprador local, “por lo que resulta muy complicado establecer con precisión la evolución de un precio promedio único”.
Cultivadores de Guerrero dijeron a los investigadores que el precio de la goma es fijado por la organización delictiva que controla cada territorio. “Del mismo modo, distintos testimonios dan cuenta de variaciones en el precio según la cantidad de agua que contiene la planta, que depende tanto de la técnica de cultivo (por ejemplo, dejar que los bulbos supuren durante la noche aumenta la cantidad de agua por el rocío del amanecer) o de la época del año en que se siembre”. Así en la sierra de Guerrero los campesinos reciben 6 mil pesos por kilo de goma en época de lluvias y hasta 20 mil pesos en época de secas (es decir, entre 300 y 1 mil dólares estadunidenses).
“Los reportes disponibles obtenidos en el terreno hablan –más o menos– desde unos 1 mil hasta 1 mil 700 dólares por kilo de goma entre los años 2014-2017. Se supone que es más barato en el sur (Guerreo o Oaxaca) que en el Triángulo del Norte (Durango, Sinaloa y Chihuahua). Las cifras podrían concordar con uno de los testimonios recabados en 2015, en que se señalaba que década y media atrás (año 2000) el kilo se pagaba al doble del precio actual (entre 2 mil 100 y 2 mil 250 dólares por kilo, según la paridad peso dólar de esa época).
Adicionalmente, los autores del estudio han podido comprobar que, durante 2016, los precios se mantuvieron estables –en pesos mexicanos– a pesar de la devaluación acelerada de la moneda durante todo ese año, que fue cercana al 40 por ciento.
Según estos datos, entre 2010 y 2015 el kilo de goma de opio se vendía entre 13 mil y 17 mil pesos en Guerrero (1 mil o 1 mil 250 dólares), y hasta 22 mil pesos en la región de Sinaloa, Chihuahua y Durango (1 mil 500-1 mil 600 dólares). “Si este fuera el caso, entonces, se podría decir que, al crecer la oferta de goma de opio en México, los precios se han ido ajustando a la baja, siempre en detrimento del productor, pero sin afectar el volumen del mercado”.
El atractivo para el productor se mantiene, pues aun cuando el precio no siempre sea el esperado, el producto es relativamente almacenable y duradero, mientras que la venta es segura en algún momento y significa dinero en efectivo.
México no decide cuántas hectáreas sembrar. Ni los campesinos ni los traficantes realmente determinan cuánta superficie se destinará al cultivo de amapola ni cuánta producción de goma de opio se obtendrá. En realidad todo se decide en Estados Unidos. El mercado manda. Y se trata de un mercado estable en constante crecimiento.
En el caso de México, “la producción en el país ha evolucionado conforme a la demanda del mercado de Norteamérica [se incluye a Canadá]. En México, el consumo ha sido marginal, y aunque existente sobre todo en la frontera norte, no es especialmente significativo en comparación con la demanda de Estados Unidos”. Es decir, el mercado de consumidores mexicanos es insignificante aún como para impulsar el cultivo de la amapola para consumo interno.
“Es así que la producción de amapola en México (y en Colombia y Guatemala) ha crecido en los últimos años en la medida que el mercado más grande de heroína de Estados Unidos ha comenzado a demandar más, una tendencia ampliamente documentada.”
El problema rebasa a México. Guillermo Garduño señala que el país no podrá vencer al narcotráfico solo. Es un problema mundial que requiere del concierto de las principales naciones afectadas y de un cambio de política para enfrentarlo. Es necesario sacarlo de la seguridad pública y nacional y abordarlo como un problema de salud pública.
A este respecto, Barrón Cruz considera que el nuevo enfoque pasa por la despenalización y la legalización de algunas drogas.
El estudio, por su parte, destaca el hecho de que México no cuenta con un programa serio para inhibir la siembra de amapola. El país que le ha declarado la “guerra” al narcotráfico y que por su política de “combate frontal” a los cárteles cuenta en 11 años más de 250 mil asesinados, 300 mil desplazados y 32 mil desaparecidos no tiene política para que los campesinos dejen de sembrar yerbas o plantas ilícitas.
“Podemos afirmar que México nunca ha tenido un programa consolidado de sustitución de cultivos o de alternativas económicas de desarrollo para las comunidades cultivadoras. Estas comunidades siguen siendo, hasta la fecha, las más marginadas de toda la sociedad rural: alejadas geográfica e institucionalmente del Estado formal, continúan sobreviviendo gracias al mercado ilegal de la goma de opio, y generalmente bajo el yugo opresor de las agencias policiales y militares del Estado, o bien bajo la égida de los intereses de los grandes carteles, que controlan el mercado de heroína en el país.”
México no cuenta con datos oficiales concluyentes sobre el número aproximado de usuarios de heroína. El dato más reciente es de la Encuesta Nacional de Adicciones, realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) en 2011, donde se establece que el consumo se ha mantenido estable desde la década de 2000. Es menor al 0.1 por ciento de la población de 13 años o más.
Por ello, el estudio del Trasnational Institute considera que “al tener una prevalencia estadística tan poco significativa, no es posible conocer un dato aproximado del número de usuarios de heroína en México. A pesar de ello, el consumo de esta en la Frontera Norte es estable desde hace años, y si bien la incidencia [de contagio] del VIH [virus de inmunodeficiencia humana] es relativamente marginal, no sucede así con la hepatitis C, positiva en el 96 por ciento de los inyectores”.
El estudio no deja pasar el dato de que, “por primera vez en mucho tiempo”, en 2016 se detectó un grupo de 14 usuarios de heroína inyectada en la Ciudad de México.
Zósimo Camacho
[BLOQUE: INVESTIGACIÓN][SECCIÓN: SOCIEDAD]
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