Mallika Aryal/IPS
Radhika Thapa tenía 16 años de edad cuando se casó con un joven de 21. Tres años después está en los últimos meses de embarazo aunque ya tuvo dos abortos espontáneos.
“La primera vez que concebí tenía sólo 16 años. No tenía mucha idea sobre cómo era tener bebés, nadie me dijo qué hacer”, relata a Inter Press Service (IPS) mientras atiende a los clientes en la pequeña verdulería que tiene con su esposo en el poblado de Champi, a unos 12 kilómetros de Katmandú.
“La segunda vez tampoco estaba preparada, pero mi esposo quería un bebé así y quise dárselo”, reconoce.
La situación de Thapa es un escenario aceptado en Nepal, el país con mayor número de matrimonios precoces en el mundo.
En promedio, dos de cada cinco adolescentes se casan antes de los 18 años, la edad legal para contraer matrimonio con permiso de los padres, y 21 sin él. Pero rara vez se cumple la norma, en especial en las zonas rurales.
Varios estudios muestran que el matrimonio precoz es común en las comunidades más pobres y con menos acceso a la educación.
La Encuesta de salud y demografía de Nepal de 2011 indica que el 17 por ciento de las adolescentes casadas entre los 15 y 19 años están embarazadas o ya son madres.
De hecho, la investigación muestra que las madres adolescentes dan a luz a 81 de cada 1 mil bebés nacidos en Nepal.
El estudio también señala que un 86 por ciento de las adolescentes casadas no usa ningún tipo de anticonceptivo, lo cual hace muy difícil espaciar los embarazos.
“Hablamos de niñas que paren niños”, remarca Giulia Vallese, representante en Nepal del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA, por su sigla en inglés), en entrevista con IPS.
Preocupado por tendencias como la de Nepal, el UNFPA aprovechó para subrayar el tema del embarazo adolescente en el Día Mundial de la Población, celebrado cada año el 11 de julio.
“Hay 16 millones de adolescentes entre 15 y 19 años que dan a luz anualmente en el mundo. Nunca tuvieron la oportunidad de planificar su embarazo. Es un problema de desarrollo que supera al de la salud”, subraya Vallese.
El embarazo adolescente es un asunto de vida o muerte. Las menores de 15 años tienen cinco probabilidades más de morir durante el parto que las veinteañeras.
La mayor causa de muerte para las adolescentes son las complicaciones que sobrevienen durante el parto; tienen un mayor riesgo de padecer, por ejemplo, una fístula obstétrica o prolapso uterino.
Además “el primer hijo de una madre de entre 12 y 20 años tiene mayor riesgo de sufrir problemas de desarrollo o tener bajo peso, anemia o hasta de morir antes de los 5 años”, precisa Vallese.
Menos visible, pero igual de problemático, son las complicaciones sociales que deben atravesar las madres adolescentes.
“Cuando las niñas están embarazadas dejan de estudiar, lo que redunda en falta de oportunidades de empleo y por lo tanto en pobreza”, explica Bhogedra Raj Dotel, de la división estatal de planificación familiar y salud sexual y reproductiva adolescente.
Menuka Bista, de 35 años, trabaja como voluntaria en salud comunitaria en Champi, donde supervisa 55 hogares. Ayuda a Thapa y se asegura que tenga un embarazo saludable.
“Radhika [Thapa] tiene formación, sabe que necesita ir al médico y comer alimentos nutritivos para la salud de su bebé, pero no toma decisiones sobre su cuerpo: lo hacen su marido y sus parientes políticos”, dice Bista a IPS.
Varios estudios confirman esa tendencia. Según Dotel, los maridos y la familia política toman las decisiones sobre la salud reproductiva de las mujeres, desde el hospital donde se atienden hasta en dónde van a parir.
Por eso, Vallese considera que es importante trabajar y capacitar a los esposos y a sus familias sobre temas de derechos y salud reproductiva.
Otro problema que subrayan los expertos es que casi toda la política nacional nepalí sobre este tema se pensó partiendo de la suposición de que el embarazo adolescente es un asunto que afecta sólo a las mujeres casadas. Pero ignora que este grupo etario tiene relaciones sexuales fuera del matrimonio, remarca Vallese.
El uso generalizado de internet y teléfonos móviles, sumado a la ola de varones jóvenes que emigran del campo a la ciudad, derivó en la existencia de “una significativa población adolescente que tiene relaciones sexuales”, observa.
Ya sea que las adolescentes estén casadas o no, la educación sexual desempeña un papel importante en la disminución de los embarazos.
La educación sexual forma parte del programa nacional a partir de sexto grado, pero los maestros no están capacitados y no se sienten cómodos tratando estos asuntos. Cuando dentro del aula surgen temas relacionados, la mayoría de ellos evade el tema de la reproducción a trabajadores de la salud.
“Existe la percepción general de que enseñar salud sexual a las niñas las vuelve promiscuas, pero resulta que ocurre exactamente lo contrario”, indica Shova KC, presidenta de una cooperativa local que trabaja con mujeres en Champi.
Por su parte, especialistas en salud pública critican al gobierno por no ejecutar las políticas existentes que podrían evitar a miles de adolescentes el trauma de atravesar embarazos y partos complicados a temprana edad.
Fuente: Contralínea 348 / agosto 2013
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