La vida completa de los Kardashian ha sido expuesta voluntariamente en televisión y en sus redes sociales. Les han hecho ganar millones de dólares a pesar de que existe el consenso entre la gente de que el programa es inútil, sus vidas parecen huecas y, sobre todo, nadie entiende por qué esa familia es tan famosa y millonaria. Bueno, debo defender la utilidad de su existencia: la semana pasada el único hijo varón de la familia, Robert Kardashian, el menos exitoso (mediáticamente hablando), publicó en sus redes sociales fotos y un video con contenido sexual de su expareja, Blac Chyna, y realizó reclamos de infidelidad.
Sí, es aparentemente una noticia banal, de esas que atraen visitas a un sitio web, del estilo de las Fake News. Sin embargo el hecho tiene su importancia, dar notoriedad a un fenómeno que no es tan conocido pero es tan común que ya tiene nombre y en algunos países ya está tipificado como delito, se trata del Revenge porn, porno por venganza o porno vengativo.
Puede tener muchos nombres, pero el fenómeno es definido como la divulgación a través de medios digitales (sitios web; redes sociales; sitios en la nube como Dropbox o similares; de fotografìas, videos o mensajes) de contenido sexual sin el consentimiento de la persona involucrada. Lo más grave es que eliminar completamente de internet un video o una fotografía es prácticamente imposible para las autoridades de cualquier país.
Los casos han sucedido, por ejemplo, hasta entre los militares de Estados Unidos, quienes compartían imágenes de sus compañeras desnudas.
Otro punto son las plataformas y las responsabilidades. El contenido del caso mencionado estuvo durante horas en una cuenta de alguien famoso con millones de seguidores. Regularmente los responsables de las plataformas indican que “cualquier uso inapropiado” será responsabilidad del usuario; sin embargo parece que no revisan sus propias tendencias para detectar y eliminar contenidos de este tipo. Suspender una cuenta mucho tiempo después no parece ayudar mucho a las víctimas.
El avance de la tecnología, como siempre, va acompañado de lo mejor y peor de las personas. Por un lado, la miniaturización permite avances en el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades, así como la posibilidad de que un gran porcentaje de personas en el mundo pueda adquirir cámaras digitales o teléfonos inteligentes capaces de realizar una gran cantidad de funciones para facilitar la vida al usuario.
Dichos dispositivos electrónicos que permiten el disfrute de los momentos de esparcimiento como fiestas o reuniones de familiares o amigos también logran colarse en la intimidad de las personas y luego hacerla pública. La facilidad de poder tomar fotografías o grabar videos sexuales se va convirtiendo en una actividad más o menos habitual. El problema no está ahí, el problema es que el amor, la confianza, la diversión, el esparcimiento con drogas legales, o lo que sea que haya reunido a las personas, suele terminar, y regularmente, de mal modo.
Cualquier situación, comentario o malentendido es válido para algunas personas y deciden utilizar su arma más poderosa, una que no tiene vuelta atrás: intentar humillar a esa persona a nivel mundial, distribuyendo videos o imágenes sabiendo el daño que provocarán.
En varios países ya se ha tipificado como delito: Estados Unidos, Alemania, Reino Unido; sin embargo la única medida eficaz es el sentido común.
Las recomendaciones que suelen darse en caso que se decida compartir con otra u otras personas material de contenido sexual en la que la persona será la protagonista, son las de evitar que aparezca el rostro, lunares, tatuajes u objetos que puedan ayudar a deducir o reconocer a la persona y el lugar.
Otra recomendación para tratar este tema es que la atención masiva es intensa, pero se debe contemplar que después de un tiempo lo olvidarán y a nadie le importará, excepto a la persona afectada, que por obvias razones considerará que todos la observan porque la reconocen.
Finalmente si a muchos famosos les ha pasado algo así y logran restarle importancia y continuar con sus vidas, alguien que no vive rodeado de fotógrafos todo el tiempo debería poder hacer a un lado esa parte de su vida y superarlo. Pero eso es el mundo ideal, la presión de un caso de este tipo bien puede acercar a la persona afectada hasta al suicidio.
La única manera de asegurarte de que una imagen no será compartida, subida a un sitio web o a una red social es no tomarte ni permitir que te tomen fotografías de contenido sexual. Y eso es lo que dictaría el sentido común. El riesgo está ahí. Debemos realizar nuestras acciones de forma consciente y, sobre todo, las leyes deberían estar actualizadas para proteger a quienes sean víctimas de porno de venganza.
Gonzalo Monterrosa
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