Dos candidatos, una sola causa. En dos convenciones, en Tampa, Florida, los republicanos eligieron a su candidato Mitt Romney; y en Charlotte, Carolina del Norte, el Partido Demócrata eligió a Barack Obama. Dos opciones para conducir al imperio en una misma ruta: la dictadura de las corporaciones hábilmente disfrazada de “democracia” por la alternancia de dos partidos en el poder, para concretar los mismos fines. El bipartidismo es la dictadura modernizada; en Estados Unidos ha funcionado desde hace tiempo y ahora han logrado imponerlo en México, donde el Partido Revolucionario Institucional y el Partido Acción Nacional se turnan en el poder para seguir fielmente los dictados del gobierno en Washington, que habla de “integración”, “asociación” con México, y al mismo tiempo reprime a los migrantes y levanta el muro de la muerte.
Del otro lado, el pueblo estadunidense, harto de la guerra, crisis, vejación de los migrantes, exige democracia y se opone a la violencia. Recientemente –del 5 al 7 de octubre– se llevaron a cabo en todo el país numerosos eventos antibélicos en un aniversario más del comienzo de la criminal guerra de Estados Unidos contra Afganistán en 2001. Los manifestantes apoyaron a los pueblos extranjeros con las demandas: “¡las tropas de Estados Unidos, de regreso a casa ya!”, y “¡no a los aviones no tripulados o drones!”. Expresaron también oposición contra la creciente represión hacia los migrantes. Se generalizaron las demandas contra un gobierno que impunemente aplica políticas racistas, como las detenciones con base en el perfil étnico, la política Stop & Frisk (detener y cachear) y las detenciones de musulmanes, por la Oficina Federal de Investigación y las redadas y asesinatos de migrantes.
El pueblo vecino cada vez toma mayor conciencia de que Washington planea continuar su política de agresiones. Ahora amenaza de invasión a Irán y Siria. Y, como consecuencia, aplica la política de militarización en la que jóvenes afroamericanos, mexicanos y centroamericanos son obligados a formar parte del ejército para agredir a otros pueblos.
Actualmente la mayoría de las personas en Estados Unidos quieren que se ponga fin a la guerra en Afganistán y regresar a todas las tropas. Los trabajadores creen que lo que necesitan son relaciones de colaboración y beneficio mutuo con los pueblos del mundo, no de agresión, así como terminar con el racismo y el genocidio que Estados Unidos aplica en el extranjero y en su propio país. Pero en el sistema político actual no tiene peso la voluntad de la mayoría del pueblo y no están representada por los candidatos a la Presidencia. Tanto Barack Obama como Mitt Romney han recalcado que ellos tienen propuestas diferentes pero encaminadas en la misma dirección: favorecer a los ricos y a su dominio sobre el país, impulsar la guerra y la construcción imperial. Así que el sistema electoral estadunidense no deja otra opción: Coca Cola o Pepsi.
El gobierno de Estados Unidos es un promotor de la guerra y tanto demócratas como republicanos siguen esta misma línea. Haría falta un sistema electoral diferente para lograr que el pueblo esté en condiciones de elegir un gobierno antiguerra ya que con el actual sistema no se puede lograr que sea el pueblo quien decida si quiere paz o guerra.
Hoy lo único que se discute es quién –si Romney u Obama– puede hacer mejor la tarea. Obama fomenta el chauvinismo al decir que los estadunidenses trabajan “más y mejor que cualquier otra persona” y que “juntos podemos sobrepasar a cualquier otra nación en la Tierra”. Por su parte, Romney también atiza el chauvinismo al declarar que Estados Unidos es el país más grande “en la historia del mundo” y que “cuando el mundo necesita a alguien para hacer las cosas realmente grandes es porque necesitan a un americano [sic]”.
Así fomentan una competencia: el aplastamiento de los “ganadores” sobre los “perdedores”, de los “mejores” sobre los “atrasados” y con esto preparan el terreno para la represión y la guerra. Dice Obama: “Vamos a mantener el ejército más poderoso que el mundo haya conocido”; afirma Romney: “Vamos a mantener un ejército tan fuerte que ninguna nación nunca se atrevería a probarlo”. ¡Belicosos!
Barack Obama realiza la campaña más costosa de la historia, la cual rebasa los 1 mil millones de dólares (no le llega a lo que a trasmano gastó Peña Nieto) contra los 750 millones que costó la de 2008; y mantiene la alianza con los Clinton. Fue William Clinton quien lo nominó en la Convención Nacional Demócrata. ¿Qué habrá negociado Obama con ellos? No se sabe, pero los Clinton lo apoyan con todo. Este equipo pretende seguir empoderándose a través de los “decretos ejecutivos” e incluso saltarse al Congreso para imponer sus planes desde el Ejecutivo.
México y los mexicanos hemos sufrido la guerra en carne propia. Cuando llegó Obama al poder, Hillary Clinton impulsó la integración militar a partir de la visita hecha a Calderón en marzo de 2009 con grandes logros –todos anticonstitucionales– y ahora ya tienen oficina binacional, maniobras navales y militares conjuntas, actúan en bases militares, vuelan sus drones y dirigen clandestinamente Fuerzas Armadas y policía mexicanas, con lo que instigan en todo momento la guerra al interior de nuestro país; guerra que le recetó la Agencia Antidrogas estadunidense a Calderón. Esa “integración”, impulsada por Obama, conduce al sometimiento, violencia, falta de respeto a los derechos humanos y al neocolonialismo, lo cual se contempla clara y dramáticamente en la forma en que la Patrulla Fronteriza trata a los mexicanos.
La violencia en la frontera es sufrida a diario por miles de mexicanos y llega al extremo: José Antonio Elena Rodríguez, un adolescente mexicano de 16 años, oriundo de Nogales, Sonora, fue encontrado muerto en la noche del miércoles 10 de octubre en la frontera con heridas de bala, luego de que la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos le disparara en ocho ocasiones en la espalda. El 3 de septiembre ocurrió otro drama estremecedor: en Tamaulipas mataron a Guillermo Arévalo, albañil de 36 años. Él preparaba carne asada para celebrar el cumpleaños de su esposa. Sus hijas de 10 y 12 años de edad fueron testigos del asesinato de su padre, que fue baleado en el pecho cuando le gritaba, junto a otras personas, a la Patrulla Fronteriza que dejaran en paz a un mexicano al que la policía quería ahogar –haciendo olas con su lancha– cuando venía nadando rumbo a México.
El pasado 7 de julio asesinaron a balazos a Juan Pablo Pérez Santillán, de 30 años, en el puente internacional Los Tomates-Veterans, entre Matamoros, Tamaulipas y Brownsville, Texas. Siempre el pretexto es que “estaban aventando piedras”.
Tan sólo en junio de 2012 se reportó el hallazgo de 20 cuerpos en la frontera entre México y Estados Unidos, y los datos de 2010 registraron 360 cadáveres en el área. La represión contra los migrantes se ha intensificado. Particularmente con el gobierno de Barack Obama, las redadas y deportaciones han aumentado. Con estas acciones han dividido a decenas de miles de familias mexicanas y se ha extremado el maltrato, al grado de que los migrantes criminalizados no sólo no tienen derechos laborales, sino que se les niega todo tipo de derecho humano, incluso el derecho a la vida. Aún así, en el segundo debate presidencial del 16 de octubre, Obama dijo demagógicamente: “Hemos reforzado la frontera, pero persiguiendo a los delincuentes, no a los trabajadores ni a los estudiantes”. ¡Cuánta falsedad!
Los asesinatos públicos que efectúa la patrulla fronteriza quedan en total impunidad. En otra agresión, el 22 de junio de 2011 agentes estadunidenses asesinaron a un mexicano. Éste fue baleado en territorio nacional con el pretexto –otra vez– de que “lanzaba piedras”. José Alfredo Yáñez estaba en Tijuana, Baja California, a la altura de la colonia Castillo, cuando recibió un disparo en la cara por parte de la patrulla fronteriza a través de una malla. Yáñez era un trabajador, a quien obligaron a dejar un hijo de un año y medio, y a su esposa embarazada de cinco meses.
Los recientes crímenes en la frontera Norte son descarados, como el homicidio de Ramsés Barrón de apenas 17 años de edad. Él recibió un disparo de arma de fuego por la espalda el 5 de enero de 2011, en la frontera de Nogales.
Otro caso es el de Anastasio Hernández Rojas, quien el 28 de mayo de 2010 fue golpeado y pateado hasta la muerte por 19 policías en la ruta Tijuana-San Diego (como consta en un video). Él gritaba y pedía auxilio, pero de nada le valió; poco después, el 7 de junio de 2010, Sergio Adrián Hernández, de 15 años, fue asesinado en el cruce del ferrocarril trasnacional Puente Negro, que une a Ciudad Juárez, Tijuana, con el Paso, Texas. Un agente fronterizo le disparó en la cabeza, pero Sergio estaba en territorio mexicano.
El gobierno de Calderón en vez de aplicar la ley en nuestro territorio y exigir la deportación del asesino, sistemáticamente, le pide al gobierno de Washington que efectúe una “profunda investigación”, y éste, tras “investigar”, declara lo que quiere. En el caso de Sergio Adrian lo acusó de ser un pollero (traficante de indocumentados) y en todos los casos habla de que aventaban piedras, como si eso justificara el asesinato a sangre fría.
Estados Unidos dice que somos “socios”, pero intensifica la represión y las deportaciones de mexicanos, que en ese país son tratados como criminales por el delito ¡de trabajar! Si con Bush la cosa iba mal, con Obama ha empeorado: Janet Napolitano, del Departamento de Seguridad Interior, informó el 6 de octubre de 2010 que durante aquel año fiscal –el primero en la presidencia de Barack Obama– se registró una cifra récord de 392 mil personas extranjeras deportadas, lo que significó un incremento del 70 por ciento en deportaciones respecto de 2009, en la etapa final de la presidencia de George W Bush. De este total, el 71 por ciento son mexicanos. En 2011 se alcanzaron las 400 mil deportaciones.
El gobierno del PRIAN (contracción de las siglas de los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional) habla de “alianza estratégica” y de “compromisos compartidos” con Estados Unidos; entre cúpulas se abrazan, mientras que Washington –que construyó el muro de la muerte en la frontera– desarrolla una política de asesinatos indiscriminados contra los mexicanos, fomenta el odio racista y hay respeto nulo de nuestra soberanía, y de los mínimos derechos de nuestros connacionales, de hecho lo que estamos viviendo no es otra cosa que el neocolonialismo y el neofascismo. ¡Hemos de organizarnos para detener estos crímenes! ¡Ni Obama ni Romney son “aliados de México”! Pero con los trabajadores y el pueblo de Estados Unidos habremos de desarrollar y fortalecer la solidaridad y la lucha constante. Por lo pronto, en estas elecciones presidenciales estadunidenses de 2012, nada bueno se espera para el pueblo de Estados Unidos o para el de México, ni del demócrata ni del republicano. ¡La democracia como la de Estados Unidos es democracia chatarra!
*Politólogo y urbanista; vocero del Congreso de la Soberanía y dirigente de Mexteki
Fuente: Contralínea 308 / octubre de 2012