Sri Lanka: Viudas de guerra empujadas al trabajo sexual

Sri Lanka: Viudas de guerra empujadas al trabajo sexual

Cientos de mujeres tamiles, a las que la guerra les arrebató sus parejas, sobreviven en medio de la miseria y la condena pública. Son señaladas como si la viudez fuera un castigo divino que merecían. Muchas de ellas han comenzado a trabajar como sexoservidoras para cubrir su propia manutención y la de sus hijos

 
Feizal Samath/IPS
 
Colombo, Sri Lanka. Unas 800 mujeres del Norte de Sri Lanka celebraron el 18 de mayo ceremonias religiosas hindúes por el bienestar de sus esposos, que desaparecieron o se entregaron a los militares que en mayo de 2009 triunfaron sobre los separatistas tamiles, luego de casi tres décadas de guerra.
 
Ellas “continúan viviendo con la esperanza [de hallarlos], aunque es posible que muchos de esos tamiles hayan muerto en los últimos días del combate”, dice Shreen Abdul Saroor, activista por los derechos humanos que trabaja con mujeres afectadas por el conflicto en esa zona.
“Por otro lado, aunque reconozcan que sus hombres fallecieron no quieren que se sepa que son viudas, dado a que eso podría hacer que la comunidad tuviera una imagen negativa de ellas”, explica Saroor a Inter Press Service (IPS).
 
Agrega que “prefieren que las conozcan como solteras o como mujeres que son jefas de hogar”.
 
Tradicionalmente, los hindúes consideran que la viudez es una condición adversa, y la religión no favorece un segundo matrimonio. La población tamil, que constituye el 12 por ciento de los 20 millones de habitantes de Sri Lanka, sigue mayoritariamente esa fe, mientras que los cingaleses, que equivalen a 74 por ciento de la población, son predominantemente budistas.
 
Según estimaciones del gobierno, el conflicto étnico dejó 59 mil viudas, quienes residen sobre todo en el Norte y el Este del país.
 
Al ser tardía la rehabilitación y escasas las opciones de trabajar, muchas mujeres han tenido que recurrir a la prostitución para ganarse la vida y mantener a sus familias.
 
“Tratamos de apartarlas del trabajo sexual, pero dicen que no tienen otra opción”, dice un activista que pide no ser identificado por temor a represalias. “Les damos condones y consejos sobre la anticoncepción”, agrega.
 
El gobierno es selectivo a la hora de permitir que organizaciones no gubernamentales trabajen en el Norte. Sólo aquellas que se dedican a tareas de desarrollo –vivienda, medios de sustento e infraestructura– tienen permiso para operar allí, mientras que las que crean conciencia sobre asuntos como la paz, el trauma o los derechos femeninos son desalentadas de hacerlo.
 
“Cuando una dice que es de una organización no gubernamental, hay problemas”, explica Saroor, fundadora de la Federación para el Desarrollo de las Mujeres del Norte de Mannar y de Mujeres de Mannar por los Derechos Humanos y la Democracia.
 
Saroor, una de las cuatro ganadoras del primer premio N-Peace (compromiso por la paz, la igualdad, el acceso, la comunidad y el empoderamiento), instituido el año pasado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, considera que el abuso a niñas es un drama en el Norte de Sri Lanka. En los últimos tres meses se registraron 26 casos, y muchos más quedan sin reportar.
 
“En un caso, fue abusada una niña de nueve años. Las mujeres dicen que temen salir de sus hogares, sobre todo por la seguridad de sus hijos. ¿Cómo podemos brindarles un medio de sustento?”, pregunta.
 
Los problemas de las mujeres en el Norte del país son enormes, y su incapacidad de expresarse es un obstáculo fundamental en el proceso de sanación posterior al conflicto.
 
“No tienen oportunidad de contar sus historias”, dice Shanthi Sachithanandam, directora del Centro Viluthu para el Desarrollo de Recursos Humanos, que trabaja con mujeres afectadas por conflictos. “Se necesita orientación sicológica con urgencia”.
 
El gobierno ha negado reiteradamente las acusaciones de países de occidente y de organizaciones internacionales de derechos humanos en cuanto a que muchos civiles murieron en medio del fuego cruzado y de bombardeos aéreos en los meses previos a mayo de 2009.
 
Como no se permitió que periodistas ingresaran a la zona de guerra y se obligó a entidades no gubernamentales y agencias humanitarias a marcharse, no hay ninguna versión independiente sobre lo que pudo haber ocurrido en las matanzas del Norte.
 
En marzo, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, con sede en Ginebra, aprobó una resolución propuesta por Estados Unidos que exige aplicar las recomendaciones de la Comisión de Lecciones Aprendidas y Reconciliación de Sri Lanka.
 
 
La Comisión, designada por el gobierno para analizar cuestiones relativas al conflicto entre febrero de 2002 y mayo de 2009, exigió investigar las denuncias sobre ataques deliberados contra civiles y juzgar a los responsables.
 
Organizaciones de derechos humanos que trabajan con viudas de guerra y con madres que perdieron a sus seres queridos temen repercusiones si se atreven a manifestarse públicamente sobre temas delicados.
 
Cuando Seela habló hace unas semanas con los periodistas sobre una aldea del Norte donde las mujeres se volcaron en masa al trabajo sexual, ella y otras integrantes de su organización fueron amenazadas.
 
“Estas mujeres son muy vulnerables. Nos preocupa mucho su situación y queremos ayudarlas a liberarse de esta trampa, pero no hay mucho que podamos hacer sin apoyo del Estado”, dice a IPS.
 
Añade que la falta de conciencia sobre métodos de control de la natalidad ha conducido a embarazos no deseados y a que se propaguen el VIH/sida y otras enfermedades de transmisión sexual.
 
Según Visaka Dharmadasa, fundadora y presidenta de la Asociación de Mujeres Afectadas por la Guerra y Padres de Soldados Desaparecidos en Acción, “las viudas de soldados [de las fuerzas regulares] están económicamente mejor que las del Norte y el Este”.
 
El informe de la Comisión de Lecciones Aprendidas y Reconciliación de Sri Lanka llamó la atención sobre las miserias de las viudas tamiles: “A menudo llevan vidas solitarias e inseguras”, además de que son tratadas como portadoras de un mal augurio entre sus allegados.
 
Los problemas empiezan con la definición de viudez. Mientras que en el resto del país las viudas tienen certificados de casamiento para demostrar su estatus marital, las mujeres del Norte no cuentan con ningún documento, dado que los registros oficiales fueron destruidos durante la guerra.
 
El portavoz militar Ruwan Wanigasooriya dice a IPS que 10 mil 874 de los 11 mil 995 rebeldes que se entregaron en mayo de 2009 fueron rehabilitados y reintegrados a la vida civil.
 
Están detenidos otros 852, cuyas investigaciones continúan; y 13 fallecieron por causas naturales, señala el portavoz.
 
 
 Fuente: Contralínea 286
 
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