“Han muerto mil estudiantes, llorona, / a manos de granaderos; / pero en su defensa quedan, llorona, /sus miles de compañeros […]”, corearon cientos de estudiantes la tarde de este 2 de octubre. Después de 50 años, al menos 50 mil mexicanos marcharon en conmemoración de la matanza estudiantil perpetrada en 1968.
Marcharon como sus abuelos hace medio siglo para exigir el respeto de sus derechos. Marcharon no sólo para conmemorar a quienes perdieron la vida en Tlatelolco, sino para exigir al gobierno el cese de las agresiones contra los estudiantes; que no los desaparezca y asesine a sangre fría como a los normalistas de Ayotzinapa; que no pague porros para agredirlos como el pasado 3 de septiembre en las puertas de la rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México. Marcharon para exigir alto a la violencia que existe siempre en México.
Eran las 4 de la tarde cuando Tlatelolco se inundó de gente. Como cada año, la Plaza de las Tres Culturas vio llegar decenas de contingentes estudiantiles, sindicales, populares, que pronto desbordaron el Eje Central y la avenida Flores Magón.
En un mar de pancartas y consignas se extravió el principio y el final de la comitiva. La manifestación era un flujo constante de personas: algunos ya habían alcanzado el palacio de Bellas Artes cuando otros todavía no salían de Tlatelolco.
Ni la muerte calló a los estudiantes en 1968. Hoy sus voces, en bocas de nuevas generaciones continúan demandando justicia.
Así lo demostró un grupo de alumnos de la Escuela Nacional de Arte Teatral del Instituto Nacional de Bellas Artes, a un costado del edificio Chihuahua: acostados, como si sólo estuvieran sus cuerpos sin vida, vestidos de luto, con la mirada roja y listones atados a las muñecas que simulaban la sangre derramada, representaron a los jóvenes caídos hace 5 décadas en el mismo sitio.
Uno por uno se levantaban, como si se resistieran a la muerte, para formar un círculo. Enredados entre listones rojos cerraron el acto con el grito: “¡Porque estar vivo en México es un acto subversivo!”
Durante más de 4 horas la marcha continuó su curso. Decenas de miles abarrotaron las calles del centro histórico a lo largo de 3 kilómetros.
En el zócalo, con percusiones e instrumentos de aire, la Banda Tlayacapan armonizó el acto político.
La democracia, tan extraña en el país, se hizo presente en las palabras del Comité 68 Pro Libertades Democráticas: “Queremos un gobierno que gobierne de un modo distinto, de una manera nueva, con la gente, basado en la democracia participativa”.
Los damnificados de los sismos del 7 y 19 de septiembre de 2017 hicieron suya la indignación de las luchas presentes: “Después de un año de vivir en las calles, después de 4 años de buscar a los hijos que fueron arrebatados por el Ejército, después de 50 años de clamar justicia para los estudiantes masacrados aquel 2 de octubre, hemos visto cómo gobiernos van, gobiernos vienen, gobiernos están por venir, pero el Estado es el mismo. No vemos cambio alguno, por el contrario, vemos que tramposamente intentan usar sus ‘alternancias’ en el poder para justificar un falso olvido”.
Ayotzinapa también estuvo presente. “Exigimos que todos los responsables sean encarcelados, porque ya pasaron 4 años de la desaparición forzada de nuestros hijos”, expresó la madre de un normalista desaparecido, respaldada por una docena de normalistas ordenadamente formados. “Queremos decirles a todos que no nos rendiremos hasta encontrarlos” concluyó.
Las representantes de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México acusaron la continuidad de la represión contra el normalismo rural. Por participar en el movimiento estudiantil de 1968 “cerraron más de la mitad de nuestras instituciones”, y la violencia no se detuvo, “continuó con la desaparición de nuestros 43 compañeros de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero”.
El movimiento estudiantil actual también tuvo un espacio en el templete, donde dio lectura al pliego petitorio interuniversitario que, en distintos momentos, discutieron más de 70 centros educativos. Los estudiantes explicaron que sus demandas políticas emanan de los espacios universitarios, pero los exceden “pues se encuentran contextualizadas en un ambiente de profunda violencia social como resultado de la aplicación radical de políticas neoliberales”.
El mitin culminó alrededor de las 19:30, mientras una tarde azul y grisácea cubría al zócalo. Era hora en que los contingentes no terminaban de llegar a la plancha.
A las 20:03 se hizo presente el último contingente: el Frente Popular Francisco Villa llegó a una plaza en donde aún seguían reunidos, de manera dispersa, cientos de personas.
Después de una larga jornada de lucha y conmemoración, con la bandera a media asta en señal de luto y veladoras al pie de un monumento al movimiento estudiantil, los asistentes recordaron la responsabilidad del Estado y refrendaron su compromiso al afirmar que “¡2 de octubre, no se olvida!”.
Jordana González y Alba Olea
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