Tercera y última parte
En esta entrega presentamos las conclusiones a las que llegamos con la información disponible. Nos referimos exclusivamente al atentado contra Juan Pablo II, aunque el hecho pudo haber sido no sólo contra el personaje, sino contra la alianza que encabezó junto con Ronald Reagan.
1. En consecuencia, y mediante una inferencia sinóptica concentradora, tenemos tres versiones en lo fundamental sobre el atentado contra la vida del papa Juan Pablo II. En los tres casos hipotéticos (nunca se ha llegado a una “verdad jurídica” cabalmente demostrada) se trataría de conspiraciones con distintos personajes y diversas causas (tampoco con toda suficiencia especificadas), pero sí, descartándose solamente la opción del intento de asesinato frustrado perpetrado por un “homicida solitario”: a) la conspiración desde los servicios secretos de los gobiernos socialistas encabezados por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que parecerían muy afectados por la alianza anticomunista y la intensa actividad al interior de Polonia hasta derrocar al gobierno integrante del Pacto de Varsovia, el sentido común diría que eran los más afectados e interesados en su eliminación como una suerte de venganza política, pero ya hemos expuesto los argumentos de los protagonistas judiciales (el último fiscal del caso) de esta historia y del propio Juan Pablo II en contra de este escenario hipotético; b) la conspiración de origen musulmán, en las vertientes de la militancia religiosa del propio Alí Agca [quien disparó en contra del papa], de sus declaraciones sobre el ayatola Ruholla Jomeini como inspirador intelectual-espiritual, de los vínculos de Agca con los Lobos Grises, de su filiación ideológica de extrema derecha y de sus animadversiones hacia el líder de la Iglesia Católica por considerarlo adverso a la propia religión del Islam; y c) la conspiración de una alianza entre la mafia trasnacional turca-búlgara-italiana en el comercio ilegal de heroína y de armas, conectados con los funcionarios del Vaticano que habían puesto en manos de los representantes de la mafia siciliana y de la logia masónica P2 la parte fundamental de las finanzas del Estado católico eclesiástico y cuyo iceberg era precisamente Alí Agca y los Lobos Grises, quienes rodeaban al propio magnicida, ligados al bloque mafioso antes mencionado y quienes pretenden aprovechar tanto el dogma religioso de la virgen de Fátima (de la que fue gran devoto Juan Pablo II) y la predisposición a culpar a los países del “campo socialista” de cualquier cosa negativa que sucediera en contra del papa.
2. Es claro que la variedad de versiones sobre los ordenantes del atentado que presentó Mohamed Alí Agca en diversos momentos es una forma de confundir, de intentar desviar las investigaciones y la atención pública, así como de negar la verdad sobre lo que realmente él representaba, quiénes estaban detrás de él y los realmente involucrados en toda la logística llevada a cabo para concretar el asesinato. Pero lo hace sabedor de que evidenciarla era firmar su sentencia de muerte; y al revés: jamás decirla y confundir era mantener una especie de “seguro de vida”. De allí que él guardará el secreto de su misión criminal hasta la muerte.
3. Si analizamos las distintas versiones ofrecidas por Agca, hay una que él jamás menciona ni como posibilidad remota y en la que el juez Carlo Palermo (otros también) trabajó e hizo descubrimientos y logró establecer distintos vínculos y revelaciones de importancia. Tal es el caso de la que hemos llamado aquí “la pista político-mafiosa-europea”. Ésta tiene tres cuestiones que le dan cierta solidez:
Todo el antecedente de la captura que había logrado la mafia siciliana en las finanzas del Vaticano para lavar dinero a través del IOR [Instituto para las Obras de Religión] y el Banco Ambrosiano, el hecho de la quiebra de éste y la intervención judicial del mismo le había costado perder mucho dinero a la mafia siciliana, más la logia masónica P2, que representaban Roberto Calvi, Michel Sindona (ambos murieron asesinados) y como gran “aliado interno”, el obispo primero y cardenal después, Paul Marchinkus, director del IOR por 15 años; luego estaban las alianzas entre la mafia siciliana-búlgara y turca con agentes del servicio secreto de países occidentales en el negocio de cocaína y armas en Europa central, y los contactos directos de todos con la organización Lobos Grises y con el fundamentalismo islámico de extrema derecha, que representaban Alí Agca y sus más cercanos; este último mencionado no podía pertenecer directamente o ser contratado por un servicio secreto de Estado (regularmente son grupos de servicios especiales altamente entrenados) y ser posible que fallara en el atentado a la distancia en que él lo hace. Probablemente en dos cosas únicas hay verdad en todo lo que dijo Agca: en que su intención no era matar al papa sino “herirlo de gravedad” para mandar un mensaje de intimidación muy claro, y que tuvo quien le ayudó a preparar el atentado desde dentro del Vaticano.
4. Pero la pregunta fundamental es: ¿por qué? Probablemente para aprovechar la inmensa agitación y descontrol que ello conllevaría para amplificar los negocios criminales –incluyendo aquellos dentro de la plaza italiana, y a lo cual, las relaciones entre la mafia siciliana, la logia masónica P2 y la banda de La Magliana, les eran fundamentales–, porque tenían capturadas las finanzas del Vaticano, lo que habría debilitado poderosamente a un papa fortalecido debido a sus triunfos internacionales, a sus poderosos aliados externos y al aprovechar toda la fragilidad que ya se apreciaba dentro del “bloque socialista” en la región central y del Este de Europa, a quienes fácilmente se culparía de ello, es decir, también al verse favorecidos por la impunidad, porque la presencia multidimensional de la mafia italiana (dicho en una acepción amplia) es una constante desde hace varios lustros en áreas clave del Estado vaticano, especialmente en las finanzas como eje de toda su actividad en dicha institución, con numerosos y poderosos aliados internos en la alta estructura de poder del mismo hasta conformar una subestructura relativamente estable a su interior. A un grupo delictivo amplia y sólidamente posicionado en sus espacios de autoridad, decisión, poder y dinero, mucho dinero, le sobran, ayer, hoy y después, razones para impedir, a cualquier costo, el más mínimo movimiento de cambio o para eliminar el más pequeño o grande obstáculo que amenace o incomode su presencia y acción dentro del Estado eclesiástico, aunque sus motivaciones coyunturales no puedan ser descifradas con absoluta precisión en un momento o evento determinado.
La frase de monseñor Luigi Marinelli es lapidaria: “Quiero expulsar a la mafia que reina en la Iglesia” (“El libro negro del Vaticano”, (http://vivalabolsa.yuku.com/topic/16399/).
La mafia italiana y sus diferentes aliados entonces defendían de mil maneras y con las más perversas maquinaciones para cada coyuntura distinta, una plaza capturada y altamente rentable, suya por décadas. Por ello, las declaraciones de Luiggi Marinelli son el mejor epílogo que podía haber.
*Licenciado en economía, especializado en economía internacional; maestro en finanzas y especialización en inteligencia para la seguridad nacional; miembro de la Red México-China de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México
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Fuente: Contralínea 357 / octubre de 2013
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