Temas como la seguridad digital, la inteligencia artificial (IA), los desplazamientos forzados, genocidios o la militarización, aunado a fenómenos como el cambio climático y la gentrificación son prioritarios para la agenda en materia de derechos humanos en 2024. Frente a estos contextos, es necesario recordar a todas aquellas personas que, desde su convicción, nos han enseñado a ser y estar en tres sentidos: para uno mismo, para los demás y para el entorno. Lo anterior nos permite resaltar el legado del fraile Miguel Concha Malo, a quién recordamos tras su primer año luctuoso.
“Don Miguel”, como varias personas le llamaban de cariño, creció siempre cercano a su familia. Más tarde, decide su vocación como fraile dominico, lo que lo llevó a estudiar en Europa durante las décadas de 1960 y 1970.
En palabras de su hermano Juan Concha, “aquí aprendió acerca de la teología de la liberación y encontró su misión de vida”. Desde entonces, comenzó su lucha en la defensa y promoción de los derechos, pero desde un lugar peculiar: la mística, la cual es entendida como una experiencia espiritual personal-comunitaria, presente en la vida cotidiana, y que se desea compartir genuinamente y de manera gratuita.
Dentro de su incidencia social y política, formó parte de la Asamblea Constituyente de la Constitución de la Ciudad de México. Además, participó en instituciones como el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (Copred), la Academia Mexicana de Derechos Humanos y el grupo Paz con Democracia. Asimismo, fue cofundador y presidente del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria, OP, AC (CDH Vitoria).
Por lo anterior, recibió múltiples premios, tales como el Premio Internacional de Derechos Humanos “Emilio F. Mignone”; el Premio Nacional de Periodismo en Derechos Humanos “José Pagés Llergo”; la medalla “Belisario Domínguez”, y, de manera póstuma, la “Medalla al mérito de las y los defensores de los Derechos Humanos 2022”.
En lo que respecta al ámbito educativo, fue académico en distintas facultades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y de la Universidad Iberoamericana (UIA). También formó parte activa del movimiento del 68.
Como educador popular, creó la Escuela Para Personas Jóvenes Defensoras de Derechos Humanos, cuya metodología, en palabras propias, yacía en “[…] no facilitar el aprendizaje en derechos humanos de las gentes y ya, sino generar la organización, que fueran talleres, cursos multiplicadores […]. Es esta construcción desde el amor […] intentando cambiar el contenido de esa palabra y dándole un contenido político” (La Escuelita del Vitoria: 15 años acompañando juventudes defensoras, 2017).
En 2023, la Escuelita –como también es conocida– cambió su nombre a Escuela Para Juventudes Defensoras de Derechos Humanos Miguel Concha Malo, en honor a nuestro querido “sembrador de paz”.
Otro campo donde se destacó fue el periodismo. A través de su narrativa, lograba una reflexión constante para transformar la información en acción. En el periódico La Jornada, lo recuerdan como: “el religioso dominico que en la década de 1970 abrió brecha para que los sacerdotes progresistas escribieran y publicaran en los medios de comunicación de la época; que en la década de 1980 contribuyó a levantar el andamiaje de organizaciones defensoras de derechos humanos; que desmenuzaba y sistematizaba con rigor los avances y retrocesos de las políticas en la materia; que hacía de la solidaridad con los perseguidos una labor cotidiana y tan natural y necesaria como respirar” (Petrich, 2023).
De esta manera, difundió las luchas de las comunidades históricamente vulneradas y promovió la construcción de su propia liberación, sin órdenes ni asistencialismos. Estos principios místicos forman parte del movimiento teológico de la liberación, pues se basa en hacer presente en el aquí y ahora la dignificación de toda y todo ser vivo.
Fundó la primera revista Justicia y Paz. Escribió en el periódico Uno Más Uno y en la revista Proceso. Entre sus obras publicadas, se encuentran: “Los derechos humanos y la ciudad”, “La participación de los cristianos en el proceso popular de liberación en méxico”, “La dimensión política de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales”, “La pena de muerte, un enfoque pluridisciplinario”, etcétera.
Siendo compañero de esperanza, se destacó como un gran teólogo de la liberación. En palabras de Gonzalo Ituarte, “al decidir ser ordenado por Sergio Méndez Arceo el obispo rojo, ya era decidir por una opción específica de ser iglesia”.
Así, formó parte de la Pastoral Social del Sur junto a don Arturo Lona Reyes, Jtatik Samuel Ruiz –con quien compartió luchas en Chiapas– y don Bartolomé Carrasco. También participó activamente en la Conferencia Episcopal de Puebla en 1979 –posterior a Medellín–, en las que se impulsó la opción preferencial por los pobres.
“El sembrador de paz” es recordado como un ser bondadoso, a quien le gustaba mucho el café, los libros, el cigarro y se frustraba ante las situaciones de injusticia, pero se cobijaba en su fe. Fue un hombre humilde, gran lector, orador y amigo.
El legado de Miguel Concha Malo es perpetuado a través del CDH Vitoria –próximo a cumplir 40 años de lucha y resistencia–. Su labor ha impactado no sólo en México, sino también en América Latina. Su lucha se basó en la mística y la búsqueda de la paz, justicia y democracia, desde una perspectiva crítica. Esto, a partir del método participar, ver, juzgar, actuar y celebrar, el cual nos invita a promover nuestra participación y reconocimiento de las libertades.
Su voz, profética y escatológica, sigue denunciando y anunciando otros mundos posibles desde la ética, la comunalidad y el diálogo sincero, en donde quepan todas las propuestas que promuevan la justicia en un equilibrio de armonías.
Esnayder González*/ CDH Fray Francisco de Vitoria
*Colaboradora del CDH Fray Francisco de Vitoria
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