En continuación con WikiLeaks, de Julian Assange, que ha tenido que pagar con su libertad, la filtración de material a los medios de comunicación, entre 2011 y 2012 (consultar la Memoria de una aventura periodística coordinada por Pedro Miguel, con el título de: México en WikiLeaks y WikiLeaks en La Jornada, editado por La Jornada Ediciones), irrumpen los Papeles de Panamá en los que 190 reporteros del periodismo de investigación de 65 países dieron a conocer la filtración documental de más de 200 mil empresas domiciliadas en paraísos fiscales, donde están implicadas, beneficiándose más de 130 mil personas. La organización ICIJ: Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, está dirigido por el reportero australiano Gerard Ryle. los Papeles de Panamá, siguiendo (dice la nota de AFP, aparecida en La Jornada los días 4 y 5 de abril de 2016) el modelo de WikiLeaks por el periódico que primero recibió la documentación, la compartió con medios de prensa internacional, seleccionando los portales de la revista Proceso y de Carmen Aristegui, para darlos a conocer a la opinión pública en México.

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El colectivo de periodistas ICIJ ha impuesto un nuevo giro al periodismo de investigación donde la prensa escrita ha encontrado su renacimiento, quitándose de la cabeza la espada de Damocles que la amenazaba de que ese periodismo estaba expirando. WikiLeaks y los Papeles de Panamá han oxigenado al blanco-negro de la prensa (con todo y que no pocos periódicos recurren al color en sus páginas para modernizarse). Se trata de abortar lo que esconden, bajo las llaves del secreto, gobiernos y empresarios respecto de sus entrañas de corrupción, para que la opinión pública mundial se entere de cómo políticos y capitalistas se enriquecen auxiliados por las coyunturas de paraísos fiscales que les permiten no pagar impuestos y, además, llevar a cabo triangulaciones económicas clandestinas, al más puro estilo de las delincuencias.

Asido a la investigación hasta sus últimas consecuencias, el periodismo –particularmente escrito– ha logrado continuar lo que fue una creación ingeniosa y técnica desde Johannes Gutenberg (1398-1468), para renovar la prensa impresa. Tanto lo de WikiLeaks como lo de los Papeles de Panamá (2011-2016), han mostrado el músculo del periodismo para informar con hechos lo que gobernantes, banqueros y los dueños del dinero (mucho de él mal habido, e incluso de narcotraficantes coludidos con ellos), han escondido de la vigilancia fiscal, para que quienes concentran el 90 por ciento de la riqueza mundial obtengan más ganancias. Los reporteros pertenecientes a esa asociación han logrado una hazaña singular. El que informen sobre multimillonarias inversiones a resguardo de su fiscalización es de gran relevancia para tener conocimiento democrático de lo hacen políticos, capitalistas, negociantes y delincuentes en los sótanos de los capitalismos, para enriquecerse más y lavar lo que los narcos obtienen con sus delitos; y otros se roban hasta de sus propias empresas, gobiernos y bancos.

Lo que han exhibido los Papeles de Panamá es la otra cara –de las 1 mil caras que tiene–  de la corrupción mundial que sustrae recursos de los países para invertirlos tramposamente. Los pueblos deben saber más para que tomen la palabra (como ya lo hicieron en Islandia despidiendo a su Primer Ministro, pillado en esas maniobras) y exijan deslindar responsabilidades. Fundada en 1997 por el periodista estadunidense Chuck Lewis, la ICIJ ha estado dando frutos y lo de Panamá “es probablemente la mayor filtración de información confidencial de la historia”. Ya la prensa más activa no se conforma con consultar “las fuentes” y recibir boletines. Los reporteros indagan y no hay coto cerrado a sus investigaciones. Y además comparten lo que saben para ser divulgado al más amplio espectro de lectores. Así es que el periodismo de investigación ha pasado a ser más innovador. Y salimos ganando democráticamente.

Álvaro Cepeda Neri

[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: DEFENSOR DEL PERIODISTA]

Contralínea 486 / del o2 al 07 de Mayo 2016

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