Eran más de 500 mujeres en la explanada del Monumento a la Revolución. Niñas, jóvenes, madres y personas de la tercera edad marchaban con un fin: que el Estado garantice el derecho de todas a decidir sobre su cuerpo, que la despenalización del aborto llegue a cada rincón del país.
Llega la tarde del 28 de septiembre y, con ella, un contingente de más de 1 mil policías. No es como en anteriores movilizaciones, cuando sólo elementos femeninos –Las Ateneas– resguardaban las marchas. Ahora hay hombres y mujeres, todos protegidos con cascos, caretas, escudos y extintores. Comienzan a rodear la concentración de mujeres. Frente a ellos se posicionan integrantes de la Comisión de Derechos Humanos y de la Brigada Humanitaria de Paz Marabunta.
En el marco del Día Internacional de la Despenalización del Aborto, encapuchadas dan el grito de salida: “¡Alerta!, ¡alerta!, ¡alerta al que camina! La lucha feminista por América Latina. Y tiemblen, y tiemblen los machistas, que América Latina será toda feminista”. Inicia el recorrido.
Algunas mujeres encapuchadas comienzan a romper vidrios y rayar paredes de los edificios que encuentran a su paso. Otras, entre cánticos, consignas y aplausos, recorren las calles de la Ciudad de México. Todas, enérgicas, llaman al respeto de sus derechos sexuales y reproductivos. Sin embargo, al cruzar la avenida Plaza de la República el grupo que lidera la manifestación se da cuenta de por qué los policías se encuentran ahí: rodearlas para evitar su paso al Zócalo capitalino.
Ante el repliegue de seguridad comienzan los enfrentamientos. Las mujeres intentan evitar que la barrera de policías se cierre, pero éstos accionan una valla con los escudos, y con los extintores rocían un gas verde a todas las presentes: manifestantes, reporteras, camarógrafas, fotógrafas y defensores de derechos humanos.
En ese momento el contingente se baña en una neblina densa. Las partículas del gas llegan a la garganta, nariz y ojos. Respirar se vuelve complicado. El ardor en los ojos y en el rostro se torna insoportable. Mantener la vista en el lugar ya no es opción. Gritar por ayuda, tampoco.
“En ese momento el contingente se baña en una neblina densa. Las partículas del gas llegan a la garganta, nariz y ojos. Respirar se vuelve complicado. El ardor en los ojos y en el rostro se torna insoportable”
Ante esto, las manifestantes retroceden. Algunas, en cuclillas y con los ojos cerrados, gritan: “¡la lengua en el paladar!” Y así comunican a sus compañeras de qué manera evitar que el gas permanezca en sus bocas. La agresión perpetrada por las agentes de la Secretaría de Seguridad Pública, de la Policía Bancaria e Industrial, así como de la Policía Auxiliar inmuta a los presentes.
Sin orden directa de la jefa del cuerpo policial capitalino nadie escapa, nadie avanza. Las agresiones no cesan. Al encontrarse sin salida, la “sororidad” –término acuñado por la antropóloga Marcela Lagarde para nombrar a la solidaridad entre mujeres– surge: había que protegerse en colectivo.
Al tiempo en que eran rociadas también con gas lacrimógeno, las protestantes, muchas sin conocerse, comparten el agua con quienes la necesitan. La sana distancia y el miedo a contagiarse por Covid-19 ya no existe. Se empapan para diseminar los efectos de los gases en sus cuerpos. Pero esto no funciona: el dolor sólo incrementa.
Como respuesta al baño de gases, un grupo de mujeres encapuchadas rompe y raya anuncios publicitarios. Otro responde a los ataques cuerpo a cuerpo con pintura y cohetones. Patadas a los policías, empujones y pintas, así como insultos surgen desde las filas de las feministas.
Otras se sientan frente a ellas y entonan al unísono: “que tiemble el Estado, los cielos, las calles. Que teman los jueces y los judiciales: hoy ya las mujeres nos quitan la calma. Nos sembraron miedo: nos crecieron alas […] Yo todo lo incendió, yo todo lo rompo si algún día algún fulano te apaga los ojos. Ya nada me calla, ya todo me sobra. ¡Si tocan a una, respondemos todas!”
De los enfrentamientos, algunas mujeres logran apoderarse de los escudos policiales y al notar la negativa de los agentes para abrir el paso de la manifestación se conforma un frente de manifestantes. Ellas exigen a los agentes del gobierno “transformador” cumplir su promesa de no reprimir como lo habían hecho los “gobiernos neoliberales”. Miembros de la Colectiva 8M recriminan la represión vivida; “al puro estilo de los mandatos priístas y panistas”, afirman. También responsabilizan a la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, por el “atentado”.
“Los elementos policiacos fueron los que iniciaron las agresiones. Ellas lanzaron las esquirlas, los cohetones y ya han herido a tres mujeres. Ése es el pacto de impunidad. Ellas son testigos de quienes los lanzan y no hacen nada. Así no se combate la violencia ni se construye paz”, acusa Miguel Barrera, miembro de la Brigada Marabunta.
Una de las policías le responde: “tú vienes a mediar nada más. Así que guarda silencio”. Barrera asegura a Contralínea que una de las mujeres agredidas se había convulsionado.
“Los elementos policiacos fueron los que iniciaron las agresiones. Ellas lanzaron las esquirlas, los cohetones y ya han herido a tres mujeres”
Tras poco más de dos horas, los elementos policiales avanzan y, tras ellos, el contingente. Gracias un diálogo de más de media hora, entre la Brigada Marabunta y el jefe de la policía, se anuncia que la manifestación podrá llegar a Bellas Artes, para realizar un mitin frente a la “Antimonumenta”.
El acuerdo fue cercar los contingentes para que no hubiera contacto entre las colectivas y el cuerpo policial, informa en entrevista Miguel Barrera, representante de la Brigada Marabunta.
La marcha siguió, pero las consignas que demandaban “¡aborto si, aborto no: eso lo decido yo!” desaparecieron para dar lugar a las de “¡esto es un secuestro!” y “la policía no me cuida, me cuidan mis amigas”. Al encontrarse en Bellas Artes, el cerco de seguridad incrementa. La movilización es contenida y encapsulada de principio a fin.
Las uniformadas –una tras otra y con muy poco espacio de distancia– comandaron el operativo contra quienes protestaron para exigir autonomía sobre sus cuerpos de mujeres. Ellas fueron llamadas “traidoras”, pues argumentaron que en lugar de cuidarlas, las reprimieron. Recriminaron también que deberían “agarrar a los violadores; a los que trafican mujeres en este país; a los que asesinan a 10 mujeres al día” y no a ellas.
La colectiva feminista 8 de Marzo continúa con las exigencias dirigidas al gobierno de la doctora Sheinbaum para dispersar el “desmedido mecanismo enviado por el gobierno de la Ciudad de México y el federal”.
Dan las 7 de la noche. Han pasado más de seis horas desde que inició la manifestación. La policía se mantiene y con ella la movilización. Las agresiones entre ambos bandos aumentan, y ante ello, las mujeres desalojan el lugar.
Mientras la movilización ocurría, Claudia Sheinbaum informó que María Beatriz Gasca Acevedo, hasta ayer vicepresidenta en la empresa de outsourcing GINgroup –propiedad de Raúl Beyruti y presunta facturera investigada por el gobierno federal por fraude fiscal–, es quien financia al grupo de mujeres que mantiene tomadas las instalaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, ubicada en la calle de Cuba del Centro Histórico, y que participó en la marcha.
“Me hicieron llegar información –quien me habló por teléfono– de una mujer de altos recursos económicos que era quien estaba financiando directamente a un grupo de mujeres que mantiene ocupada la sede de la CNDH. (…) A María Beatriz Gasca Acevedo, el 12 de septiembre, se le vio entregando víveres desde un auto de lujo y el 14 de septiembre fue una de las oradoras principales en la ‘anigrita’”, indicó.
Detalló que GINgroup es una de las principales empresas vinculadas a las compañías factureras y al delito de evasión de impuestos, según la información publicada por el Servicio Tributario de Administración y la Procuraduría Fiscal de la Administración. Y agregó que el director Raúl Beyruti Sánchez estuvo ligado al poder político del país en la pasada administración.
Prueba de ello, dijo, es la contratación de GIN Group a dos exfuncionarios de alto nivel: Javier Treviño Cantú, quien fue subsecretario de Educación y Oficial Mayor de la Secretaría de Hacienda y ahora es el director general de esta empresa, del sector Gobierno; y Rolando Zubirán Robert, quien fue director general de Sectores Estratégicos y Desarrollo Regional y hoy es director general de Emprendimiento de GINgroup.
“Hacemos esto público porque la causa de la erradicación de la violencia de las mujeres, es justa, pero ¿será una casualidad o por qué hay un vínculo directo de apoyo a la toma de la CNDH?, los cuales, por cierto, han tenido diferentes conflictos (Radicalización, detonante de la fractura entre colectivas que tomaron la CNDH) (…) Los invitamos a que nos ayuden a investigar cuál es el vínculo y por qué está el apoyo al grupo de mujeres que se manifiestan de manera violenta”, resaltó la jefa de gobierno, mediante una videoconferencia publicada en redes sociales.
Respecto a la represión por parte del cuerpo policiaco que se concentró en la marcha para la legalización del aborto, Sheinbaum aseguró que “estamos en una ciudad donde, al contrario, lo que estamos haciendo es cambiar a los cuerpos policiales para que no haya represión, sino contención civil”.
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