David Corcho*/IPS
Luego de haber gobernado a las naciones latinoamericanas, la derecha vive una situación de profunda ilegitimidad y aislamiento políticos.
El descalabro de estas elites conservadoras comenzó con la victoria de Hugo Chávez en las elecciones de 1998 y, desde aquel momento, el retroceso se ha mantenido hasta hoy.
De acuerdo con el politólogo argentino Atilio Borón “podría decirse que el punto más bajo de este ciclo descendente fue la derrota del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en la Cumbre de Mar del Plata, a finales de 2005”.
Hoy existen gobiernos de izquierdas en países como Bolivia, Venezuela, Ecuador y Brasil, y su popularidad y reconocimiento internacionales justifican lo acertado de sus políticas: combate contra la pobreza, lucha contra el narcotráfico y la violencia civil, y numerosas medidas sociales.
Otra de sus fortalezas ha sido la acertada política exterior. Esto ha permitido colocarse a la altura de las potencias y poner en la agenda mundial los intereses de los países latinoamericanos.
Los mecanismos de integración regional, advierte Borón, han sido, a su vez, los medios para lograr una verdadera coalición entre estas naciones, y defenderlas de los estados más reaccionarios y de la menguada hegemonía de Washington en el Continente.
Sin embargo, a pesar de que la derecha ha preferido retirarse a lamer sus heridas en el campo de la alta política continental, intenta recobrar su antiguo poderío.
Los medios y estrategias son diversos; a veces, por ejemplo, son realmente burdos: el golpe de Estado y el impulso de la violencia civil.
na movida temprana ocurrió en Venezuela en 2002, para derrocar a Hugo Chávez, pero la resistencia popular frustró la intentona.
En Bolivia (2008) y Ecuador (2010) los golpes contra los gobiernos de Evo Morales y Rafael Correa, respectivamente, terminaron en fracaso; no así en Honduras (2009) y Paraguay (2012).
En las elecciones de 2013 la derecha volvió a morder el polvo en Venezuela, y esta derrota provocó que incentivara un proceso desestabilizador cuyos resultados más notables han sido fortalecer al gobierno.
Cuando estas tácticas no dan resultado –explica Emir Sader, destacado sociólogo brasileño– se recurre a estrategias más sutiles.
“Recién se pasó a promover la Alianza del Pacífico (AP) –según el académico carioca– como una alternativa en oposición al Mercosur [Mercado Común del Sur] y la Unasur [Unión de Naciones Suramericanas].
“La AP –sostiene– promueve un tipo de integración regional basada en el libre comercio, muy apegada al consenso que Washington querría restituir en la zona”. Otra estrategia implica promover nuevos rostros, como los de los venezolanos Henrique Capriles y Leopoldo López.
Es precisamente en el ámbito del discurso donde aparece un nuevo matiz, según explica Alfredo Serrano, director del Centro Estratégico Latinoamericano Geopolítico, de España.
Para políticos como el argentino Sergio Massa, el venezolano Henrique Capriles y el ecuatoriano Mauricio Rodas una táctica es distanciarse de los partidos tradicionales.
“¿Qué tienen en común Massa, Capriles y Rodas? –se pregunta el analista–. Procuran presentar un nuevo momento, un estadio superior: el de la pos-política, el de creer que todas las discusiones son técnicas o tecnocráticas y no políticas.
“Massa, Capriles y otros políticos prefieren discutir cuestiones como la reducción de los impuestos, la lucha contra la inseguridad, pero, en los debates sobre gasto social, comprenden que la política de las Misiones en Venezuela o Asignación Universal por Hijo, en Argentina, son extremadamente populares.
“La nueva derecha se da cuenta de que tiene que intentar captar la mayoría ganada por la izquierda latinoamericana para recobrar su hegemonía”, concluye.
Pero las sociedades latinoamericanas reclaman que sus democracias distribuyan mejor las riquezas que generan, y que se cierre la brecha entre ricos y pobres, en lugar de hacerse crónica.
Los pueblos americanos piden que haya en los gobernantes verdadera preocupación por la pobreza y la marginalidad y no mera retórica electoral.
Borón, Sader y Serrano concuerdan en que los partidos y dirigentes que no comprendan este cambio en el clima de la época y en la agenda de reclamos sociales, perderán irremediablemente en las urnas, rechazados por las mayorías que exigen de sus mandatarios mucho más de lo que les exigían hace apenas unas décadas.
David Corcho*/IPS
*Periodista de la redacción Sur de Prensa Latina
Contralínea 418 / del 4 al 10 de enero de 2015