Argumentar que la gran preferencia del electorado que tiene Andrés Manuel López Obrador se debe a las desastrosas gestiones de Enrique Peña Nieto (EPN) y de Felipe Calderón, así como a la decepcionante administración de Vicente Fox, es válido desde el punto de vista derrotista de los que quieren la continuación del modelo al que acusan de generar la AMLOmanía que recorre el país. Ya que ni Ricardo Anaya ni José Antonio Meade tienen posibilidades legales de ganar; aunque no debemos soslayar que el fraude ya se opera desde el gobierno federal en diferentes niveles y con distintos propósitos –no sólo la elección presidencial es su objetivo–, que ya se dilucidarán del 2 de julio en adelante.
Justificar la popularidad de López Obrador como consecuencia de la corrupción priísta que cunde desde el presidente hasta muchos de sus militantes –los de la base piramidal de corrupción que se roban entre sí (Imagen Noticias, https://www.youtube.com/watch?v=eYPacfcb_UE)–, y de la podredumbre panista enarbolada por Ricardo Anaya, es la manera más decorosa de no caer en la rabieta –no todos lo logran–, que tienen algunos comentaristas para desacreditar las capacidades de Obrador en la administración pública; situación que los detractores de Andrés Manuel –menos del 50 por ciento de los electores–, reproducen sin mas “argumentación” que la “venezuelización”, la injerencia rusa, la “similitud” de Fidel Castro y Hugo Chávez con Obrador, o con la incongruencia del que habla de austeridad económica y ha tenido departamentos que valen menos que el mío o con que se ha atendido en instituciones médicas privadas a las que yo también he ido –nótese que soy clasemediero–. Negarle virtudes al candidato puntero y determinarlo como producto de la corrupción y los errores de sus contrincantes es una no tan sutil manera de guerra sucia, ante la vacuidad de las campañas anti-AMLO que la mayoría de los mexicanos no se han creído.
A días de la elección, que será sólo un trámite si el régimen no violenta a la sociedad con un fraude mayúsculo y causa una revuelta de alcances insospechados, intelectuales como Enrique Krauze llaman a diferenciar el voto para evitar la victoria del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) en el Congreso de la Unión (https://www.sdpnoticias.com/nacional/2018/06/14/krauze-recomienda-voto-dividido-para-preservar-la-democracia-y-las-libertades-dice), previniendo la llegada de Obrador a la Presidencia; en una estrategia para dificultarle, con las cámaras de diputados y senadores divididas, la aprobación de reformas y leyes para que no cumpla sus promesas de campaña, y así con el descontento de un número considerable de la gente que ahora lo apoya, exigirle la renuncia mediante la revocación de mandato al término de su tercer año de gobierno. Justificando lo anterior para limitar el poder absoluto del presidente y comparando el posible actuar de López Obrador con ejemplos genéricos de dictadores revolucionarios, líderes de derecha o izquierda, fascistas y comunistas y hasta militares genocidas; todo adjetivado con los términos más atroces y la verborrea más vehemente, eso sí, minimizando el negativo actuar de los recientes presidentes priístas y panistas.
Krauze profetiza una victoria aplastante de Morena en el escenario futuro más apocalíptico, pero deja de lado la crisis de violencia, inseguridad y pobreza que nos han propinado los regímenes que él ha apoyado. Sugerencias como la de Krauze deben analizarse a profundidad, ya que él ha sido muy cercano a las administraciones federales priístas y panistas y al modelo neoliberal de las pasadas 3 décadas. Por otro lado, se ha contrapuesto con López Obrador al punto de la obsesión crítica al denominarlo “mesiánico” entre otros adjetivos, los que al ver la realidad nacional carecen de fundamento y bien podrían haber sido aplicados a varios de los presidentes con los que él colaboró y a los que elogió, a pesar de algunas críticas superfluas que le valieron para matizar su servilismo (https://www.sdpnoticias.com/nacional/2016/05/11/la-generacion-de-la-discordia-y-el-voto-de-enrique-krauze).
Consumado el proceso electoral, el desarticulado Partido Acción Nacional (PAN) puede ser la primera fuerza de oposición. El PRI intentará rehacerse al borde de la extinción; pero ambos partidos tratarán de limitar los cambios propuestos por Obrador, para que con el tiempo los empresarios encumbrados y los políticos que hoy buscan un hoyo donde meter la cabeza puedan resurgir y continuar disfrutando de los privilegios económicos de los que hasta ahora han gozado legal o ilegalmente. Son esos individuos y grupos los que se han beneficiado de un sistema tributario laxo del que Meade ha sido un gran flexibilizador, además por supuesto, de encubridor de dispendios y desvíos millonarios.
Ya he hablado de un paraíso perdido que Obrador no nos va a recuperar cuando tome posesión (http://www.culcobcs.com/educacion-y-sociedad/amlo-paraiso-perdido/). También he dicho que si nos hacen fraude, el país se verá en la mayor crisis de polarización socioeconómica de las últimas décadas, con una muy posible salida violenta que no nos conviene ni a ricos, ni a pobres, ni a clases medias. Por lo que creo que para evitar una crisis social más severa de la que ya vivimos es importante votar masivamente por Morena; primero, para quitarle la tentación al gobierno federal de consumar un fraude; segundo, para que Obrador y Morena en el gobierno federal y con una mayoría en las cámaras se pongan a trabajar y cumplan la mayor parte de las promesas de campaña, y así se logre un ligero cambio de rumbo en la política nacional. Con un consecuente mejoramiento de la forma de vida de las clases más desposeídas y las clases medias, sin un detrimento de las clases altas. Todo eso en una transición pacífica. Dejemos que el gobierno de López Obrador hable más allá de las promesas de campaña. Y estemos ahí para exigirle resultados y criticarle los fallos que tendrá, nadie es infalible.
Cuando hablo de voto masivo me refiero a la elección presidencial y a las de diputados y senadores –que es donde el fraude será más incisivo–. En tanto que, para otros cargos como presidentes municipales y gobernadores si él o la candidata en cuestión de Morena no me convence, podría diferenciar mi voto y escoger al menos malo. Así es la democracia, elegir a unos, quitar a los que están y darles el beneficio de la duda a los nuevos, aunque sean viejos conocidos. Y si el que llega es tan o más decepcionante que el anterior sólo nos quedará batearlo fuera del estadio.
Roberto E Galindo Domínguez
*Maestro en apreciación y creación literaria, literato, arqueólogo, diseñador gráfico. Cursa el doctorado de novela en Casa Lamm. Miembro del taller literario La Serpiente
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