Vicente Florencio Carlos Riva Palacio Guerrero (ciudad de México, 16 de octubre de 1832-Madrid, España, 22 de noviembre de 1896) supo defender con las armas y con la pluma la independencia y la libertad contra la intervención extranjera y la tiranía clerical.
Su obra es ejemplo de lucha y esperanza de liberación para México, hoy oprimido por un gobierno ilegítimo, enemigo del pueblo y heredero de las fuerzas conservadoras contra las que Riva Palacio combatió.
Hijo del abogado liberal Mariano Riva Palacio, Vicente se tituló de abogado en 1854 y fue diputado en 1856 y en 1861.
Varias veces estuvo en prisión por sus ideas liberales: en 1858 por órdenes de Zuloaga, y en 1859, por las de Miramón.
Nieto de Vicente Guerrero por línea materna, “heredó de su abuelo no sólo el nombre de pila, sino la bravura, el amor a la patria y la afición por la guerrilla” (Néstor Heras, “En el Museo Nacional”, El Nacional, 28 de agosto de 1939).
Cuando los franceses desembarcaron en Veracruz, se presentó al general Zaragoza con una guerrilla que organizó para combatirlos; posteriormente tomó parte en la batalla de Puebla.
A la vez que combatía con las armas a los franceses, Riva Palacio lo hacía también con las letras, con canciones como Mamá Carlota, que compuso junto con Juan de Dios Peza, y que se hizo popular en 1866, cuando Carlota marchó a Europa (El Nacional, 5 de marzo de 1939).
Dicen algunas de las estrofas de esa canción: “Adiós, mamá Carlota, adiós, mi tierno amor. De la remota playa, te mira con tristeza, la estúpida nobleza, del mocho y el traidor”.
Riva Palacio tuvo una destacada participación militar: en 1865 fue nombrado gobernador del estado de Michoacán y en 1867 tomó parte en el sitio de Querétaro.
Su novela Calvario y Tabor (1868), intrincada historia de amores turbulentos, está ambientada en esa guerra contra los invasores.
Refiriéndose a esa obra y a esa gesta, Ignacio Manuel Altamirano apuntó que “el pueblo mexicano fue martirizado por los ‘farisaicos reyes de Europa’ para finalmente alcanzar su victoria, su Tabor, ‘desde cuya altura, México, el atleta de las libertades americanas… muestra a sus enemigos su rostro, que resplandece como el sol’”.
Paradójicamente, el padre de Vicente fue elegido por Maximiliano como uno de sus defensores en el juicio que desembocó en su fusilamiento en el Cerro de las Campanas.
A Riva Palacio le apasionaba el estudio de la época virreinal, mismo que afianzó su liberalismo, como reacción contra los abusos del manejo político de la religión, pues “al examinar el verdadero proceso de las formas religiosas llegó a la conclusión de que constituían una cadena en manos de los políticos conservadores” (Rafael López, “El general Riva Palacio”, El Nacional, 24 de agosto de 1934).
Muchas de sus obras están dedicadas a ese periodo, como sus novelas La vuelta de los muertos (1870), acerca del regreso de Hernán Cortés de su expedición a Honduras; Las dos emparedadas. Memorias de los tiempos de la inquisición (1869); Monja y Casada, Virgen y Mártir (1868); Los piratas del Golfo (1869); Martín Garatuza (1868), y Memorias de un impostor. Guillén de Lampart (1872). En estas dos últimas, relata conspiraciones que anticiparon el movimiento de Independencia.
La historia del irlandés Lampart (1615-1659), también conocido como William Lamport, precursor de ese movimiento, inspiraría en el siglo XX al famoso personaje cinematográfico el Zorro.
Lampart y Riva Palacio, lo mismo que Douglas Fairbanks, el actor que en 1920 personificó a Guillén en la película La marca del Zorro, pertenecieron a la masonería, institución que defiende la libertad, igualdad y fraternidad entre los seres humanos.
En ésa y en otras de sus novelas, Riva Palacio relata el papel que jugaba la Inquisición en la época colonial, basándose en documentos que le fueron proporcionados por José María Lafragua, cuando éste era ministro de Relaciones Exteriores, de la que dependía entonces el Archivo Nacional.
Dicho préstamo tuvo lugar antes de la intervención francesa, por lo que los papeles fueron escondidos, para protegerlos de los intereses del clero y de los invasores, en la bodega de un amigo de Riva Palacio, en la Plaza del Volador.
Acerca del Tribunal del Santo Oficio, el soldado y escritor señala que lo instituyó el clero y la corona española por el temor a perder sus conquistas en América. “Si a propagarse llegaban las nacientes ideas de libertad de conciencia, que eran el escándalo del catolicismo y la enseña del también anarquizado campamento de los reformadores” (México a través de los siglos, Tomo II, “El Virreinato”, Publicaciones Herrerías, sin fecha, página 16).
En 1874, Riva Palacio colaboró en los periódicos satíricos El Ahuizote, El Constitucional y El Radical, donde criticaba al gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada.
Apoyó a Porfirio Díaz en el plan de Tuxtepec, al triunfo del cual fue ministro de Fomento. Rescató las ruinas de Palenque, estableció el Observatorio Astronómico Nacional y terminó la construcción del Paseo de la Reforma.
En 1884, bajo la presidencia de Manuel González, Riva Palacio fue acusado de conspiración y estuvo preso en la cárcel de Santiago Tlatelolco, donde se dedicó a escribir el segundo tomo, dedicado a la Colonia, de la obra histórica México a través de los siglos.
En mayo de 1886 fue nombrado ministro plenipotenciario de México en Madrid, donde murió el 22 de noviembre de 1896. Ese mismo año se publicó uno de sus trabajos más conocidos, los Cuentos del general.
Con tal nombramiento, que implicaba un honroso exilio, don Porfirio alejó del país al destacado liberal sin motivar un conflicto mayor.
Como escribió el propio Riva Palacio: “El hombre pertenece a su siglo y el siglo no pertenece al hombre”. Para él, su época más combativa ya había pasado, y ahora quienes emprendían la lucha y enfrentaban las persecuciones eran otros héroes, como Ricardo Flores Magón.
En 1885, el periódico El Ahuizote (término que entre los aztecas se refería a un anfibio, anuncio de calamidades) había tenido descendencia: El Hijo del Ahuizote, fundado por Daniel Cabrera.
En julio de 1902, Ricardo y Enrique Flores Magón lo arrendaron y desde él desarrollaron una fuerte oposición contra el gobierno de Díaz.
Por otra parte, Vicente Riva Palacio estuvo casado con María Josefa Bros Villaseñor (nacida en 1839) y fue padre de Manuel Vicente Mariano Francisco Federico Riva Palacio Bros (nacido en 1857).
En 1936, los restos de Riva Palacio fueron traídos a México a bordo del cañonero Potosí, y depositados en la Rotonda de las Personas Ilustres.
Por ironías de la historia, en el mismo lugar reposa Manuel González, quien fuera uno de sus principales perseguidores, así como su enemigo Sebastián Lerdo de Tejada, quien en 1872 dispuso la edificación de ese recinto.
El 19 de abril de 1936, en la estación de Buenavista, los restos de Riva Palacio fueron recibidos por muchas personas, desde gente del pueblo, hasta empresarios como el español Adolfo Prieto, quien en esa ocasión dijo haber recibido, 48 años antes, una recomendación de Riva Palacio para venir a México. (“México recibe con amor las cenizas del general”, El Universal, 20 de mayo de 1936).
Adolfo Prieto y Álvarez de las Vallinas, quien nació en España en 1867 y murió en Monterrey en 1945, fue apoderado de la Banca Basagoiti. Promotor de la industria siderúrgica en esa ciudad, encabezó la fábrica de hilados y tejidos La Victoria, así como el Casino Español.
Ese día, 19 de abril de 1936, Vicente Riva Palacio también recibió honores de las fuerzas militares, que en aquel tiempo no estaban, como actualmente, contra el pueblo de México, sino que combatían las embestidas del fascismo y de las guerrillas cristeras.
De acuerdo con una crónica de la época: “El general Vicente Riva Palacio pasó por la historia de México con una espada en una mano y una pluma en la otra. Y quién sabe, para la causa revolucionaria que defendió la generación de la Reforma, cuál de ellas, si espada o pluma, haya rendido más servicios”.
*Maestro en filosofía; especialista en estudios acerca de la derecha política en México
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