El 28 de agosto asumió funciones la LXI Legislatura. Su primer reto: discutir y aprobar el presupuesto que envió Felipe Calderón. Un proyecto que ya había delineado Mr. Catarrito (Agustín Carstens): menor gasto, más impuestos y endeudamiento moderado (sic). En síntesis, una demostración clara de la quiebra del país, no sólo por la crisis “que vino de fuera”, como el lobo de Caperucita, sino debido, básicamente, a una economía con graves fallas estructurales y una total ausencia de medidas para reactivar la producción.
En la propaganda calderonista antes del informe de gobierno, Felipe dice que se salvaron 500 mil empleos, aunque omite que se perdieron 800 mil y dejaron de crearse más de 1 millón.
Conclusión, en 2010, con un déficit fiscal mayor a los 300 mil millones de pesos, que plantea la siempre errónea Secretaría de Hacienda y Crédito Público, habrá mayor desocupación y aumentos en luz e hidrocarburos, más otros insumos necesarios como agua, transporte, alimentos, etcétera.
Ante dicho panorama, tanto el Partido Revolucionario Institucional como el Partido Acción Nacional han señalado que harán ajustes, pero no aceptarán el Impuesto al Valor Agregado en alimentos y medicinas, la obsesión perenne de Claudio X González, el presidente del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios que en una declaración insólita dice que “no se debe subsidiar a los que más tienen” (sic desvergonzado).
Y justamente ahí descubrimos el gran acertijo. Es cierto que en el gobierno se debe recortar y hacer funcionar todo lo inútil, pero si no se grava a los más ricos, de poco servirá hacer cambios en la administración pública, que se lo merece, para ir saliendo del hoyo en que nos metió un modelo ineficiente, parasitario, rapaz.
Hace poco supimos por el exdiputado Gerardo Priego que en boletos de avión y otras cuestiones menores, cada legislador podía obtener legal, pero ilegítimamente, más de 1 millón de pesos. Y los supuestamente izquierdistas del Partido de la Revolución Democrática, lejos de seguir el ejemplo del panista, casi se agarran a moquetes porque les dieran su pago de marcha, una cantidad similar a la mencionada.
Esos mismos señores pueden recibir en sus tres años de gestión por ahorros extraños 3 millones 708 mil pesos. Es decir, salen millonarios. No se diga cuando son maiceados por empresas diversas, situación que ocurrió hace tiempo con las tabacaleras.
También sabemos que los secretarios, subsecretarios, oficiales mayores y hasta algunos directores generales reciben 2 millones 800 mil pesos al año, además de múltiples prestaciones, como despensa. Claro, hay viáticos para ir a comer a lugares elegantes.
Y qué decir de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que obtienen 72 millones de pesos, cada uno, en un año. ¿Y el Instituto Federal de Acceso a la Información, la Comisión Nacional de Derechos Humanos, el Instituto Federal Electoral y varios más?
Y si vamos a Petróleos Mexicanos y otras dependencias faraónicas, las cosas están como de primer mundo. En este gran concierto, los sindicatos no quieren desentonar.
Es indispensable bajar sueldos y prestaciones. Pero no veamos el árbol deteriorado y casi marchito del gobierno sin darnos cuenta ni hablar del espantoso bosque: la iniciativa privada.
México es de los cinco países con mayores millonarios; no obstante (o por eso) resulta uno de los más desiguales en distribución del ingreso en el orbe.
Un ejemplo: las empresas de Ricardo Salinas Pliego se cotizaban en 4 mil 200 millones de dólares hace poco; hoy valen 10 mil millones de dólares. Ello porque, en Elektra, cualquier aparato le cuesta a usted cinco veces más que en otro lugar, debido a los tramposos abonos chiquitos.
Telmex, no obstante lo que diga Slim, tiene en México los precios más altos de Latinoamérica. Cemex, de Lorenzo Zambrano, ha logrado acuerdos con las demás cementeras para no bajar las tarifas. Y Bimbo, de Lorenzo Servitje, simpatizante de Marcial Maciel, ha encarecido sus productos en estos 12 meses muy por encima de la inflación.
¿Y por qué a Jugos del Valle, Unefon y otros consorcios les regresan miles de millones de pesos de impuestos? El “jefe” Diego ríe al lado de Ahumada.
No hablemos de las autopistas de cuota, con tarifas inimaginables, que siempre están en reparación: la México-Puebla, México-Querétaro y México-Acapulco.
Hay que adelgazar en serio al gobierno, pero meter en cintura a los tiburones de la iniciativa privada.
Ése es, en el fondo, el reto de la actual Legislatura. ¿Sabrá afrontarlo?