Cerca de la medianoche del 10 de octubre de 2009 efectivos del Ejército, la Marina y la Policía Federal, armas en mano, ocuparon las instalaciones de la empresa Luz y Fuerza del Centro, entidad pública encargada de producir y distribuir energía eléctrica.
Fueron militarizadas plantas generadoras, subestaciones, unidades operativas y sedes administrativas. Gobernaba entonces el presidente Felipe Calderón.
Pareció un operativo contra un ente criminal, pero en el fondo estaba en marcha una política de privatización, de la mano del neoliberalismo en boga desde entonces, y el afán de criminalizar al Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), con un historial de luchas y servicios al país por más de un siglo.
De la noche a la mañana miles de trabajadores quedaron sin trabajo y sustento. La intención gubernamental era la desaparición del SME, bajo el supuesto de que la lucha de los smeítas sería corta. La Suprema Corte de Justicia de la Nación avaló en enero de 2013 un decreto de extinción contra ese sindicato. Legalmente no había adónde acudir.
En las negociaciones el gobierno pretendía la desmovilización por liquidación para los 44 mil empleados de Luz y Fuerza del Centro, afiliados al sindicato. Había entonces dos alternativas: rendirse o resistir sin saber por cuánto tiempo.
Fueron años de luchas, movilizaciones en las calles, asambleas generales extraordinarias. En el camino 28 mil afiliados decidieron aceptar la liquidación, la opción presentada por el gobierno. Pero otros varios miles decidieron resistir y dar la pelea por su futuro y el del sindicato.
Con la administración del presidente Enrique Peña Nieto, y como resultado de la resistencia, se consiguieron importantes acuerdos, aún en proceso de cumplimiento. Entre ellos la entrega de una treintena de predios y 14 microgeneradoras que antes eran patrimonio de la empresa desaparecida.
Como parte de la negociación el gobierno indicó la necesidad de que el sindicato revalidara su registro mediante el contrato de trabajo de sus integrantes. Para entonces el SME tenía las microgeneradoras hidroeléctricas, disponía de la mano de obra calificada, pero precisaba del capital para echar a andar esas viejas máquinas que la Comisión Federal de Electricidad no tenía interés en operar.
Se creó entonces el Grupo Fénix con el consorcio portugués Mota-Engil y el SME, que consiguió así la reinserción laboral de 500 de sus afiliados cuyos contratos de trabajo mantuvo vigente el registro sindical.
También como parte de los acuerdos bilaterales, alrededor de un millar de smeítas se acogieron a la jubilación mediante una renta vitalicia acordada con la parte gubernamental, todavía en proceso de cumplimiento.
Pero quedan aún varios miles de compañeros sin trabajo, por lo que en asamblea general del SME se decidió la creación de la cooperativa LF del Centro, precisamente en alusión a aquella empresa pública que el neoliberalismo extinguió.
Autogestión obrera
¿Por qué la cooperativa? Se trata del único modelo en el país en el que los obreros, de manera colectiva, pueden ser dueños de los medios de producción, afirma su presidente, Eduardo García.
La relación con la empresa Luz y Fuerza del Centro son sus trabajadores, “pero no queremos que se repitan los modelos gerenciales de entonces”. El cooperativismo tiene sus principios y estamos en un franco proceso de educación y adaptación para que tenga éxito, apunta.
Ante todo somos sindicalistas, pues nuestra empresa existe gracias a la lucha sindical, pero lo comercial y productivo es cosa de la cooperativa; con el SME mantenemos nuestra afiliación y vinculación ideológica, subraya.
La cooperativa tiene un consejo administrativo y ocho unidades productivas: construcción, telecomunicaciones, fábricas y talleres, comercial, distribución, producción, administración e inteligencia de negocios, y la comisión de educación cooperativa.
Presenta un catálogo en potencia de unos 500 rubros, algunos de los cuales ya están en oferta, pues la cooperativa se encuentra en proceso de consolidación. Estamos recibiendo predios y recuperándolos para alistar en ellos nuestros centros de producción, dice Eduardo García, quien a su vez subraya el incumplimiento del gobierno en la entrega de instalaciones comprometidas.
A su vez el coordinador de la Unidad Productiva de Distribución, Ricardo H. Martínez, explica que en el perfil de la cooperativa LF del Centro está la construcción, atención y mantenimiento de redes tanto aéreas como subterráneas, así como de mantenimiento a los cables de alta potencia.
Nuestro mejor capital -insiste- es la mano de obra calificada que durante años demostró su capacidad y entrega.
Lo mismo ocurre con la Unidad Productiva de Construcción, encargada de la ejecución de obras internas, privadas y públicas, por las que más de mil 600 sindicalistas volvieron a trabajar.
Su coordinador, Juan Manuel Cedillo, abunda en los trabajos de canalizaciones para el alumbrado público en delegaciones de la Ciudad de México, en el hincado de postes para el tendido de la línea de fibra óptica en municipios del Estado de México, destinado a clientes como AT&T, Movistar, Izzi, empresas que contratan los trabajos de la cooperativa.
Tenemos el proyecto para volver a tener nuestra fábrica de postes para líneas de transmisión; también pretendemos construir una bloquera para diversificar nuestra oferta y presencia en el mercado, añade entre otros planes que darán sustentabilidad económica.
Hay que buscar el trabajo, remarca María Patricia Sánchez, al frente de la Unidad Productiva de Telecomunicaciones. Al respecto refiere que tienen cuatro cuadrillas en la instalación de antenas de microondas y dos con vistas a las instalaciones de gabinetes para Telmex.
Las iniciativas son varias, como la de una máquina recuperada por los trabajadores para la producción de taquetes, tanto con vistas a obras de construcción como eléctricas. Se suman, entre otros, los proyectos para instalar granjas fotovoltaicas y generar energía limpia.
Recuperar lo destruido
Un recorrido por varios de los predios que fueron de Luz y Fuerza del Centro, y hoy están en proceso de rehabilitación por la cooperativa, permiten comprobar la saña con que se desmanteló la capacidad productiva de esas instalaciones, víctimas de saqueo, vandalismo y destrucción.
Así ocurre en el taller mecánico-industrial de Salónica, donde antes se le daba mantenimiento a las plantas hidroeléctricas y subestaciones de la empresa liquidada.
Allí Prensa Latina conversó con Guillermo Calixto Díaz, quien regresó a su lugar trabajo, donde antes laboraban 265 obreros en dos turnos; pero lo encontró totalmente saqueado.
“Estamos instalando maquinarias, equipos e instrumentos de medición para comenzar a trabajar en la rehabilitación de generadores hidroeléctricos, tanto en los que entregó la Comisión Federal de Electricidad como de otras empresas interesadas”, indica.
A la vista comienza a poblarse la nave: ya están allí ocho tornos verticales, tres taladros radiales e igual número de fresadoras. Además un cepillo de banco y la cortadora de cizalla. Después del equipamiento vendrán los trabajadores para cumplir el principal propósito de la cooperativa: la reinserción laboral de los smeítas que resistieron durante largos años.
El mismo propósito se persigue en lo que fue el taller eléctrico de Luz y Fuerza del Centro. Es también en el predio de Salónica, en la delegación de Azcapotzalco. Allí se le daba mantenimiento a los transformadores, tanto de distribución como de potencia; también se reparaban motores.
El taller no sólo fue saqueado, también destruido. “Se lo llevaron absolutamente todo”, consigna Martín Carrillo, quien trabajó en la empresa durante 21 años. El despojo resulta evidente: se robaron grúas, estufas de secado de los transformadores, máquinas de rebobinar, de filtrado de aceites, cuadro de pruebas, techos, regaderas, muebles sanitarios y otros útiles.
La historia se repite en donde comienza a levantarse el Parque Industrial de Xochinahuác, asiento de unidades productivas de distribución, construcción, fábricas y talleres. También se afanan en la recuperación de equipos automotrices, muebles, lámparas y todo lo que puede ser reutilizado. Además comienzan a producir gabinetes de herramientas para los carros especializados en el servicio eléctrico.
Muchos de los que allí laboran lo hacen sin recibir remuneración económica. Pero el ambiente es de trabajo, conciencia y confianza en el futuro.
Como sostiene Héctor Medina, con casi 22 años de servicios en instalación y mantenimiento de líneas energizadas: “Fue un golpe muy duro la extinción de la empresa. Pero levantaremos el Parque Industrial y lo haremos producir con los compañeros que fueron despedidos”, sentencia.
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