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Siria: centro de la guerra del gas en el Oriente Medio

Publicado por
Red Voltaire

La agresión mediática y militar contra Siria está directamente relacionada con la competencia mundial por los recursos energéticos. En momentos en que se derrumba la Eurozona, en que una grave crisis económica ha llevado a Estados Unidos a acumular una deuda que sobrepasa los 14 mil 940 billones de dólares, y cuando la influencia de ese país declina ante las potencias emergentes del BRICS, resulta evidente que el éxito económico y el predominio político reside en el control de la energía del siglo XXI: el gas. Siria se ha convertido en blanco precisamente porque se halla en medio de la más importante reserva de gas del planeta. El petróleo fue la causa de las guerras del siglo XX; hoy estamos viendo el surgimiento de una nueva era: la de las guerras del gas

Imad Fawzi Shueibi/Red Voltaire
Damasco, Siria. Con la caída de la Unión Soviética, los rusos se dieron cuenta de que la carrera armamentista los había dejado exangües, sobre todo por falta del aprovisionamiento energético que todo país industrializado necesita. Estados Unidos, por el contrario, había logrado desarrollarse e imponer sin mucha dificultad su política internacional gracias a su presencia –de décadas– en las zonas petrolíferas. Los rusos decidieron entonces posicionarse en las fuentes energéticas, tanto en las que producen petróleo como en las productoras de gas. Considerando que, debido a su repartición internacional, el sector petrolero no ofrecía buenas perspectivas, Moscú apostó por el gas, por su producción, su transporte y su comercialización a gran escala.
La partida comenzó en 1995, cuando Vladimir Putin trazó la estrategia de Gazprom: partir desde las zonas gasíferas de Rusia hacia Azerbaiyán, Turkmenistán, Irán (para la comercialización), hasta el Oriente Medio. La verdad es que los proyectos North Stream y South Stream demostrarán ante la historia el mérito y los esfuerzos de Putin por situar nuevamente a Rusia en la arena internacional y por desempeñar un papel importante en la economía europea, que durante las próximas décadas dependerá del gas como alternativa al petróleo o como complemento de éste, dando la prioridad al gas por encima del petróleo. A partir de entonces, era urgente para Washington instrumentar el proyecto Nabbuco, como competidor de los proyectos rusos y con la esperanza de desempeñar un papel decisivo en la determinación de la estrategia y la política para los próximos 100 años.
El hecho es que el gas será la principal fuente de energía del siglo XXI, como alternativa ante la reducción de las reservas mundiales de petróleo y, al mismo tiempo, como fuente de energía no contaminante. El control de las zonas gasíferas del mundo por parte de las antiguas potencias y de las potencias emergentes es el elemento que da origen a un conflicto internacional con manifestaciones de carácter regional.
Es evidente que Rusia ha sabido leer las cartas y que ha aprendido las lecciones del pasado, ya que el factor que provocó el derrumbe de la Unión Soviética fue precisamente la falta de control de los recursos energéticos globales, indispensables para inyectar el capital y la energía que necesita la estructura industrial. Rusia ha comprendido además que el gas está destinado a ser la fuente energética del próximo siglo.

La partida de ajedrez del gas

Una primera ojeada al mapa del gas revela que ese recurso se halla en las siguientes regiones, tanto en lo tocante a la situación de los yacimientos como al acceso a las zonas de consumo: Rusia (Vyborg y Beregvya); anexo a Rusia (Turkmenistán); en los alrededores más o menos inmediatos de Rusia (Azerbaiyán e Irán); arrancado a Rusia (Georgia); Mediterráneo oriental (Siria y Líbano), Catar y Egipto.
Moscú trabajó rápidamente sobre dos ejes estratégicos: el primero, la creación de un proyecto sino-ruso a largo plazo basado en el crecimiento económico del bloque de Shangai; el segundo es garantizar el control de los recursos gasíferos. Se sentaron así las bases de los proyectos South Stream y North Stream, frente al proyecto estadunidense Nabucco, respaldado por la Unión Europea, que apuntaba al gas del Mar Negro y de Azerbaiyán. Una carrera estratégica por el control de Europa y de los recursos gasíferos se estableció entre los proyectos de ambas partes.

Los proyectos de Rusia

El proyecto North Stream conecta directamente a Rusia con Alemania a través del Mar Báltico, hasta Weinberg y Sassnitz, sin pasar por Bielorrusia. El proyecto South Stream comienza en Rusia, atraviesa el Mar Negro hasta Bulgaria y se divide pasando por Grecia y el Sur de Italia, por un lado, y por Hungría y Austria, por el otro.

Nabucco, el proyecto de EU

El proyecto Nabucco parte de Asia central y de los alrededores del Mar Negro, pasa por Turquía –donde se sitúa la infraestructura de almacenamiento– y recorre Bulgaria; atraviesa Rumania, Hungría y llega hasta Austria, desde donde se dirige hacia la República Checa, Croacia, Eslovenia e Italia. Originalmente debía pasar por Grecia, idea que se abandonó debido a la presión de Turquía.
Se suponía que Nabucco debía ser el competidor de los proyectos rusos. Nabucco estaba previsto para 2014, pero diversos problemas técnicos provocaron que se pospusiera hasta 2017. A partir de esa postergación, el proyecto ruso comenzó a ganar la batalla por el gas, pero cada parte trata siempre de extender su propio proyecto hacia nuevas zonas.
Lo anterior tiene que ver por una parte con el gas iraní que Estados Unidos pretendía incorporar al proyecto Nabucco conectándolo al punto de almacenamiento de Erzurum, en Turquía. Y también tiene que ver con el gas proveniente del Mediterráneo oriental, es decir, Siria, Líbano e Israel.
Pero en julio de 2011, Irán firmó varios acuerdos para el transporte de su gas a través de Irak y de Siria. Por consiguiente, Siria se convierte así en el principal centro de almacenamiento y producción, vinculado además con las reservas de Líbano. Se abre así un espacio geográfico, estratégico y energético completamente nuevo que abarca Irán, Irak, Siria y el Líbano. Los obstáculos que ese nuevo proyecto enfrenta desde hace más de un año dan una idea del grado de intensidad de la lucha que se está desarrollando por el control de Siria y del Líbano. Y al mismo tiempo aclaran el papel que ha venido desempeñando Francia, país que considera el Mediterráneo oriental como su propia zona de influencia histórica, destinada por lo tanto a satisfacer los intereses franceses, y donde Francia necesita recuperar el terreno perdido desde la Segunda Guerra Mundial. En otras palabras, Francia pretende desempeñar un papel en el mundo del gas donde, después de adquirir en Libia una especie de “seguro médico”, ahora pretende obtener un “seguro de vida” a través de Siria y del Líbano.
Turquía, por su parte, se siente excluida de esta guerra del gas debido al retraso del proyecto Nabucco y porque no tiene nada que ver con los proyectos South y North Stream. El gas del Mediterráneo oriental parece escapársele inexorablemente a medida que se aleja del proyecto Nabucco.

El eje Moscú-Berlín

Para concretar sus dos proyectos, Moscú creó la sociedad Gazprom en la década de 1990. Alemania, deseosa de liberarse de una vez por todas de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, se preparó para incorporarse a ambos proyectos, tanto en materia de instalaciones como de revisión del gasoducto Norte o de las instalaciones de almacenamiento del conducto South Stream en su zona de influencia, principalmente en Austria.
La empresa Gazprom fue fundada con la cooperación de Hans-Joachim Gornig, un alemán conocido en Moscú, exvicepresidente de la compañía alemana de petróleo y de gas industrial que supervisó la construcción de la red de gasoductos de la entonces República Democrática Alemana. Hasta octubre de 2011, el director de Gazprom fue Vladimir Kotenev, exembajador de Rusia en Alemania.
Gazprom firmó numerosas transacciones con empresas alemanas; en primer lugar con las que cooperan con el proyecto North Stream, como los gigantes E.ON, del sector de la energía, y BASF, del sector de los productos químicos. En el caso de E.ON existen cláusulas que garantizan tarifas preferenciales en caso de alza de precios, con lo cual Rusia concede una especie de subvención “política” a las empresas del sector energético alemán.
Moscú aprovechó la liberalización de los mercados europeos del gas para forzarlos a desconectar las redes de distribución de las instalaciones de producción. Ya superados los antiguos enfrentamientos entre Rusia y Berlín, se abrió una fase de cooperación económica basada en aligerar la enorme deuda que pesaba sobre los hombros de Alemania, la de una Europa excesivamente endeudada por el yugo estadunidense. Se trata de una Alemania que considera que el espacio germánico (Alemania, Austria, República Checa y Suiza) está destinado a convertirse en el centro de Europa, sin tener que soportar las consecuencias del envejecimiento de todo el continente, ni las de la caída de otra superpotencia.
Gazprom otorgó a sus principales socios alemanes participaciones en sus activos rusos nunca vistas anteriormente. De esta forma BASF y E.ON controlan, cada una, cerca de la cuarta parte de los campos gasíferos de Lujno-Rousskoie que alimentarán en gran parte el circuito North Stream. Y no se trata de una simple coincidencia si la equivalente alemana de Gazprom, llamada la “Gazprom germana”, llegará a ser dueña del 40 por ciento de la compañía austriaca Austrian Centrex Co, que se especializa en el almacenamiento de gas y que está destinada a ampliarse hacia Chipre.
Esta expansión no es ciertamente del agrado de Turquía, país muy necesitado de participar en el proyecto Nabucco. Esa participación consistiría en almacenar, comercializar y transportar un volumen de gas que alcanzaría los 31 mil millones de metros cúbicos de gas al año, cifra que se elevaría posteriormente a 40 mil millones al año. El proyecto que hace que Ankara sea cada vez más dependiente de las decisiones de Washington y de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), sobre todo teniendo en cuenta los repetidos rechazos a sus pedidos de incorporación a la Unión Europea.
Los vínculos estratégicos que determina el gas son cada vez más decisivos en el plano político debido al cabildeo de Moscú en el Partido Socialdemócrata Alemán en Renania del Norte-Westfalia, importante base industrial y centro del conglomerado alemán RWE, proveedor de electricidad y filial de E.ON.
Hans-Joseph Fell, responsable de las políticas energéticas de los Verdes, ha reconocido la existencia de esa influencia. Según el propio Fell, las cuatro empresas alemanas vinculadas a Rusia tienen un importante papel en la definición de la política energética alemana. Estas empresas se apoyan en el Comité de Relaciones Económicas de Europa del Este, es decir, en empresas que mantienen contactos económicos muy estrechos con Rusia y con los países del antiguo bloque soviético. Comité que dispone a su vez de una red muy compleja de influencias sobre los ministros y la opinión pública. En Alemania, sin embargo, la discreción es la regla en lo que toca a la creciente influencia de Rusia, con base en el principio de que es altamente necesario mejorar la “seguridad energética” de Europa.
Es interesante subrayar que Alemania considera que la política de la Unión Europea destinada a resolver la crisis del euro puede llegar a obstaculizar las inversiones germano-rusas. Esta razón, entre otras, explica el desgano de Alemania ante el salvamento del euro, moneda ya muy lastrada por las deudas europeas, a pesar de que el bloque germánico podría soportar esas deudas él solo. Además, cada vez que los europeos se oponen a su política hacia Rusia, Alemania afirma que los utópicos planes de Europa no son realizables y que incluso pudieran llevar a Rusia a vender su gas en Asia, lo cual pondría en peligro la seguridad energética europea.
Este consorcio de intereses germano-rusos tiene sus bases en la herencia de la Guerra Fría, a raíz de la cual 3 millones de rusoparlantes viven actualmente en Alemania, conformando así la mayor comunidad extranjera en ese país, sólo después de la comunidad turca. Putin también era favorable a la utilización de la red de exrresponsables de la República Democrática Alemana, que favorecieron los intereses de las compañías rusas en Alemania, sin entrar a mencionar el reclutamiento de exagentes de la Stasi (el Ministerio para la Seguridad del Estado alemán), como los directores de personal y finanzas de Gazprom Germania, así como el director financiero del Consorcio North Stream, Warnig Matthias quien, según el Wall Street Journal, ayudó a Putin en el reclutamiento de espías en Dresde en la época en que el propio Putin era agente del KGB (Comité para la Seguridad del Estado, la agencia de inteligencia de la antigua Unión Soviética). Hay que reconocer, sin embargo, que el uso que Rusia ha dado a sus antiguas relaciones no ha sido perjudicial para Alemania, ya que los intereses de ambas partes se han visto beneficiados sin favoritismo para ninguna de las dos.
El proyecto North Stream, principal vínculo entre Rusia y Alemania, fue inaugurado recientemente con una conductora que costó 4 mil 700 millones de euros. Aunque ésta conecta a Rusia con Alemania, dado el reconocimiento por parte de los europeos del hecho de que ese proyecto garantizaba la seguridad energética de Europa, Francia y Holanda se vieron obligadas a declarar que se trataba, en efecto, de un proyecto “europeo”. Es importante mencionar que el señor Lindner, director ejecutivo del Comité Alemán para las Relaciones Económicas con los Países de Europa del Este, declaró, con toda la seriedad del mundo, que se trataba efectivamente de “un proyecto europeo y no de un proyecto alemán y que [el proyecto] no encerraría a Alemania en una mayor dependencia con respecto a Rusia”. Esa declaración subraya la inquietud que suscita el incremento de la influencia rusa en Alemania. Lo cierto es que el proyecto North Stream es, por su estructura, moscovita y no europeo.
Los rusos pueden paralizar a su antojo la distribución de energía en Polonia y en varios países más y estarán en condiciones de vender el gas al mejor postor. Sin embargo, la importancia que Alemania reviste para Rusia reside en el hecho de que Alemania es la plataforma que Rusia necesita para desarrollar su estrategia continental, sobre todo teniendo en cuenta que Gazprom Germania posee partes en 25 proyectos cruzados, en países como Gran Bretaña, Italia, Turquía y Hungría. Lo anterior nos hace decir que Gazprom está destinada a convertirse, en algún tiempo, en una de las empresas más importantes del mundo, si no es que se convierte en la más importante.

Nuevo mapa de Europa, nuevo mapa del mundo

Los dirigentes de Gazprom no sólo han desarrollado su proyecto sino que también se las han arreglado para contrarrestar el proyecto Nabucco. Gazprom posee el 30 por ciento del proyecto consistente en la construcción de una segunda línea conductora de gas hacia el Este, siguiendo más o menos el mismo trazado que Nabucco. Los propios partidarios de esa segunda conductora confiesan que se trata de un proyecto “político” destinado a proporcionar una demostración de fuerza al frenar e incluso bloquear el proyecto Nabucco. Moscú se esforzó además por comprar gas en Asia central y en el Mar Caspio para enterrar ese proyecto y ridiculizar política, económica y estratégicamente a Washington.
Gazprom está explotando instalaciones vinculadas al gas en Austria, es decir, en el entorno estratégico de Alemania, además de alquilar instalaciones en Gran Bretaña y Francia. Son, sin embargo, las importantes estructuras de almacenamiento en Austria las que servirán para rediseñar el mapa energético de Europa, ya que alimentarán a Eslovenia, Eslovaquia, Croacia, Hungría, Italia y Alemania. A esas instalaciones hay que agregar el centro de almacenamiento que Gazprom está construyendo en Katrina con la cooperación de Alemania, para poder exportar el gas hacia los grandes centros de consumo de Europa occidental.
Gazprom creó una instalación común de almacenamiento con Serbia para proporcionar gas a Bosnia-Herzegovina y a la propia Serbia. También se han realizado estudios de factibilidad sobre métodos de almacenamiento similares en la República Checa, Rumania, Bélgica, Gran Bretaña, Eslovaquia, Turquía, Grecia e incluso en Francia. Gazprom fortalece así la posición de Moscú, proveedor del 41 por ciento del gas que se consume en Europa. Esto representa un cambio sustancial en las relaciones entre el Este y el Oeste a corto, mediano y largo plazo. Presagia, además, un declive de la influencia estadunidense representada por los escudos antimisiles, y se avizora el establecimiento de una nueva organización internacional cuyo pilar fundamental será el gas. Para terminar, todo esto explica la intensificación de la lucha por el gas, desde la costa oriental del Mediterráneo hasta el Oriente Medio.

Nabucco y Turquía, en dificultades

Se suponía que Nabucco transportaría gas hacia Austria a través de 3 mil 900 kilómetros de territorio turco y estaba concebido para proporcionar anualmente a los mercados europeos 31 mil millones de metros cúbicos de gas natural proveniente del Oriente Medio y de la cuenca del Caspio. El apuro de la coalición OTAN-Estados Unidos-Francia por eliminar los obstáculos que se oponían a sus intereses en materia de aprovisionamiento en gas en el Oriente Medio, esencialmente en Siria y Líbano, reside en la necesidad de garantizar la estabilidad y el consentimiento del entorno cuando se habla de las infraestructuras e inversiones que exige la industria del gas. La respuesta siria fue firmar un contrato para trasladar el gas iraní hacia su territorio, pasando por Irak. La batalla se focaliza, por lo tanto, alrededor del gas sirio y del gas libanés. ¿Alimentará a Nabucco o a South Stream?
El consorcio Nabucco se compone de varias empresas: la alemana REW, la austriaca OML, la turca Botas, la búlgara Energy Company Holding y la rumana Transgaz. Hace cinco años, los costos iniciales se estimaban en 11 mil 200 millones de dólares, pero de aquí a 2017 podrían elevarse a 21 mil 400 millones. Esto plantea numerosas interrogantes en cuanto a su viabilidad económica, ya que Gazprom ha logrado contratos con varios países que debían alimentar a Nabucco, que no podrá contar ya con los excedentes de Turkmenistán, sobre todo luego de los infructuosos intentos por apoderarse del gas iraní. Este último factor es uno de los secretos que se desconocen sobre la batalla por Irán, país que traspasó la línea roja en su desafío a Estados Unidos y Europa al escoger Irak y Siria como trayectos para el transporte de una parte de su gas.
Así que la mayor esperanza de Nabucco es aprovisionarse con el gas de Azerbaiyán y el yacimiento de Shah Deniz, convertido en casi la única fuente de aprovisionamiento de un proyecto que parece haber fracasado sin haber comenzado. Eso es lo que se desprende, por un lado, de la aceleración de la firma de contratos que Moscú ha concluido para la compra de fuentes inicialmente destinadas a Nabucco y de las dificultades surgidas; por otro lado, al tratar de imponer cambios geopolíticos en Irán, Siria y Líbano. Y todo esto se produce en momentos en que Turquía reclama su tajada en el proyecto Nabucco, ya sea mediante la firma de un contrato con Azerbaiyán para la compra de 6 mil millones de metros cúbicos de gas en 2017 o a través de la anexión de Siria y del Líbano, con la esperanza de obstaculizar el tránsito del petróleo iraní o de recibir parte de la riqueza gasífera de Líbano y de Siria. Parece que la posibilidad de hacerse de un lugar en el nuevo orden mundial exige prestar cierta cantidad de servicios, que van desde el apoyo militar hasta servir de base al dispositivo estratégico del escudo antimisiles.
Lo que quizás sea la principal amenaza para Nabucco es el intento ruso de hacerlo fracasar mediante la negociación de contratos más ventajosos que los suyos a favor de Gazprom para North Stream y South Stream, lo cual invalidaría los esfuerzos de Estados Unidos y de Europa, disminuiría la influencia de ambos y perturbaría la política energética de esos contendientes en Irán y/o en el Mediterráneo. Además, Gazprom podría convertirse en uno de los inversionistas u operadores más importantes de los nuevos yacimientos de gas en Siria y Líbano. No por casualidad el ministro sirio del Petróleo anunció, el 16 de agosto de 2011, el descubrimiento de un pozo de gas en Qara, cerca de Homs, cuya capacidad sería de 400 mil metros cúbicos diarios (146 millones de metros cúbicos al año), por no mencionar la importancia del gas existente en el Mediterráneo.
Los proyectos North Stream y South Stream han reducido, por lo tanto, la influencia política de Estados Unidos, que ahora parece haberse rezagado. Los síntomas de hostilidad entre los Estados europeos y Rusia se han atenuado, pero Polonia y Estados Unidos no parecen dispuestos a renunciar. A finales de octubre de 2011, estos dos países anunciaron la modificación de su política energética como consecuencia del descubrimiento de yacimientos europeos de carbón que deberían disminuir la dependencia con respecto a Rusia y al Oriente Medio. Ése parece ser un objetivo ambicioso, pero sólo posible a largo plazo debido a los numerosos pasos previos que exige la comercialización. Ello porque se trata de un tipo de carbón ubicado en rocas sedimentarias a miles de metros bajo tierra, por lo cual exige el empleo de técnicas hidráulicas de fractura a altas presiones para liberar el gas, y eso sin considerar los riesgos para el medio ambiente.

La participación de China

La cooperación sino-rusa en el campo energético es el motor de la asociación estratégica entre los dos gigantes. Según los expertos, constituye incluso la “base” de su reiterado doble veto a favor de Siria.
Esta operación no tiene que ver únicamente con el aprovisionamiento de China en condiciones preferenciales. China está llamada a vincularse directamente con la distribución del gas a través de la adquisición de activos y de instalaciones, además de un proyecto de control conjunto de las redes de distribución. Paralelamente, Moscú da muestras de su flexibilidad en cuanto a los precios del gas, a condición de que se le conceda acceso al muy provechoso mercado interno chino. Se ha acordado, por lo tanto, que los expertos rusos y chinos trabajen juntos en los siguientes campos: “La coordinación de estrategias energéticas, la previsión y la prospección, el desarrollo de los mercados, la eficacia energética y las fuentes alternativas de energía”.
Otros intereses estratégicos comunes están vinculados a los riesgos que representa el proyecto estadunidense del escudo antimisiles. Washington no sólo ha implicado a Japón y Corea del Sur sino que, a principios de septiembre de 2011, también invitó a la India a sumarse al proyecto. Esto trae como consecuencia que las preocupaciones de los dos países se cruzan en momentos en que Washington trata de reactivar su estrategia en Asia central, esto es en la Ruta de la Seda. Y esa estrategia es la misma que George Bush había emprendido (el Proyecto Gran Asia Central) con vistas a contrarrestar –con la colaboración de Turquía– la influencia de Rusia y China, resolver la situación en Afganistán de aquí a 2014 e imponer la fuerza militar de la OTAN en toda la región. Por su parte, Uzbekistán ha dado a entender que podría acoger a la OTAN, y Vladimir Putin ha estimado que lo que pudiera hacer fracasar la intrusión occidental e impedir que Estados Unidos perjudique a Rusia sería la expansión del espacio Rusia-Kazajstán-Bielorrusia, en cooperación con Pekín.
Este panorama de los mecanismos de la actual lucha internacional da una idea del proceso de formación del nuevo orden internacional, basado en la lucha por la supremacía militar y cuyo elemento central es la energía, con el gas en primer lugar.

El gas de Siria

Cuando Israel emprendió la extracción de petróleo y gas, a partir de 2009, estaba claro que la cuenca del Mediterráneo se había sumado al juego y que había dos posibilidades: o bien Siria iba a ser objeto de un ataque, o toda la región lograría vivir en paz, ya que se supone que el siglo XXI sea el siglo de la energía limpia.
Según el Washington Institute for Near East Policy (WINEP, el think-tank del Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel), la cuenca del Mediterráneo encierra las mayores reservas de gas y es precisamente en Siria donde se encuentran las más importantes. Ese mismo instituto ha emitido también la hipótesis de que la batalla entre Turquía y Chipre se intensificará porque Turquía no puede aceptar la pérdida del proyecto Nabucco (a pesar del contrato firmado con Moscú, en diciembre de 2011, para el transporte de gran parte del gas de South Stream a través de Turquía).
La revelación del secreto del gas sirio da una idea de la enorme importancia de lo que está en juego. Quien tenga el control de Siria podrá controlar el Oriente Medio. Y a partir de Siria, puerta de Asia, tendrá en sus manos “la llave de la Casa Rusia”, como decía la emperatriz rusa Catalina la Grande, y también la de China, a través de la Ruta de la Seda, lo que le permitirá dominar el mundo ya que este siglo es el siglo del Gas.
Es por esa razón que los firmantes del acuerdo de Damasco, que permite que el gas iraní pase a través de Irak y llegue al Mediterráneo, creando un nuevo espacio geopolítico y cortando la línea vital de Nabucco, declararon en su momento que Siria es “la llave de la nueva era”.

 Fuente: Contralínea 286

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