Thierry Meyssan/Red Voltaire
El 13 de junio de 2013, el vocero del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos anunciaba que se había violado la línea roja: las pruebas acumuladas por franceses y británicos demostraban que la Siria de Bashar al-Assad había utilizado armas químicas contra su propio pueblo. El nuevo mando conjunto de las fuerzas terrestres de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) fue activado de inmediato. La guerra era inminente.
Un mes más tarde, la enérgica determinación de Occidente se ha desvanecido. La prensa de los países de la OTAN descubre con espanto que la oposición armada en Siria se compone de fanáticos odiados por la gran mayoría de los sirios… Cosa que la Red Voltaire ha venido documentando desde hace 2 años.
¿Qué es lo que ha convertido la guerra “de liberación” de Siria en este enorme caos? El hecho es que en 1 mes nada ha cambiado. El Ejército Árabe Sirio nunca utilizó armas químicas contra los “rebeldes”. Y estos últimos no se han “radicalizado”. Lo que sí está sucediendo es que el plan estadunidense que ya habíamos expuesto desde este espacio –en noviembre de 2012– está concretándose lentamente. Descripción de la actual etapa: abandono de la oposición armada.
Todo esto nos confirma el agotamiento del imperialismo anglosajón. La aplicación práctica de las decisiones ya tomadas en Washington se produce con extrema lentitud. Ese proceso pone de relieve la ceguera de los medios de prensa occidentales, que ignoran esas decisiones adoptadas hasta que éstas acaban traduciéndose en hechos. Incapaces de analizar las realidades del mundo que tienen ante sus ojos, esos medios se obstinan en repetir y dar crédito a las consignas de la “comunicación política”.
Es por ello que lo que ya escribí hace meses, y que la prensa dominante calificaba entonces de “teoría del complot”, se convierte ahora en la evidencia misma para esa prensa…, con 10 meses de retraso. Eric Schmitt escribe púdicamente en The New York Times que “los planes de la administración estadunidense son mucho más limitados de lo que [la propia administración] declaraba en público y en privado”. Mientras que David Ignatius titula crudamente en el Washington Post: “Washington da calabazas a los rebeldes sirios”. Esperaban armas antitanque y recibieron morteros de 120 milímetros. Les habían prometido aviones y recibieron fusiles kalachnikov. Las armas llegan en cantidades, pero no para derrocar a Bashar al-Assad, sino para que se maten entre sí hasta que no quede ni uno.
Y para que no queden dudas, el director de la Agencia Central de Inteligencia estadunidense, John Brennan, y el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, convencieron al Congreso –a puertas cerradas– de que no era buena idea enviar armas decisivas a los grupos armados que operan en Siria. Mientras tanto, en Londres, la Cámara de los Comunes sigue el mismo camino. Y en París, los diputados Alain Marsaud y Jacques Myard tratan –por otras razones– de encaminar la Asamblea Nacional francesa en el mismo sentido de rechazo Occidental a seguir respaldando a los “rebeldes”.
Sin la menor vacilación, el ministro francés de Relaciones Exteriores, Laurent Fabius –el mismo que en diciembre de 2012 deploraba la decisión de Estados Unidos de incluir el Frente al-Nusra en su lista de organizaciones terroristas, declarando además que los hombres de al-Nusra “hacen un buen trabajo en el terreno” [sic]– pidió ahora a la Organización de las Naciones Unidas que incluya a ese grupo en la lista internacional de organizaciones terroristas. Y Manuel Valls, el ministro francés del Interior, declara ante las cámaras de France 2 que los franceses que luchen en Siria junto a sus exaliados islamistas serán arrestados y juzgados a su regreso a Francia.
Así se precisa la conferencia de Ginebra 2, de la que se viene hablando desde hace 1 año. Los principales obstáculos venían de la Coalición Nacional, que exigía, respaldada por Catar, la capitulación previa de Bashar al-Assad. Las objeciones venían también de los franceses y los británicos, que se negaban a aceptar a Arabia Saudita e Irán en la mesa de negociación.
Por su parte, los anglosajones sacaron del juego a Catar, el micro-Estado productor de gas que les servía para disimular la alianza entre la OTAN y la Hermandad Musulmana. Y han dejado el manejo de los “rebeldes” en Siria únicamente en manos de Arabia Saudita, mientras se dedican a desacreditar a los “rebeldes” internacionales a través de la prensa. Con rey Abdullah o sin él, Riad tendría también que aceptar la negociación.
En lo que constituye una falsa sorpresa, y a la insistente demanda del secretario de Estado estadunidense, John Kerry, la Autoridad Palestina aceptó retomar las negociaciones con Israel, aunque el Estado hebreo siga adelante con su política de colonización de los territorios.
A no ser que se produzca algún acontecimiento inesperado en Egipto o en Túnez, no deberían subsistir, dentro de 2 o 3 meses, obstáculos importantes para la celebración de Ginebra 2, el “nuevo Sykes-Picot” ampliado, denominación que hace referencia a los acuerdos secretos en los que Francia y el Reino Unido se repartieron Oriente Medio durante la Primera Guerra Mundial. En el marco de la nueva conferencia de Ginebra, Estados Unidos y Rusia se repartirán el Norte de África y el Levante, en detrimento de Francia y dividiendo la región en zonas cuyo control podrían garantizar subcontratando la influencia de sauditas (sunnitas) e iraníes (chiítas).
Después de haber forzado la abdicación del emir de Catar y de abandonar a los “rebeldes” en Siria, Washington se apresta ahora a retirar su apoyo regional a Francia, otro de sus fieles aliados, que habrá pasado por lo tanto 2 años ensuciándose las manos para quedarse finalmente sin la menor compensación. Ésa es la cínica ley del imperialismo.
Fuente: Contralínea 346 / agosto 2013
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