Caracas, Venezuela. El gobierno de la República Bolivariana de Venezuela desarrolla ingentes esfuerzos de diversificación de la economía para añadir a la renta petrolera la mayoría de las grandes potencialidades conque la madre naturaleza premió a la patria del Libertador Simón Bolívar.
Luis Beatón
Datos citados por el ministro para el Desarrollo Ecológico Minero, Jorge Arreaza, se quedan cortos, pues además del potencial de oro, hierro, coltán, bauxita, diamante y otros minerales en la Zona Estratégica Arco Minero, un área ubicada en el sur del país que cuenta con una superficie de 114 mil kilómetros cuadrados, esta tierra posee riquezas de inestimable valor.
Como parte de las labores encaminadas a sacar al país de la crisis, el vicepresidente del Consejo de Ministros para la Planificación y el Conocimiento, Ricardo Menéndez, informó recientemente en el estado Bolívar, que la pequeña minería puede contribuir a “consolidar un modelo económico que ayude a supera el rentismo petrolero”.
El petróleo seguirá como la fuente principal de ingresos, al menos en los próximos años, dado que las mayores reservas mundiales están aquí, pero otros rubros como una minería fortalecida pasarían a contribuir con la inversión social, sostuvo Menéndez.
Mientras tanto, el país trabaja para generar una estructura económica de soporte a la actividad minera en conjunto a fin de garantizar mayor impacto y más rentabilidad, y en esa dirección se encuentran acuerdos con otros países.
Por ejemplo, Venezuela y Sudáfrica concretaron alianzas estratégicas en el área de la minería, en especial para emprender proyectos relacionados con la extracción del diamante, otro producto que deberá aportar importantes ingresos a esta nación suramericana.
Sin lugar a dudas las riquezas del Arco Minero del Orinoco, en el estado Bolívar, cuyas reservas están en proceso de certificación, según el ministro Arreaza, pueden ser el segundo motor más importante de la economía venezolana.
Un ejemplo es que en los últimos meses, hasta julio de este año, entraron a las bóvedas del Banco Central de Venezuela (BCV) dos mil 238,5 kilogramos de oro, provenientes de esa zona, lo que ubica las reservas físicas de ese metal entre las primeras 20 del mundo.
Datos de fuentes de crédito precisan que Venezuela es un país con potencial minero por excelencia al concentrar alrededor de 3 por ciento de la oferta mundial de minerales.
Los más importantes son el hierro, la bauxita, los fosfatos, la caliza, el manganeso, el níquel, el yeso, el oro, el diamante y el carbón. La minería está relativamente desarrollada y diversificada, aun cuando en términos de ganancias se concentra en el hierro y la bauxita.
Las reservas de hierro se estiman en 12 mil millones de toneladas; el oro, con reservas de cuatro millones de toneladas; igualmente están el níquel, el aluminio, el cobre, el zinc, el plomo y el manganeso.
También hay reservas considerables de minerales no metálicos como el cuarzo cristalino, la barita, el caolín, los feldespatos, el silicio, la mica, la sal, la arcilla, la diatomita y el carbón (las reservas de este último mineral, que fue usado como combustible hasta la aparición del petróleo, están estimadas en 415 millones de toneladas).
Eso sin contar las de torio, que según recientes estudios de radioactividad señalan que una tonelada de este mineral puede generar tanta energía como 200 toneladas de uranio. Venezuela podría estar en el quinto lugar del mundo con mayores reservas de ese producto, de gran potencial para ser fuente de la energía del futuro.
El proyecto de desarrollo minero fue activado por el Gobierno del presidente Nicolás Maduro en febrero de 2016 y forma parte de los 15 motores impulsados para afrontar la guerra económica y constituir un nuevo modelo económico productivo, independiente del modelo rentista petrolero que caracteriza al país suramericano.
El plan de desarrollo pretende implantar un modelo de “minería ecológica”, con respeto al ambiente, que permita superar la matriz monoproductiva y generar una nueva e importante fuente de ingresos a la agredida economía local.
Cabe destacar que las autoridades venezolanas impulsan un “esquema de inversión” para la creación de empresas mixtas, en las cuales el Estado sea titular de 55 por ciento de las acciones y tenga igual porcentaje del total de las ganancias.
Empresas de diversos países manifiestan disposición a unirse a este empeño, entre ellas de origen ruso, canadiense, británico, surafricano, estadunidense, chino y australiano.
Está previsto que Venezuela pueda obtener beneficios anuales por la actividad minera, inicialmente entre 3 mil y 4 mil millones de dólares, cifra que podría ascender en la medida en que crezcan las inversiones y se consolide la industria.
Según los planes, el Arco Minero está dividido en cuatro bloques, cada uno con potencialidades específicas: el primero, llamado Juana La Avanzadora, principalmente posee coltán (un mineral raro, declarado estratégico para la industria tecnológica), oro, bauxita y diamante.
El segundo, denominado Manuelita Sáenz, tiene oro y diamante; el tercero, Negra Hipólita, se caracteriza por hierro, oro, diamante y bauxita; y el cuarto, Josefa Camejo, está constituido principalmente por yacimientos auríferos.
Estas zonas mineras estuvieron durante años dominadas por las mafias que no tenían en cuenta el problema ambiental, pero ahora el gobierno trabaja para que en su explotación se emplee tecnología de punta en el procesamiento de los minerales que incluyen plantas de tratamiento de agua, lo que minimizará el daño a las cuencas fluviales, a la vez que aumenta la ayuda a los pequeños productores.
Esos planes también contemplan no sólo el respeto a la naturaleza, sino también a las poblaciones indígenas que viven en la zona, al final los dueños ancestrales de estos recursos.
¿A dónde irán los resultados de estas inversiones?
El presidente Maduro mediante una resolución, garantizó que 60 por ciento de los recursos provenientes de la actividad minera retornen a los venezolanos en forma de inversión social.
En esencia, Venezuela está llamada al desarrollo de la minería a fin de ubicarse en una posición de vanguardia que le proporcione un avance sustentable e integral, para lo que debe resistir las ambiciones de grandes intereses imperiales y sus corporaciones por el control de estos cuantiosos recursos.
Esto, sin contar la explotación sostenible y sustentable de otros rubros como la ganadería, la agricultura, la pesca, el empleo de las fuentes de agua y el turismo, por ejemplo, que podrían hacer de este país un emporio de bienestar para sus habitantes, algo que contemplan las actuales autoridades.
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