I. Escribir cartas es ya excepcional. Tal vez sí recados. Y no más. Tal vez alguna mujer, un hombre; las cartas a los Reyes Magos de algunos niños que todavía creen, al menos, en las tres estrellas que miramos, como Kant en su célebre frase: “el cielo estrellado sobre mí”. A la mejor por ahí alguien reciba una carta de amor, quizá. Pero, ese medio de comunicación, después o casi simultáneamente a los telegramas, ha desaparecido. Tal vez exista por ahí una novela escrita en forma de cartas. Lo cierto que con los nuevos medios tecnológicos para enviar mensajes (el internet), ya no hay cartas… salvo las que ha localizado Shaun Usher y recopilado en Cartas memorables, en bellísima presentación, tamaño… ¡carta!, que reúne dramas, comedia, tragedias, anécdotas y demás cosas de la vida diaria y anónima, que no se sabe si tuvieron respuesta. Pero más de 100 de ellas, por sí solas son literatura pura ya que fueron escritas con sinceridad, por Darwin, Dickens, Dostoievski, Beethoven, Wilde, Roosevelt, Twain, Da Vinci, Lincoln y otras más, como la titulada Me van a matar, de María Estuardo, sobre la libertad de expresión de Bill Hicks. Y una carta sobre el Hombre Elefante.
II. Conmovedoras cartas que con facsímiles, grabados y fotos, son un arsenal del escribir con la mayor autenticidad; como la de Galileo Galilei. Cooper, una madre que no puede sostener a su hijo y deshecha en lágrimas pide a una monja de un orfanato que lo reciba. Una misiva de la pionera de la aviación: Amelia Earhart, sobre su reticencia a contraer matrimonio para seguir con su mayor pasión, misma que la llevó a la muerte al caer su avión en el Pacífico. La de un colaborador de James Watson explicando a su hijo la creación del ADN. La del destacado beisbolista Jacki Robinson contra la segregación racial, dirigida al presidente Eisenhower. Otra en defensa de las construcciones de los castores. Una sobre la indignación de Mark Twain contra los falsos curanderos. Una de amor al samurái Kimura Shigenarí acerca de los robots de Ray Bradbury. La desgarradora carta del fisicomatemático Richard Feynman tras la muerte de su esposa: “P.D. Perdona que no te envíe esto, pero ignoro tu nueva dirección”. La del creador de la tira cómica (y filmes) Charlie Brown y Snoopy, firmada, pues, por Charles M Schulz.
III. La carta célebre: Carta al padre. Y la novela-carta de Stefan Zweig: Carta de una desconocida. Así que nada como la lectura de estas cartas recopiladas con el título de Cartas memorables, que son una baraja de ellas donde los autores nos dejaron un testimonio íntimo al exponer sus sentimientos. Está la carta de Rebeca West a H. G. Wells, titulada Me niego a que me roben mi escena en el lecho de muerte. Las cartas de este libro son algo parecido a las cartas de amor que alguna vez escribimos y enviamos; de amistad y de cualquiera otra relación, que semejan a los envíos por celular para comunicarnos modernamente. Estas cartas son el pretérito que ahora, con nostalgia nos traen recuerdos (¿por qué siempre nos acordamos de los recuerdos?). Coloquialmente se dice: “vale la pena”, pero es mejor decir: vale la alegría meterse a estas 125 páginas que tienen las más variadas motivaciones del sentir, pensar y querer del ser humano en su correspondencia. Aún se miran los carteros y a nuestros buzones llegan sobres con otra clase de escritos. Es lo único que va quedando de las cartas de antes: las que llenaron de esperanza al recibirlas; o de temor esperando una mala noticia. La traducción al español es de María José Diez y Enrique de Hériz.
Ficha bibliográfica:
Recopilación: Shaun Usher
Título: Cartas memorables
Editorial: Salamandra
Álvaro Cepeda Neri
[BLOQUE: MISCELÁNEO][SECCIÓN: EX LIBRIS]
Contralínea 558 / del 25 al 30 de Septiembre de 2017