Para llegar a Higueral, hay que tomar un camión que sale del centro de Tuxpan, Veracruz. Sólo hay uno y sólo pasa unas cuantas veces al día, por lo que, cuando la gente va por su mandado en la mañana, debe esperar a que regrese. Ya en el camino, las múltiples piedras, subidas y bajadas hacen que las personas se sacudan en sus asientos.
La vista, que alguna vez fue hermosa, también llegó a ser un recorrido por el horror del cambio climático: árboles de naranja pelones, esqueléticos y sedientos. Ahora, lo que fue un campo rebosante de verde y muy productivo, poco a poco se recupera por sí mismo, pues la sequía se lo llevó todo. No sólo acabó con el trabajo de años de Joaquín Reyes, sino que también lo dejó en pobreza, por lo que aún no puede volver a sembrar. “Fueron como unos tres años de sequía y sequía y, entonces, las fincas productivas de fruta se empezaron a secar y a marchitarse”.
En entrevista con Contralínea, menciona que este problema lo sufre el pueblo. “A todos los que tenemos terrenos en cerros, en partes altas, les pasó, así como me pasó a mí de fincas que se secaron, así les pasó a muchos ejidatarios. Y ahora sucede que muchos compañeros no tenemos fincas”.
Veracruz es el principal productor de naranja a nivel nacional, con 1 millón 812 mil 266 toneladas durante el primer semestre de 2024, de acuerdo con el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera. En el informe, también se revela que, en el mismo periodo, este estado aportó el 64.9 por ciento de la producción de dicho fruto en el país.
Frente a este panorama, Fernando Reyes –hijo de Joaquín– busca crear un sistema de riego que se abastezca a partir del río de Tuxpan. Sin embargo, comenta que, en la zona norte, sucedió un fenómeno que nunca habían visto antes: “fue tanta la sequía, que se ingresó agua del mar al río, lo cual generó una cantidad de agua salada en la fuente de agua dulce”. Esto, explica, habría sido un problema para aquellos cultivos que funcionan con este tipo de estructura.
Además, indica que este tipo de tecnología implicaría una inversión considerable; gasto que no pueden cubrir. “En octubre [de otros años], ya empezábamos a vender tangerinas, a cargar camiones, viajes de naranja a México, pero ahorita no se carga camión. Nada. No hay. No hay compradores. ¿Por qué? Porque no hay fruta”, expresa Joaquín Reyes.
El hombre de 77 años de edad también cultiva mango y lichi. No obstante, afirma que, “cuando hay mango, no se logra vender, porque lo pagan muy barato. Igual el lichi: cuando hay, te dan el kilo a 15 pesos, y al último ya, cuando empieza a jalar el lichi, lo compran a 5 pesos”.
Al no obtener las suficientes ganancias por lo cosechado, el agricultor no puede invertir en trabajadores para la siguiente temporada. “Yo antes, cuando había entrada de dinero, traía tres, cuatro, cinco peones en mi camioneta. ¿Qué pasó ahorita? No puedo pagar un peón, porque un peón ahorita dice: ‘¿a cómo me vas a pagar? Yo gano 300 pesos diarios y yo, mi día, entro a las 8 y salgo a las 12 del día’”.
Su hijo Fernando recuerda que los agricultores sí generaban empleo en la zona. “Hay personas que se dedican al campo directamente, pero, sinceramente, si el agricultor no tiene la venta de su producto, pues no tiene la capacidad de poder dar trabajo”.
La situación se va complicando. “¿qué le hago?”, se pregunta Joaquín Reyes, pues él tampoco puede ocuparse por sí solo de sus tierras. Por su edad, sufre de desgaste de cartílago en una de sus piernas, lo cual lo obliga a usar bastón. “Yo estoy enfermo, estoy cuacho, no puedo caminar. Hago la lucha, pero no tengo entrada”.
Además, observa que la muerte de los cultivos es la muerte del pueblo: “el campo es el que hace entrada al pueblo, llevando calabazas, llevando elotes, llevando maíz, frijol. Y habiendo las secas que estaban existiendo, pues no hay nada. Entonces, el pueblo sufre; sufren los comercios, las farmacias, todo. Hasta el negocio de cantinas. Todo. Hay un decaimiento”.
La mayoría de las personas que se dedican al campo son adultos que, frente a los estragos meteorológicos causados por el cambio climático, poco van a poder hacer, explica a Contralínea Gustavo Mercado Mancera, ingeniero agrónomo, por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
De acuerdo con el Censo Agropecuario 2022, que es el más reciente con el que se cuenta hasta ahora, el 46 por ciento de los productores agropecuarios tiene entre 46 y 65 años de edad, mientras que el 26.8 por ciento son mayores de 65 años. Es decir, se trata de generaciones de adultos maduros y adultos mayores, pues los jóvenes pierden el interés de trabajar las tierras.
El ingeniero agrónomo Gustavo Mercado destaca que la solución no es sólo mecanizar el campo, pues para poder hacer eso también se requiere enseñar al campesino a usar dicha tecnología. “Tiene que ir el acompañamiento del asesor, de un ingeniero que ha estudiado, desde el inicio hasta el fin del ciclo”.
Y agrega que “una de las primeras herramientas que tiene que tener en el agricultor es datos meteorológicos para ir visualizando qué es lo que está sucediendo”, y actuar en consecuencia con los cultivos.
En eso coincide con Fernando Reyes, a quien su padre no deja de llamar “chamaco” a pesar de ya tener 36 años. El joven agricultor considera que, para enfrentarse a estos cambios, es necesario recibir asesoramiento y capacitación en las condiciones climáticas. “El conocer el clima ayuda a la parte de la preparación y ver qué pueden llegar a hacer para manejar un mejor pronóstico en la parte de su cultivo”.
La falta de alternativas para rescatar al campo mexicano se profundiza por la carencia de recursos. Joaquín Reyes explica que el poco dinero que gana lo debe destinar también a otras necesidades: “ya muchos no pueden pagar un buen médico: estamos hablando de hasta mil pesos la consulta; no pueden comprar una medicina que vale 500, hasta mil, 2 mil pesos, porque no hay dinero. Se van a las farmacias similares y a buscar los doctores que son de consultas de 30 a 50 pesos”.
Ante tal escasez monetaria, Joaquín asegura que mucha gente está esperando a que llegue la Pensión del Bienestar, cada bimestre, la cual beneficia a los adultos mayores de 65 años con 6 mil pesos. “Para seguir comiendo, porque, de lo contrario, está duro”.
De igual manera, el hombre comenta que “si no tengo nada que vender para sustituir aquí en la vida, voy a tratar de vender unos pedazos de terreno que tengo. Aunque, yo estaba pidiendo un precio, pero ahorita ya me estoy bajando a una cosa, porque la gente no ha tenido dinero. Quieren terrenos para trabajar, pero si no hay dinero para comprar caro, no hay compra. Entonces, tengo que bajarme yo a un precio bajo para que aquel amigo pueda comprar y yo pueda sustituir aquí la vida, para irla pasando. Ésa es mi jugada”.
Para su hijo Fernando Reyes, más que recibir dinero por parte del gobierno, “la cuestión es hacer ese cambio de cómo llevar a cabo los cultivos de una manera que sea más rentable para ellos”.
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