El periodista Humberto Padgett León fue agredido en las instalaciones de Ciudad Universitaria, mientras realizaba un trabajo periodístico sobre la venta de drogas en el campus de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Lo encañonaron tres individuos con armas automáticas, cortaron cartucho, lo amenazaron y le dieron un cachazo que lo hirió en la cabeza, a la altura de la frente.
Entre las amenazas grabadas por el periodista se escucha: “Te voy a violar… ¿Qué vas a ganar con eso? ¿Sabes que te puedo dar un pinche balazo? ¿Sabes lo que estás haciendo, te das cuenta? ¡Sácale la foto (a la credencial de elector), tómale la dirección y cualquier pedo vamos a ir a tu cantón, carnal! ¿Qué quieres más: tu trabajo o tu vida?”.
El reportero relató ante las cámaras del programa de Ciro Gómez Leyva, transmitido por Radio Fórmula: “Fui a recoger heroína, que había acordado con un vendedor porque no la tenía disponible en ese momento. Me acerqué con un grupo diferente de personas. Me vieron una cámara que traía oculta en la bolsa de una chamarra. En mi opinión, la luz reflejó el vidrio de la lente. Me lo encontraron. Antes de eso, siempre (para asuntos de registro), le preguntaba a Vigilancia UNAM dónde estaba el Frontón, para que hubiera siempre evidencia de que estaba en el lugar en el que yo decía estar…”.
Padgett León mostró las porciones de marihuana, cocaína, dos variedades de piedra (una de las sustancias que tienen mayor incremento entre personas jóvenes), ácido (LCD puro) y “gomiácidos” (comprimidos de droga), adquiridos para documentar su trabajo periodístico.
Las drogas, dijo, se pueden adquirir en cantidades “ilimitadas”, en el Frontón, a un lado de la Facultad de Ingeniería de la UNAM, y calcula que eran unas 30 personas distribuidas en diferentes grupos, los encargados de la venta de estupefacientes.
“La persona que descubre la cámara le dice a los demás que hay una persona que los está grabando. Me llevan a una esquina, me quitan las cosas, hago resistencia. Trato de retener la cámara y en ese momento uno de ellos me apunta con una pistola automática. Me la pone a unos cinco centímetros de la cámara y me da la cuenta tres, diciéndome que si no entregaba la cámara iba a disparar. Se me acerca otra persona con un revolver, también me apunta. Finalmente, una tercera persona con una automática cromada, corta cartucho, saca de la recámara un casquillo usado y también me apunta… Me dijeron que me estaba yendo bien porque era en un lugar abierto. Unos decían que me iban a levantar”.
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