Trasnacionales agropecuarias imponen una nueva división internacional del trabajo donde las naciones ricas y desarrolladas venden sus excedentes en el mercado internacional y las naciones pobres y dependientes son proveedoras marginales de frutas o verduras que completan el consumo de los ricos del mundo. Este nuevo poder alimentario mundial amenaza con hambre y muerte a millones de personas
La dificultad para acceder a los alimentos es lo que sitúa a millones de personas en todo el mundo al borde de la inseguridad alimentaria. Aunque en muchas regiones del planeta la producción de alimentos aumentó, el número de personas hambrientas también creció por la falta de una distribución efectiva de esos alimentos y el rápido crecimiento de la población. Esto se traduce en la inseguridad alimentaria que, en un futuro cercano, podría generar grandes conflagraciones, advierten especialistas mexicanos y organismos internacionales.
La falta de nutrientes lleva al subdesarrollo, que trae consigo enfermedades y muerte. Asimismo, lleva a que los trabajadores tengan baja productividad y los países, cuya población está en estas condiciones, presenten bajísimos índices de competitividad internacional. La Declaración Universal de los Derechos Humanos establece, en su artículo 25, que toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, salud, bienestar y, “en especial, alimentación”.
Sin embargo, el derecho a una alimentación adecuada no es una realidad para los habitantes de ninguno de los continentes, advierten los organismos internacionales y académicos. Un gran número de países, dependientes de los alimentos que compran en el exterior, tampoco cumplen con los tres requisitos que impone la Declaración: respetar el acceso a la alimentación adecuada, evitar que empresas o particulares priven a las personas de una alimentación adecuada, facilitar y cumplir el acceso de la población a los recursos que aseguren sus medios de vida.
Actualmente, las principales instituciones relacionadas con la seguridad alimentaria en el mundo –incluyendo gobiernos y especialistas– están alarmadas por considerar que es inminente que durante 2011 se inicie una nueva etapa de la crisis global alimentaria, expresada, sobre todo, en alzas en los precios de los alimentos básicos.
Esta crisis alimentaria afecta a todo el mundo, con mayor o menor intensidad. No obstante, es una crisis donde hay ganadores y perdedores, señala Emilio Romero Polanco, coordinador del Seminario de Economía y del Tercer Mundo de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Indica que hay naciones que se han transformado en los graneros del mundo, como Estados Unidos y la Unión Europea, que resultan beneficiarios de este proceso. Esto ocurre porque ellos son los principales exportadores de granos que ahora se cotizan al alza.
Por el contrario, los principales afectados son los países pobres, en particular aquellos que carecen de petróleo y los que guardan los más altos grados de dependencia alimentaria. Esta situación impacta directamente sobre sus reservas y divisas, montos de exportaciones que deben colocar internacionalmente para seguir comprando los volúmenes de alimentos, aunque a precios mayores.
Romero señala, como una particularidad, que este fenómeno también afecta a los pobres de los países ricos. Aunque Estados Unidos sigue siendo la principal potencia hegemónica, se beneficia de la crisis alimentaria por sus grandes excedentes de granos que coloca en el mercado internacional y por ser cuna de algunas de las principales empresas trasnacionales agroalimentarias vinculadas al agrobusiness.
Apunta el investigador que, no obstante ese poderío, la escalada actual en los precios también afecta a los estadunidenses más pobres. Actualmente, hay alrededor de 40 millones de personas en ese país que viven en situación de pobreza alimentaria, es decir que sus ingresos no les permiten el acceso a la canasta básica.
Viven en condiciones de pobreza extrema similares a las que se registran en el Tercer Mundo. Se ha señalado que ahí también existe desigualdad. Como ironía, se dice que no es lo mismo ir a recoger los restos alimenticios en la basura de los barrios de Beverly Hills, California, que en Haití. La pobreza se ha globalizado: no sólo se da, como en la década de 1980, en los países pobres del mundo.
A pesar de distintos diagnósticos desarrollados por investigadores, prácticamente son ignorados en el centro de la toma de decisiones. En países como México, las autoridades han desarrollado políticas que, de manera incondicional, benefician los intereses agroalimentarios, particularmente a los estadunidenses, que en función de sus intereses remodelan el sector rural y agroalimentario en nuestro país. Romero sostiene que esto ocurre, por lo menos, desde 1982 a la fecha.
Tiene la impresión de que, en ocasiones, esos altos funcionarios vinculados a la problemática agropecuaria y alimentaria “actúan y piensan más como empleados de empresas trasnacionales que como funcionarios del Estado mexicano”.
Romero Polanco hizo una reseña crítica del informe El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo. Los precios elevados de los alimentos y la seguridad alimentaria: amenazas y oportunidades, de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, FAO (Revista Latinoamericana del Desarrollo, 156, 2009). Este documento, que revisa lo ocurrido hasta 2008 y se hizo público en 2010, señala la crisis alimentaria en que viven millones.
El investigador sostiene que desde la década de 1970 hasta la fecha, se ha ido conformando una nueva división del trabajo agroalimentaria internacional. Describe que en la actualidad, un puñado de países altamente desarrollados se transformó en los graneros del mundo, dejando a los países del Tercer Mundo el papel de mercado para sus excedentes alimentarios y como suministradores marginales de productos tropicales, flores, frutas, verduras para complementar estacionalmente el consumo doméstico del Primer Mundo.
Es decir, las naciones más poderosas del mundo, particularmente Estados Unidos, la Unión Europea, Australia, entre otros, son los principales productores, exportadores e importadores de todo tipo de alimentos. En ellos se concentra el nuevo poder alimentario mundial. Se ha estimado que cada uno de los productos que se comercializan en el mercado mundial es de dos o tres firmas trasnacionales.
Este escenario no es producto de la casualidad, sino de decisiones de Estado que se han impulsado desde los países ricos, del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional, del Banco Interamericano de Desarrollo, entre otros, inducido en países como México, refiere Romero.
“Esa política de transformar a los países pobres en mercados cautivos de esos excedentes se ha fomentado a través de políticas. La crisis alimentaria es expresión de la guerra alimentaria que se vive en el planeta. Es una parte de la lucha entre Estados por la hegemonía del mercado mundial, los conflictos por el proteccionismo entre Estados Unidos y Europa, pero también entre grandes empresas trasnacionales agroalimentarias, como Danone, General Foods, Cargill, entre otras.”
Esto se ha agudizado a partir de hechos falsos; se ha logrado convencer a los gobiernos de los países pobres de que lo eficiente era reorganizar sus sectores agroalimentarios en función de ventajas competitivas. Por ejemplo, México tiene ventajas en la producción de aguacate, melón, jitomate y ahí se les pidió concentrar todos sus recursos y olvidar la producción de granos básicos en los que no era eficiente el país.
El nuevo paradigma bajo el cual se desarrolló desde la década de 1970 consistió en el lema “es mejor comprar barato que producir caro”. Esto llevó a considerar que al país le conviene más comprar sus alimentos en el extranjero que producirlos localmente por lo barato que eran entonces. Esa producción baja se debía a la tecnología agropecuaria, los subsidios a la agricultura de los países ricos y a la creencia de que, posteriormente, los precios de los alimentos tendrían una tendencia a la baja.
Bajo esa visión, México comenzó a importar granos básicos y a concentrar sus recursos en el sector agroexportador, de donde, se pensaba, provendrían las divisas necesarias para comprar esos alimentos. “Ése era el planteamiento neoliberal” que se adoptó, sintetiza el investigador.
Ese concepto se destruyó entre 2007-2008 cuando se inició la primera etapa de la crisis global de alimentos: se manifestó con los súbitos incrementos en los productos básicos.
Ahí comenzó un nuevo momento histórico en el que los precios de las materias primas y de los alimentos fueron al alza. Las consecuencias son “brutales” en distintas regiones del mundo en el combate a la pobreza. Todos los combates internacionales de instituciones financieras, de gobiernos para abatir esa pobreza extrema y la hambruna colapsaron.
Todas las estrategias del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional fracasaron. Así lo reseña el Informe 2008 de la FAO, cuando preveía que para 2015 disminuiría a la mitad el número de pobres alimentarios en el mundo. “Estamos a cuatro años de ese objetivo, y lejos de abatirse, la cifra se disparó: de 800 millones de personas en riesgo alimentario, ahora el mundo tiene más de 1 mil millones, y enfrentan el riesgo de hambrunas”.
Felipe Torres, del Instituto de Investigaciones Económicas, señala que México es un gran dependiente de los alimentos que compra en el exterior. En años recientes, el gobierno ha importado alimentos por un valor que oscila entre 15 mil millones de pesos y 18 mil millones de pesos. Esa erogación se ha sustentado en que recibe una renta petrolera equivalente y, hasta mediados de 2008, las remesas le permitieron mantener ese modelo que ahora, en 2011, ya no será posible sostener.
Esa situación de dependencia alimentaria “es lastimosa” porque México tiene un gran potencial en recursos humanos. Desafortunadamente se condena al desempleo a millones de personas en el campo porque en éste no se ha invertido. Por esa razón, México es el país con mayor índice de vulnerabilidad alimentaria en toda América Latina; sus políticas son totalmente distintas a las que conduce Brasil con su programa Hambre Cero, señala el investigador.
El peligro de caer en una profunda dependencia alimentaria del exterior supondría una amenaza a la seguridad del país; sin embargo, esa vulnerabilidad no se contempla en el Programa para la Seguridad Nacional 2009-2012, del 20 de agosto de 2009. El documento contempla que, de acuerdo con el numeral 1.4.3 de la Ley Nacional de Seguridad, los riesgos para la seguridad nacional sólo son cuatro: conflictos políticos y sociales, pérdida de cohesión social, medio ambiente y calentamiento global, y desequilibrios en el desarrollo nacional.
En el primer caso, si los conflictos políticos y sociales “desbordan los cauces de las instituciones democráticas hacia expresiones violentas”, el Estado, con su marco legal, atenderá esas situaciones extremas. En este punto, basta observar las protestas violentas por falta de alimentos en otras latitudes.
Ante los efectos del calentamiento global, el Programa considera que, en el mediano y largo plazos, la preservación de los recursos naturales y del medio ambiente “son temas que requieren mayor actividad institucional” en el contexto nacional e internacional. Por ello, ese documento consigna que debe cuidarse el patrimonio ecológico, principalmente el agua. Añade que entre otros escenarios del cambio climático, se observan las “inundaciones y sequías”, ambos fenómenos determinantes en la baja producción de alimentos.
En 1977 se estableció la FAO en México. Esa agencia conduce las actividades internacionales para erradicar el hambre; ha realizado cerca de 177 proyectos con el gobierno mexicano. A la par, por tres décadas operó en México el Programa Mundial de Alimentos (PMA), cuyo objetivo es “ayudar a los pobres en países en desarrollo y combatir el hambre y la pobreza en todo el mundo”. Para lograrlo, el organismo de Naciones Unidas dispone de unas 3 mil toneladas de alimentos para asistir de inmediato a las víctimas de desastres naturales, guerras y otros conflictos.
A lo largo de esos 30 años de cooperación, recibieron asistencia del organismo los pobladores indígenas, así como los agricultores. El organismo cita un monto aproximado de 174 millones de pesos por ese periodo. Desde 1971, el gobierno federal suscribió con el PMA el convenio PMA/MEX–2764. El 60 por ciento de sus beneficiarios pertenece a grupos étnicos, aseguró entonces esa institución.
Bajo ese marco, en 1995 el PMA distribuyó 9 mil 525 toneladas de alimentos en Coahuila y Chihuahua, aportó 800 toneladas para Veracruz y Yucatán, así como 500 toneladas para Oaxaca. Entre 1996 y 1997, prosiguió esta actividad bajo el convenio PMA/ME; entonces, se distribuyeron 18 mil toneladas de alimentos.
El 31 de agosto de 1997, el PMA cerró su sede en este país “debido a los notables progresos” que se dieron en materia de seguridad alimentaria y a que destinó su ayuda a otros países del mundo más necesitados.
El 8 de mayo de 2008, el conjunto de organismos de Naciones Unidas que tienen representación en México emitieron un comunicado por el que solicitaban al Ejecutivo federal hacer una “aportación extraordinaria” al PMA. Esta medida, que siguió las instrucciones del secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, sería en respuesta al “dramático” aumento en los precios de los alimentos a nivel mundial y su impacto entre los más vulnerables. Estados Unidos y Japón habían realizado una aportación semejante.
El comunicado de la FAO, la Organización Mundial de la Salud, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia y el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados señalaba que la crisis alimentaria en América Latina ponía en riesgo los logros alcanzados para reducir la pobreza durante esa década. Esta situación obedecía a la “inflación de los pobres”, que se estima 3 por ciento arriba de la inflación general y afecta a las familias que destinan más de la mitad de su ingreso para adquirir alimentos, “y ahora a mayor precio”.
El 2 de julio de 2009, se anunció que el gobierno de México contribuyó con 50 mil dólares para que el PMA asistiera a unos 365 mil palestinos de Gaza, incluyendo a 50 mil niños. Ese capital proviene del Fondo Mexicano de Cooperación Internacional para el Desarrollo, que se creó por un acuerdo entre este país y la Liga de Estados Árabes para promover las relaciones árabe-mexicanas.
Para ambos organismos, actualmente hay 925 millones de personas que sufren hambre crónica en el mundo y 166 millones, subnutridas, que representan cerca del 20 por ciento del total mundial. El informe destacó que la inseguridad alimentaria amenaza a millones y que este fenómeno es representativo de una crisis prolongada.
“No sorprendería que estas crisis prolongadas se transformen en un círculo vicioso que se perpetúe”, indicaron en el prólogo del informe Jacques Diouf, director general de la FAO, y Josette Sheeran, directora ejecutiva del PMA.
Los obstáculos a la alimentación plena representan amenazas continuas y graves para las vidas y los medios de subsistencia de millones de personas, y a medida que transcurre el tiempo, puede ser más difícil recuperarse de esos desafíos, advirtieron. Para estos dos organismos, los países que están en situación de crisis prolongada “son aquellos en los que se ha señalado una crisis alimentaria durante ocho o más años entre 2001 y 2010”.
En esa definición, están los países que reciben más del 10 por ciento de la ayuda extranjera en forma de asistencia humanitaria y que figuran en la lista de países de bajos ingresos y déficit de alimentos.
En el mundo, cerca del 10 por ciento de la Ayuda Oficial al Desarrollo se otorga como asistencia humanitaria, mientras que en los países con crisis prolongadas ese porcentaje es superior, como en el caso de Somalia, que alcanza el 64 por ciento en asistencia humanitaria; Sudán alcanza el 62 por ciento. Ambos países reciben cerca del 60 por ciento del total de la asistencia humanitaria mundial.
Las zonas del planeta que ya vive en “estrés alimentario” son el Este de Guatemala, el Norte de Nicaragua y el centro-Sur de Honduras; una región que se conoce como el “corredor seco”.
En estos países centroamericanos se manifestó una disminución en la producción de granos básicos por un significativo déficit hídrico entre julio y septiembre de 2009, cuando se producen los granos básicos. Ante tal situación, las familias de la zona han reducido las raciones alimenticias –de tres a dos al día–, así como la variedad de los alimentos que consumen.
Es más pública la información sobre el desabasto alimentario en África por el alza de precios. En 2008, los países africanos pagaron hasta un 74 por ciento más por su factura de cereales y comenzaron conflictos entre la población y los gobiernos. En 2007, casi el 10 por ciento de los 3 millones de habitantes de Mauritania no pudo solventar el precio, en ascenso, del sorgo y mijo, lo que provocó revueltas en distintas ciudades.
En Marruecos, entre 2008 y 2009, ganaron protagonismo los tansikiyates (movimientos sociales contra el alza de precios de los productos de primera necesidad). En el reino marroquí, el pan subió 25 por ciento y esto acarreó graves incidentes en Sefrú.
Este año, la crisis global se expresó en Argelia, donde las protestas se originaron por el alza en los precios de alimentos, particularmente en las ciudades de Cabilia, Bejaia y Tizi Ouzou. Al concluir los primeros 10 días de enero, habían muerto dos personas y 400 resultaron heridas durante los disturbios, según cifras oficiales. En respuesta, el gobierno anunció una rebaja hasta del 41 por ciento en el precio de algunos alimentos básicos; también, que entre enero y agosto de 2011 se suspenderán provisionalmente las tarifas de aduanas y del impuesto al valor agregado sobre la importación de azúcar blanca.
La franja del Sahel, el desierto más inclemente del planeta, es escenario de las grandes hambrunas africanas. El Sur de Mauritania, el Norte de Senegal, Malí, Burkina Faso, Níger, el Norte de Nigeria, Chad y el Oeste de Sudán sufren fuertes sequías y sus cosechas son irregulares. Frente al proceso de desertificación, el incremento de la población y un intenso proceso de urbanización, sus habitantes viven con problemas alimentarios.
Según el PNUD, estos países se sitúan en los más bajos lugares del mundo en cuanto al índice de desarrollo humano. Como ejemplo, de 177 puntos, Mauritania ocupa el sitio 153; Chad, el 171; Malí y Níger, el último.
Aunque hay procesos de integración política y económica para frenar esa tendencia, como el trabajo que desarrolla el Comité Interestatal de Lucha contra la Sequía en el Sahel, su estructura aún es débil.
Para el relator especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación, Jean Ziegler, el uso de alimentos para producir biocombustibles es un “crimen contra la humanidad”. El también autor de la investigación Una Suiza libre de toda sospecha –en la que apunta los intereses de la trasnacional Nestlé– estima que los disturbios por comida que hay en todo el mundo son manifestación de la desesperación total de la gente “que teme por su vida y que, azuzada por un miedo total, sale a las calles”.
En América Latina, la situación, aunque no tan visible a nivel mundial, también presenta riesgos para la seguridad alimentaria de millones de personas. En Chile, los alimentos han registrado incrementos de hasta 34.2 por ciento; en Brasil, 23.6 por ciento. En Bolivia, el presidente Evo Morales prohibió la exportación de aceite para consolidar el consumo interno; en México, desde comienzos de la década de 2000, miles de ciudadanos reclamaron por el alza al maíz, que se reeditó este año.
El Informe 2008 de la FAO muestra a Colombia como un país en el que las fuertes lluvias ocasionaron serios daños en la agricultura y la ganadería, así como en la infraestructura habitacional.
Aunque el gobierno de Venezuela ha realizado acciones para fomentar la agricultura y la ganadería y garantizar su solvencia alimentaria, persiste su dependencia.
La bonanza petrolera que administra el gobierno bolivariano le permite, hasta ahora, sobrellevar los altos costos del mercado internacional. Johandry Alberto Hernández, de la Universidad del Zulia, afirma, en su estudio Venezuela es uno de los países que más importan alimentos en toda Latinoamérica, que no hay nada más extranjero que el pabellón criollo, platillo nacional.
El arroz, la carne, las caraotas –granos negros de una leguminosa local?, el aceite y otros ingredientes que confeccionan este platillo se adquieren en el mercado internacional, “lo mismo ocurre con otros alimentos de la canasta básica”, indica el autor del estudio publicado el 7 de julio de 2009.
A su vez, Japón parece ser el único país de Asia occidental con autosuficiencia alimentaria debido a sus políticas. La producción de arroz, base de la dieta en esa parte del mundo, descendió en Australia por la intensa sequía; de ahí que India, Vietnam y Tailandia restringieran sus exportaciones.
A pesar de esa medida, India enfrenta otro desafío alimentario: sus 1 mil 100 millones de habitantes tienen una dieta vegetariana y la mayoría no puede adquirir las verduras y legumbres por el aumento de sus precios. En reacción, el gobierno limitó la exportación de arroz Basmati –el de mejor calidad, cuya producción más alta se disputan India y Pakistán? y eliminó la importación de aceites comestibles.
Otros vulnerables alimentarios son los habitantes de Bangladesh, de Camboya y Filipinas, pues son incapaces de hacer frente al incremento en el precio del arroz, que se cotiza a casi 1 euro por kilogramo.
Sin que ninguna cifra coincida, los organismos internacionales señalan que, en América Latina, unos 53 millones de personas padecen desnutrición, producto de la escalada de precios en los alimentos desde 2008. En 2009, empeoró la situación cuando estalló la crisis financiera internacional y los créditos a las empresas y el empleo se redujeron. Además, toda la región sufrió por el desplome de las remesas que provienen de los migrantes centroamericanos que trabajan en Europa y Estados Unidos.
El escenario del hambre en América Latina y el Caribe se complica porque es multifactorial, coinciden en señalar Emilio Romero y Felipe Torres, del Instituto de Investigaciones Económicas. En esa zona, coexisten diferentes modelos agrarios, falta tecnología, disminuyen las tierras productivas y va en aumento la actividad de las agroindustrias trasnacionales.
Como resultado, en varios países hubo protestas que exigían a sus gobiernos alimentos a precios accesibles. Por ello, en la Cumbre de Lima 2008, los mandatarios latinoamericanos reclamaron a los líderes europeos imponer medidas urgentes y efectivas para paliar la crisis alimentaria que se anunciaba.
Hugo Chávez, presidente de Venezuela, y Alan García, presidente de Perú, propusieron entonces la creación de un fondo internacional para adquirir semillas, maquinaria y tecnología que asegure la provisión de alimentos. A su vez, Evo Morales, mandatario de Bolivia, propuso otorgar “créditos cero”, es decir sin intereses, para que a los países más afectados por el hambre les sean accesibles los productos.
Dos años después, el escenario era peor. En mayo de 2010, la FAO lanzó una alerta sobre la creciente falta de alimentos en Centroamérica. Se anunció que, en los últimos 20 años, en la región creció la inseguridad alimentaria.
En el istmo centroamericano, aumentó 10 por ciento la zona para cultivar cereales entre 1987 y 2006 –unas 2.9 hectáreas?; sin embargo, la población tuvo un incremento de 46 por ciento. Además, el aumento en los cultivos no se acompañó del crecimiento en la productividad, manifestó el año pasado Fernando Soto, oficial de Políticas Agrícolas de la Oficina para América Latina de la FAO. Ese escenario se agrava por la sequía de la zona oriental de Centroamérica, que llevó a Soto a declararla como “zona de desastre humanitario”.
Categorías de países en crisis alimentaria
- Ø Países que hacen frente a un “déficit excepcional de producción o de los suministros totales de alimentos” como consecuencia de la pérdida de cosechas, catástrofes naturales, interrupción de las importaciones, desorganización de la distribución, pérdidas excesivas después de la cosecha, u otros problemas de abasto.
- Ø Países con una “falta de acceso generalizada” de alimentos, en los que la mayoría de la población no puede comprar alimentos en los mercados locales porque tiene ingresos muy bajos frente a precios excepcionalmente altos de los suministros o, incluso, a la imposibilidad de circular dentro del país.
- Ø Países con “grave inseguridad alimentaria localizada” debido a la afluencia de refugiados, a la concentración de desplazados en el interior del país, o a la existencia de zonas en las que las pérdidas de las cosechas coinciden con una profunda pobreza.
Perspectivas para 2011
En las Perspectivas de cosechas y situación alimentaria, del Sistema Mundial de Información y Alerta sobre la Agricultura y la Alimentación que divulgó en diciembre de 2010, se estimó que más de la mitad de los países de África tiene un “déficit excepcional de producción o de los suministros totales de alimentos”.
Benin, Chad, Congo, Costa de Marfil, Eritrea, Etiopía, Guinea, Kenia, Liberia, Madagascar, Mozambique, Níger, República Centroafricana, República Democrática del Congo, Sierra Leona, Somalia, Sudán, Uganda, Zimbabue son algunos de ellos.
El organismo identifica dos países latinoamericanos con “grave inseguridad alimentaria”: Colombia y Haití; en Asia, Irak, Mongolia, Afganistán, Kirguistán, República Popular de Democrática de Corea, Pakistán y Yemen.
- En 2010, la producción mundial de cereales se cifró en 2 mil 229 millones de toneladas, un poco arriba del pronóstico de noviembre, pero 1.4 por ciento menos que el año anterior.
- La mayor disminución se registra en los principales países exportadores, mientras que en los países de bajos ingresos y con déficit de alimentos se pronostica que la producción aumentará en 2.5 por ciento. Esto significaría un crecimiento sostenido por tercer año consecutivo. El mayor incremento se estima para África, donde se prevén “cosechas sin precedentes” en todas las subregiones, excepto en la zona Norte.
- Para el trigo, se estima que será “algo superior” al año anterior. La producción mundial de ese cereal dependerá de las condiciones atmosféricas.
- Los precios del trigo y el maíz son más altos 50 por ciento que hace un año. En lo que resta de la campaña comercial de 2011, la evolución de los precios de los cereales dependerá de las perspectivas para las cosechas del ciclo 2010-2011.
- En general, los precios internos de los cereales secundarios han disminuido en los países en desarrollo y permanecen bajos en África, pero en Asia los precios del arroz aumentan.
- A pesar de las cosechas de cereales abundantes o sin precedentes obtenidas en 2010 en la mayoría de las regiones, 29 países enfrentan dificultades alimentarias y necesitan asistencia exterior.
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