Los hombres honestos podrán servir impunemente a la patria.
Los defensores de la libertad serán siempre proscritos mientras domine la horda de traidores
Maximilien Robespierre, discurso ante la Convención Nacional, 26 de julio de 1794
Resulta comprensible que el neofranquista Mariano Rajoy (presidente actual del gobierno español) se comporte, antes que como un dignatario como el demonio de Tasmania y se desgarre las vestiduras, arroje espuma por la boca y amenace insolentemente con los más feroces castigos al gobierno argentino –y por añadidura, a los que decidan tomar decisiones similares– encabezado por la digna señora Cristina Fernández de Kichner, por su osadía de doblar las campanas por Repsol en su país, “no [para] estatiza[r a la empresa Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), filial de aquella compañía], sino [para] recupera[r] la soberanía y [el] control de un instrumento fundamental” como son los hidrocarburos (el crudo, el gas y sus derivados), como dijo Fernández al justificar públicamente la decisión. Por su acto de “soberanía hidrocarburífera” recupera ese producto primario no renovable y por tanto estratégico, y lo pone a disposición de los intereses de una nación que aspira a un desarrollo más autónomo.
Según el economista Aldo Ferrer, la medida forma parte de “un proceso que se inicia en 2001, cuando [se] colapsa el modelo neoliberal” argentino. Significa “un paso más en la reparación del Estado nacional de un país que sale del Estado neoliberal adherido al fundamentalismo globalizador. La anomalía no fue recuperar YPF, sino haberla vendido”. Contra lo que dicen Rajoy, Antonio Brufau (presidente de Repsol y quien habla por la herida), o el derechista Felipe Calderón, la disposición “no implica que Argentina no incorpore inversores”, sino que lo hace “con una dirección” marcada por el Estado. Como “los países que reciben más inversión extranjera, [y que] son los que tienen más restricciones, en términos de qué hacen y para qué vienen”. Para decirlo en las palabras del sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, la nacionalización de YPF se inserta en las luchas progresistas y de izquierda, regidas por tres palabrasguía: “Democratizar la democracia, secuestrada por poderes antidemocráticos; desmercantilizar: no somos mercancías ni aceptamos relacionarnos con los otros y con la naturaleza como si [fuésemos] una mercancía más. Somos ciudadanos antes [que] emprendedores o consumidores. Es imperativo que ni todo se compre ni todo se venda, que haya bienes públicos y bienes comunes como el agua, la salud, la educación; descolonizar lasrelaciones sociales y erradicar las relaciones de dominación”.
A Rajoy sólo le faltó decir que enviará otra vez a sus hordas colonizadoras para reconquistar YPF. Si “como unos puercos hambrientos ansían el oro” los Hernán Cortés –escribió el uruguayo Eduardo Galeano (Las venas abiertas de América Latina)–, sus émulos del siglo XXI ansían como puercos hambrientos el oro negro y demás riquezas latinoamericanas.
¿Qué otra reacción podría esperarse de un gallego náufrago de credibilidad que llegó al gobierno por accidente debido al merecido rechazo de los españoles a los social-neoliberales y a que el sistema político sólo les permite la opción masoquista de elegir entre un reaccionario franquista-neoliberal o un derechista social-neoliberal? ¿Y que en lugar de actuar como un hombre de estado ante el colapso del neoliberalismo hispano, ha preferido tratar de rescatarlo de su ruina, a costa de, como buen católico crucificar y dejar como santocristo al pueblo español con sus salvajes programas de ajuste fiscal y estructural fondomonetarista? ¿Que procede como cancerbero de los hombres de presa que provocaron el desastre? ¿Que se comporta guardia civil al momento de defender los intereses imperialistas de segundo orden de las empresas españolas, sin importarle el daño que han hecho a las naciones huéspedes y que justifican las razones argentinas, y las que adopten otros países ante esa clase de depredadores, tarea policiaca a la que se sumó Alfredo Pérez, líder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), como escudero?
Dijo Cristina Fernández: “Soy una jefa de Estado, no una patotera (pandillera, facinerosa). Se trata de una política de recuperación de la soberanía”.
Pero cabe preguntarse: ¿Quién le dio vela en ese entierro a Calderón? Rabioso se sumó a la cruzada del gallego y calificó de irresponsable, irracional y demente el acto soberano argentino (“muy poco responsable, muy poco racional, nadie en sus cinco sentidos reinvierte en un país que expropia las inversiones”). Josefina Vázquez Mota y Enrique Peña se sumaron precipitadamente a la enloquecida manada española. Andrés Manuel López Obrador fue más digno: “Somos respetuosos de la decisión que toman otros gobiernos y del principio constitucional de no intervención y autodeterminación de los pueblos… porque no queremos que haya injerencia en lo que incumbe sólo a los mexicanos”.
La grosera actitud de Calderón se explica en varios planos:
1. Su reflejo pavloviano. Escucha “estatismo” o “regulaciones” y automáticamente aparecen sus secreciones síquicas, típicas de los fanáticos fieles de las mentiras del “mercado libre”. Saliva la dialéctica de los puños y de las pistolas del facho José A Primo de Rivera. En Cartagena de Indias dijo que el verdadero crecimiento económico y el desarrollo no están en las estatizaciones o privatizaciones, sino en “la apertura, la competencia, el comercio, la empresa y la propiedad”. En México se aplica el catecismo neoliberal y con el Calderón la economía apenas ha crecido a una tasa media real anual de 1.5 por ciento. En el mismo lapso, en las estatistas Argentina y China lo hizo en 6.9 y 10.5 por ciento. En Bolivia, Ecuador y Venezuela, que nacionalizaron su petróleo, en 4.8, 4.2 y 2.7 por ciento, respectivamente.
2. La ignorancia. Dijo que “no conozco los detalles [de la nacionalización de YPF] pero leí la nota, pero creo que el argumento es que Repsol estaba produciendo menos petróleo”. ¿Si desconoce las razones, por qué habla el ignaro Calderón? Como Vázquez Mota y Peña Nieto, ignora que la Constitución argentina (artículo 14) legitima la expropiación por causa de utilidad pública y fija las normas de indemnización. Mientras que los partidos Acción Nacional (PAN) y Revolucionario Institucional (PRI) quieren reprivatizar la industria petrolera, la tendencia mundial es mantenerla estatizada o volverla a nacionalizar (Arabia Saudita, Irán, Venezuela, Argelia, Bolivia, China, Rusia, India). La inversión extranjera se ha mantenido en Argentina –pese a su renegociación unilateral de su deuda externa o la nacionalización de los fondos de pensión, las aerolíneas o el agua– y en Bolivia, Ecuador y Venezuela sólo cayó con la crisis global. La peor caída se registró en México. Después se reanudaron los flujos en todos aunque a menor ritmo.
Pero sobre todo, Calderón finge ignorar las razones que orillaron a Cristina Fernández a nacionalizar a YPF, porque bien sabe que Repsol y las otras grandes empresas se comportan de la misma manera con los contratos anticonstitucionales otorgados por Pemex. La diferencia es que en Argentina se les aplica la ley y en México se les solapa y se les dan más contratos. La explicación es sencilla: Repsol manejó a YPF de manera depredadora: se dedicó a maximizar sus ganancias y sacarlas del país a costa de sacrificar la exploración de nuevos yacimientos y la sobreexplotación de los existentes, que redundaron en la caída de las reservas y la producción, el alza de los precios internos de los hidrocarburos que afectó a los consumidores porque también orientó las ventas hacia fuera, y el aumento de sus importaciones que provocaron un déficit comercial.
Contra lo que se esperaba, con el ingreso de Repsol la situación de la industria petrolera empeoró: “La inversión en exploración por parte de YPF cayó y de 2003 a 2011 apenas se trabajaron ocho pozos, mientras que en la década de 1980 la media anual había sido de 117 pozos de exploración”. Las reservas totales bajaron de 1.3 mil millones de barriles a 666 millones entre 2001 y 2011. La producción total de petróleo se redujo 54 por ciento entre 1997 y 2011, por lo que esa empresa perdió presencia en la oferta local. Repsol fue responsable del 54 por ciento en la caída del crudo y del 97 por ciento de la caída de la producción de gas. La refinación alcanzó su máximo en 2007, luego descendió y en 2011 bajó 18.7 por ciento. El superávit comercial de combustibles de 2006 que fue de 6.1 mil millones de dólares (MMD) declinó hasta convertirse en un déficit en 2011 con 3 MMD. La lógica era que cayeran sus ventas, pero éstas subieron de 4.7 MMD en 1999 a 13.7 MMD en 2007 y sus ganancias acumuladas fueron por 16.5 MMD.
Repsol pagó 13.2 MMD por YPF. Obtuvo dividendos por 15.7 MMD. Vendió el 25.5 por ciento de las acciones al Grupo Petersen (agentino) y ganó 3.5 MMD. Vendió otro 17.1 por ciento en la bolsa de valores y a otras empresas y percibió 2.7 MMD. En total, el beneficio fue por 22 MMD. Si a éste se le resta el precio inicial pagado, la ganancia neta fue por 8.8 MMD. Se dejó de invertir porque los beneficios eran transferidos a Repsol, lo que obligó al gobierno a ponerle un tope para evitar la descapitalización de YPF. ¿Qué ofreció Repsol para evitar la nacionalización? Que se le permitiera concesionar a terceros sus concesiones porque carecía de capital propio para hacerlo.
¡Vaya descaro!
En la edad media había un dicho: caballeros y bandidos se han vuelto intercambiables.
Hablando de “caballeros y bandidos”:
3. La “mala leche” de los negocios turbios. ¿Qué le motiva su defensa de Repsol? Calderón le abrió las puertas, ella gana y los mexicanos pagamos sus sucios negocios. Calla el escándalo del obscuro “acuerdo” con la española Sacyr en la compra de acciones de Repsol, que llevó al gobierno ibérico a defender como fiera la “españolidad” de Repsol, humillando al calderonismo. ¿Quién se benefició con el manejo “discrecional” de la venta, la compra y la recompra de las acciones de Pemex en Repsol, operación que llevó a la expulsión de Luis de Rivero (Sacyr), el “aliado estratégico” de Pemex en esa empresa que ha redundado en quebrantos para Pemex, maquinación solapada por el PRI-PAN-Suprema Corte? López Obrador —y muchos mexicanos más— se pregunta: “¿Por qué se ha privilegiado tanto a Repsol?” Se refirió al contrato de explotación de gas en la cuenca de Burgos, que sólo fue buen negocio para Repsol a costa del país, ya que no se extrajo más gas, pero sí se le pagó una fuerte cantidad. ¿Y el contrato por más de 20 mil millones de dólares que se entregó por comprar gas de Perú (que hizo a bajos precios), se los vendió caros a Pemex y los mexicanos pagamos aún más elevados? Dinamarca huele a rosas comparados al México neoliberal.
4. La diferencia inversamente radical en el proyecto energético convencional y no convencional. Argentina busca la soberanía petrolera como una pieza fundamental en su estrategia de desarrollo, por lo que abandona el modelo energético neoliberal de desregulación, privatización y transnacionalización. Arroja a la basura el concepto que considera a los hidrocarburos como una materia prima (commodity) y lo sustituye por el de un bien estratégico y planea definir una política regulada de largo plazo en la producción y los precios, según las necesidades internas. Piensa utilizar su política petrolera en un nuevo enfoque geopolítico de soberanía y seguridad nacional y ya ha “elegido” a su nuevo “socio”, según CFK. Y no es Estados Unidos: es Brasil, con quien buscará “una relación de igual a igual para, en forma conjunta, ayudar a que esta América del Sur se convierta en una región de autoabastecimiento. Y ustedes me habrán escuchado hablar también de la necesidad de incorporar a Venezuela al Mercosur, para cerrar el anillo energético”.
En esa lógica estorba Repsol, cuya tendencia de maximización de ganancias por cualquier vía, choca con la de Argentina. Es la contradicción entre el interés privado y el interés nacional.
En cambio, los neoliberales mexicanos, el PAN-PRI-oligarquía, le apuestan a más desregulación, privatización y transnacionalización; a subordinar la energía a los estadunidenses; al pillaje y latrocinio de Pemex y a la riqueza petrolera en su propio beneficio. No les importa sacrificar a la nación y saquear el bolsillo de los mexicanos que seguirán pagando la cuenta con los abusivos precios de las gasolinas, el gas y demás derivados.
La diferencia en el proyecto es lo que motivó a los patotas mexicanos a sumarse a las hordas españolas. La dignidad del gobierno argentino puede convertirse en foco de atención de las mayorías mexicanas y transformarse en un horrible obstáculo para sus fines entreguistas. Puede despertar el fantasma de la lucha nacional inspirada en Lázaro Cárdenas: el imperativo de una nueva nacionalización petrolera y energética.
*Economista