Jomo Kwame Sundaram*/Anis Chowdhury**/Inter Press Service
Kuala Lumpur, Malasia/Sydney, Australia. Un informe del Banco Mundial analiza los avances limitados en la reducción de la pobreza y la desigualdad, dos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) centrales, los que apuestan a “no dejar a nadie atrás” y a atender las desigualdades y la discriminación.
El documento La pobreza y la prosperidad compartida en 2016: Asumir la desigualdad evalúa los avances en la reducción de la pobreza extrema para que no sea mayor a tres por ciento de la población mundial y en que el crecimiento de los ingresos por habitante del 40 por ciento de hogares de menores ingresos sea más rápido que el promedio nacional.
Al enlentecerse el crecimiento económico global será necesario reducir la desigualdad de ingresos para terminar con la pobreza y mejorar la prosperidad compartida, según el Banco Mundial.
El trabajo se concentra en la desigualdad, por lo general desatendida hasta hace muy poco por la mayoría de las instituciones internacionales, aparte de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El documento ofrece análisis útiles sobre la desigualdad, como la discusión sobre sus causas.
Pero no explica su argumento de un modesto retroceso parcial respecto del anterior aumento de la desigualdad entre 2008 y 2013.
Las recomendaciones políticas del informe llaman la atención por lo limitadas que son, quizá porque no analizan ni proponen medidas para hacer frente a la desigualdad de la riqueza, que es mucho mayor que la desigualdad de ingresos e incide enormemente en ella.
El documento sí reconoce que el aumento del salario mínimo y la formalización del empleo contribuyen a reducir la desigualdad de ingresos, pero no menciona los factores determinantes de los ingresos, las condiciones laborales ni el empleo. Tampoco dice nada sobre la reforma de la tierra, un factor importante de la prosperidad compartida en Asia oriental, China, Vietnam, Japón, Corea del Sur y Taiwán.
Su discusión sobre el impacto de la consolidación fiscal en la desigualdad es engañosa, e incluso sostiene: “Los países de la Unión Europea (UE) se embarcaron en consolidaciones fiscales generales sobre la base de claras consideraciones sobre el capital en respuesta a la crisis financiera de 2008 y 2009”.
Eso implica que la consolidación fiscal genera ganancias patrimoniales a largo plazo a costa de complicaciones a corto plazo, las que pueden aliviarse mediante un mecanismo de protección, una conclusión contraria a las de investigaciones del Fondo Monetario Internacional.
En vez de las medidas de desigualdad convencionales, como el coeficiente de Gini o el más innovador índice de Atkinson, el Banco Mundial promueve “ayudar al 40 por ciento de la franja inferior”. Pero en la mayor parte de su argumentación, el informe abandonar este indicador a favor del índice de Gini.
Sin embargo, el documento se detiene en su “premio a la prosperidad compartida”, definida como la diferencia entre el mayor ingreso del 40 por ciento de la franja inferior y el del ingreso medio.
Además, en el informe Haciendo negocios 2017: Igualdad de oportunidades para todos, el Banco Mundial implica que las regulaciones del mercado laboral tienen consecuencias negativas sobre la desigualdad, aunque admite que pueden “reducir el riesgo de pérdida de empleo y respaldar el capital y la cohesión social”. Y promueve contratos a plazo fijo con un mínimo de beneficios y requisitos para la indemnización por despido.
El documento también implica que cuantas menos regulaciones tienen las empresas, menor es la desigualdad, con el argumento de que las asociaciones negativas entre los coeficientes de Gini y los puntajes por comenzar un negocio y resolver la insolvencia.
Pero, curiosamente, no discute la asociación entre otros puntajes de Doing Business, como el pago de impuestos u obtener una tarjeta de crédito, etcétera, y el índice de Gini.
Alrededor de dos tercios de los 83 países analizados tuvieron un premio por prosperidad compartida durante 2008-2013, un período caracterizado por la caída del precio de los activos y un aumento sostenido del empleo de jóvenes en muchas economías de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.
Esa muestra nada representativa no es pareja entre las regiones y es llamativo que, incluso, falten países ricos como Japón, Corea del Sur y Canadá.
Al reconocer que el premio de prosperidad compartida suele ser bajo, el informe acepta que “el objetivo de erradicar la pobreza para 2030 no se podrá alcanzar con el actual crecimiento económico” y que “la reducción de la desigualdad será clave para alcanzar el objetivo sobre la pobreza”.
El índice global de Gini decayó desde la década de los años 90 por el rápido aumento de los ingresos en China e India, a pesar de que la desigualdad interna por lo general aumentó. Con un mayor optimismo, el Banco señala que los coeficientes de Gini cayeron en cinco de las siete regiones durante 2008-2013 a pesar, o quizá debido a, un crecimiento mucho menor.
El informe señala que “el progreso es cuanto más significativo en tanto que ocurrió durante la crisis financiera global de 2008-2009”. Como observaron otros, esa crisis y la consiguiente gran recesión puede haber revertido, solo de forma temporal, la creciente desigualdad.
Tras un crecimiento imponente durante una década, la economía griega entró en recesión en 2008-2009, junto con la de otros países europeos. Con severas medidas de austeridad, impuesta por la UE y el FMI bajo la forma de condiciones para el rescate financiero, Grecia cayó en una depresión total con varias consecuencias en materia de ingresos y de distribución de la riqueza.
El informe concluye que el mayor aumento de la desigualdad en ese período ocurrió en Grecia, donde el ingreso promedio del 40 por ciento de menores ingresos decayó 10 por ciento al año y por hogar en promedio.
Por suerte, como señala el Banco Mundial, algunas medidas como las transferencias únicas, introducidas en 2014 para las familias de bajos ingresos y vulnerables, junto con impuestos inmobiliarios de “emergencia”, impidieron un mayor aumento de la desigualdad.
Brasil es el más significativo de los cinco “mejores” en la reducción de la desigualdad de ingresos, con la caída del coeficiente de Gini de 0,63, en 1989, a 0.51, en 2014.
El informe atribuye las cuatro quintas partes de la disminución de la desigualdad entre 2003-2013 a las “dinámicas del mercado laboral” y a la expansión de programas sociales.
El alarmante que el nuevo gobierno haya amenazado con poner fin a los aumentos regulares del salario mínimo y con limitar el gasto en perjuicio de programas sociales.
“Las dinámicas del mercado laboral”, consideradas mucho más importante por otros analistas, incluyen aumentos regulares del salario mínimo, la formalización de trabajadores precarios y el fortalecimiento de los derechos de negociación colectiva.
Las pensiones y otros programas sociales son responsables de una mayor parte de la disminución de la desigualdad que la tan mentada Bolsa Familia.
El Banco Mundial realiza recomendaciones en seis “estrategias de alto impacto”; desarrollo infantil precoz, cobertura de salud universal, acceso universal a una educación de calidad, transferencias de efectivo a pobres, infraestructura rural y tributación progresiva.
No son recomendaciones cuestionables, por cierto, pero no siempre aprovechan, y podrían fácilmente haberse realizado, sin el análisis que las precede. (Traducido por Verónica Firme)
*Exprofesor de economía que fue secretario general adjunto de la Organización de las Naciones Unidas para desarrollo económico y recibió el premio Wassily Leontief por promover las fronteras del pensamiento económico en 2007
**Exprofesora de economía de la Universidad Occidental de Sydney, quien ocupó altos cargos en la ONU entre 2008 y 2015 en Nueva York y Bangkok.
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