Ernesto Montero Acuña
El futuro se vislumbra como en un limbo en que los resultados del desarrollo y el control sobre recursos naturales imprescindibles se concentran en menos países y personas, mientras que la población y la pobreza aumentan.
Se eleva el precio de los alimentos, tanto en los países pobres como en los desarrollados en crisis, y a la vez se elevan los gastos militares, como negocio y como forma de dominar el hambre y al hombre, como especie, mediante las armas.
La Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por su sigla en inglés) reconoce en su informe más reciente que los precios de los alimentos permanecen altos y así se mantendrán, pues las cosechas récord apenas cubrirán el consumo, lo que ya conduce al aumento de los hambrientos en el mundo.
Se espera que la factura global por la importación de los víveres alcance un récord de 1 billón 29 mil millones de dólares estadunidenses en 2011, equivalentes a 21 por ciento más que en 2010.
Los países de bajos ingresos y con déficit de alimentos y los menos desarrollados serán los más afectados en este tipo de importaciones, pues deberán de gastar respectivamente el 27 y el 30 por ciento más en ellas.
Así, esto podría suponer aproximadamente el 18 por ciento del costo de sus compras externas, frente a un promedio mundial de cerca del 7 por ciento, debido a la desigual distribución de las riquezas en el planeta.
De acuerdo con las Perspectivas alimentarias de la FAO, presentadas el pasado 7 de junio, los precios de los productos básicos agrícolas se mantendrán altos y volátiles en 2012 también, aunque otras fuentes los estiman como crecientes durante toda la década.
La FAO subraya el fuerte descenso de las existencias frente a un modesto incremento de la producción general en la mayoría de los cultivos como motivo de la persistencia en los precios y califica los próximos meses como cruciales para determinar el comportamiento de los principales cultivos este año.
Condiciones meteorológicas, con lluvias escasas en algunos casos y demasiado abundantes en otros, pueden perjudicar los rendimientos del maíz y del trigo tanto en Europa como en Estados Unidos, donde son vitales industrialmente.
David Hallam, director de la División de Comercio y Mercados de la FAO, dice al respecto que la situación general de los cultivos agrícolas y de los productos alimenticios es de tensión, debido a precios mundiales obstinadamente altos.
Esto se considera una amenaza para muchos países de bajos ingresos y con déficit de alimentos, a pesar de que los cereales apuntan en 2011 a una cosecha récord de 2 mil 315 millones de toneladas, con un incremento del 3.5 por ciento respecto de 2010, cuando tuvieron un descenso del 1 por ciento.
Mas la demanda ha venido también en aumento, de forma que la cosecha de 2011 –incluso en niveles récord– apenas puede cubrir el consumo y conforma los precios altos.
Los elevados costos de los piensos, los brotes de enfermedades y el agotamiento de las existencias de ganado limitarán la producción mundial de carne este año a 294 millones de toneladas, tan sólo el 1 por ciento más que en 2010, y su precio alcanzó un récord en mayo pasado, el que deberá mantenerse.
En consecuencia, el doble revés de los costos altos de los alimentos y la desaceleración económica ha empujado a otros 115 millones de personas hacia la pobreza y el hambre, una estadística que contradice el primer Objetivo de Desarrollo del Milenio.
De ahí que la calificada como “fuerte subida del precio de los alimentos” se traducirá en un nuevo aumento en la cantidad de hambrientos en el mundo.
Los productos básicos se mantienen en un costo elevado en muchos países en desarrollo, lo cual dificulta todavía más la vida de los más pobres, que ya dedican entre el 60 y el 80 por ciento de sus escasos ingresos a la subsistencia.
Será necesario redoblar los esfuerzos en todos los niveles, según la FAO, para incrementar la capacidad de los agricultores ante crisis futuras (desastres naturales, volatilidad de los mercados, crisis financieras) e impulsar la productividad agrícola.
Aboga asimismo a favor de mayores inversiones –desde la asistencia oficial para el desarrollo al gasto público y las inversiones privadas– como estrategia para que la agricultura esté en condiciones de luchar contra la pobreza, el hambre y la malnutrición.
A esta cara de la moneda se añade que la carrera armamentística continuó ascendente el año pasado y aumentó su cifra billonaria.
Según el Informe anual del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), esto sucede cuando las riquezas naturales en el mundo se han convertido en una fuente de mayor tensión y las armas nucleares siguen representando un gran peligro.
“Tenemos proyecciones según las cuales los precios de los alimentos podrían duplicarse de aquí a 2020 a causa de la penuria y el cambio climático”, asegura Neil Melvin, director en el SIPRI del programa Conflictos Armados y Gestión de los Conflictos.
En su último reporte, publicado el 7 de junio, la institución refleja que las tensiones globales se incrementaron debido a la lucha por las riquezas naturales, la demanda internacional y la penuria inducida por lo que denomina cambios climáticos.
Para Melvin, “los recursos son un factor mayor de conflicto” e, incluso, si “no se puede todavía hablar de conflicto directo entre países por los recursos, hay con toda seguridad una tensión creciente que puede transformarse en conflicto”.
Subraya que “todos nuestros teléfonos portátiles contienen probablemente minerales provenientes del Congo”, un país donde la violencia en torno a las actividades mineras se generaliza.
Asimismo, el petróleo ha desempeñado un papel en las tensiones en Sudán y Libia, donde contribuyó a provocar la guerra civil.
El alza de la demanda –por el incremento de los mercados de India y China, lo que se debe considerar universalmente justo– provoca una competencia creciente en la búsqueda de recursos explotables y el aumento de los precios, aunque no es la causa esencial.
Los múltiples actos de violencia de la llamada primavera árabe fueron engendrados en gran parte “por disturbios causados por el hambre”, según el SIPRI.
A esta verdad debe añadirse la desproporcionada distribución de las riquezas entre países y en el interior de estos, lo que provoca polarizaciones catastróficas.
En cuanto a las armas nucleares, el SIPRI puntualizó que las reducciones anunciadas se han convertido en lo contrario, pues han sido ampliamente compensadas por la modernización y la multiplicación de los vectores.
De las más “de 20 mil 500 cabezas nucleares, sobre 5 mil están desplegadas y listas para ser usadas y 2 mil mantenidas en estado de elevada alerta operacional”.
Considera que países firmantes del Tratado de no Proliferación “o ya están desplegando nuevos sistemas de armas nucleares, o han anunciado su intención de hacerlo”.
India y Pakistán siguen produciendo vectores para sus cabezas nucleares y “aumentan sus capacidades para producir la materia fisible destinada al uso militar”.
El SIPRI denunció, por otro lado, que la corrupción en el comercio de armas constituye el 40 por ciento de la corrupción global.
Los gastos mundiales en armamento, encabezados por Estados Unidos, crecieron en 2010 y totalizan 1 billón 630 mil millones de dólares.
Los 100 mayores fabricantes de armas, excepto China, vendieron 401 mil millones de dólares en 2009, con récord para Estados Unidos, cuya demanda gubernamental siguió firme, respaldada por un presupuesto militar de 708 mil millones de dólares, casi el 43 por ciento del total mundial.
Se expanden los gastos y las producciones armamentísticas, por un lado, y se encarecen los alimentos, por el otro, en un mundo con población creciente, reducción de los recursos proporcionales y crisis económica incontrolada.
Para analistas, esto muestra la tendencia a desembocar en el más amplio uso de las armas para controlar a los hambrientos, mediante represiones sangrientas, como ya ocurre en países del Oriente Medio, el Magreb, otros de África y en la misma Europa.
Sin embargo, la máxima es que las armas pueden matar a los hambrientos pero no matarán el hambre, un hecho argumentado por Cuba hace varios años.
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