Es sorprendente como la incompetencia del hombre se exacerba por dinero, cuando la condición humana desarrolla las ciencias y las artes, que hacen a las sociedades grupos civilizados; que, se supone, procuran para sí y para los animales con los que “comparten” la Tierra, un mayor bienestar. En México, los actos “civilizatorios” de empresarios e inversionistas usan el sobretodo del “desarrollo”, cuando implican establecer industrias o complejos inmobiliarios en lugares paradisiacos. Como una vez fue Tajamar, hoy reducto casi devastado, de lo que hasta la década de 1970 era una región virgen. Acciones avaladas por el gobierno a través de instancias como la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), entre otras igual de incompetentes.
El ecocidio de Tajamar –con las imágenes de desolación, de mutilados cadáveres de animales; los videos con gente increpando a la pandilla del Partido Verde Ecologista; en reclamos que son gritos mudos para las máximas autoridades– es sólo la muestra de una devastación ambiental más. La carnicería que hicieron no es “desarrollo”, como esos imbéciles lo llaman, es despojo inhumano. Porque no es humano quien extermina naturaleza y animales. Mientras tanto, el gobierno federal alardea de la captura de Joaquín Guzmán, el Chapo, y filtra sus pláticas con una actriz, aportando a guiones para miniseries de narcotráfico. El negocio de las drogas no acaba en cuentas bancarias de narcos y políticos, también da dividendos en la televisión y el cine. Pero qué se puede esperar de un gobierno que “no puede” encontrar a 43 estudiantes, que es indolente a los cadáveres arrojados a la vía pública. Que está preocupado porque la estratosférica alza del dólar no merme su popularidad, usando comentaristas mediocres para tergiversar la realidad en programas de estupideces, que desafortunadamente aún tienen muchos televidentes. ¡Por eso movieron a México con pantallas!
La devastación es de Sureste a Noroeste. La belleza natural del Caribe mexicano lo ha puesto en riesgo, pues es un botín para los despojadores inmobiliarios. Los complejos hoteleros y de viviendas han arrasado manglares y contaminado cenotes y cavernas, algunos son vertederos de desechos. No cabe aquí detallar los estragos en las costas del Pacífico. Pero un buen ejemplo son Guerrero y Jalisco, por el despojo de playas a las comunidades; estados cuyos principales puertos están rodeados por cinturones de miseria, generados por los trabajadores que llegaron para edificar hoteles y conformar con los nativos los ejércitos de limpieza y mantenimiento de éstos. Hoy se devasta la costa nayarita y, de ahí al Golfo de California y al Pacífico nuevamente los conflictos por despojo y contaminación abundan.
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Baja California Sur, emblemática por su biodiversidad y belleza, es una entidad donde, bajo la bandera del “desarrollo”, se lotifican predios federales o protegidos, para que los políticos lucren con la compra y venta de terrenos. Ahí está el Mogote y su monstruosa edificación. También se tiene conflicto por terrenos en el Coyote, y todos los desarrollos turísticos que han sido levantados o se edifican en la costa desde La Paz hasta Cabo San Lucas, de los que sólo en pocos casos la sociedad ha logrado detenerlos. Como en el Parque Nacional Cabo Pulmo, intento de atraco ecológico y social que se repite cada tanto, y que gracias a la presión social, principalmente la internacional –aun a pesar de las autoridades– se ha logrado frenar. Pero la línea de costa va más allá de Los Cabos –donde, además de playas, se privatizan carreteras– y los desarrollos inmobiliarios se propagan, dejando una estela de despojo social y pavimentando el camino para la devastación natural. Los despojadores inmobiliarios trasnacionales han llegado a Todos Santos, bajo el nombre de Tres Santos y, amparados en autoridades corruptas, están arruinando el pueblo mágico. En Punta Lobos arrasaron el manglar, cambiaron la salida natural de agua al mar y desaparecieron la playa en la Zona Federal Marítimo Terrestre (Zofemat) como consecuencia de su edificación, despojando a los pescadores de su varadero y creando con esto un conflicto social internacional, debido a que la compañía inmobiliaria es trasnacional y a que muchos residentes de Todos Santos, incluidos artistas de renombre, son extranjeros y apoyan a los pescadores.
Siguiendo como todos ellos el protocolo del buen despojador inmobiliario, llegaron esos trúhanes a Todos Santos:
De Tajamar a Todos Santos, los despojadores inmobiliarios –al amparo de la corrupción en todos los niveles de gobierno– nos están despojando de nuestra patria, aniquilando ecosistemas. Avanzan depredando peor que animales –¿dónde les quedó la condición humana?, subyugada por dinero, claro– vienen bordeando la costa. Ninguna bestia causa más daño que el político y el empresario, en este caso la subespecie despojador inmobiliarius. Que como plaga va asolando las playas, contaminando los mares, el agua, encareciendo la vida; esclavizando a los nativos en trabajos de sirvientes, generando abismales clases sociales donde no las había. Convirtiendo la tranquilidad de las comunidades en caos bajo la bandera del “desarrollo”.
Roberto Galindo*
*Maestro en ciencias en exploración y geofísica marina, licenciado en arqueología especializado en contextos sumergidos, licenciado en letras hispánicas, licenciado en diseño gráfico; actualmente cursa la maestría en apreciación y creación literaria en Casa Lamm
[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: ARTÍCULO]
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