Los cuatro jinetes del imperio: drogas, armas, dinero y corrupción

Los cuatro jinetes del imperio: drogas, armas, dinero y corrupción

Las intervenciones estadunidenses y europeas en la ex Yugoslavia, Irak, Afganistán, Libia, y ahora en Siria son vistas por analistas y críticos de la Alianza del Tratado del Atlántico Norte como un presagio de más destrucción y baños de sangre encaminados a asegurar el control de los recursos estratégicos del planeta, antes que éstos sean comprados por China,  proyectada como segunda potencia económica mundial.
 
Las operaciones militares y de inteligencia de la alianza en nombre de la “guerra contra el narcotráfico” se han ampliado en América Latina a través del Plan Colombia en Sudamérica, Iniciativa Mérida, en México, y son mayores en el “teatro centroamericano” con Operación Martillo.
 
La política exterior estadunidense por décadas ha incorporado prácticas de narcotráfico que aprendió de su madre Britania, quien financiaba su poderío naval con dinero obtenido de la venta de opio en China y la India. Esa política se ha expresado a través de su Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en inglés) combinada con golpes de Estado, asesinatos políticos, manipulación de elecciones y ahora ejecuciones extrajudiciales desde el aire usando aviones drones http://contralinea.com.mx/2012/08/03/el-pentagono-expande-red-de-drones-militares/. El reconocido escritor William Blum, autor del libro Matando la esperanza, describe a la agencia como una organización lawless que actúa fuera de la ley.
 
 

Operación Gladio

Al terminar la Segunda Guerra Mundial, mientras decenas de miles de nazis escapaban rumbo a Sudamérica con asistencia de El Vaticano y la Oficina de Servicios Estratégicos estadunidense, en Europa se hacían preparativos para derrocar o desbaratar las democracias, con las llamadas Unidades que se Quedan Atrás (Stay Behind Units) que formaban parte de la Operación Gladio.
 
William Colby, exdirector de la CIA, explicó después que Gladio incluía grupos armados clandestinos que entrarían en acción después de una invasión militar soviética a la Europa occidental.
 
En Italia, donde el Partido Comunista tenía fuerza y muchos de sus miembros resistieron el nazismo con armas en mano, los grupos terroristas que formaban Gladio realizaron una serie de atentados con explosivos, entre ellos, el de la Piazza Fontana en 1969, el de la Piazza Della Loggia en 1974, y el del ferrocarril en Bolonia en 1980. Esos atentados fueron atribuidos a grupos de izquierda, pero investigaciones y procesos judiciales revelaron después que los responsables eran elementos derechistas operando en conjunción con el servicio de inteligencia italiano como parte de “la estrategia de tensión”.
 
Esta estrategia estaba diseñada para desacreditar a la izquierda italiana, incentivar el apoyo al corrupto statu quo, o quizá ir más allá de la democracia, dice el escritor Peter Dale Scott.
 
Vincenzo Vinciguerra, uno de los conspiradores, diría después que la explosión de diciembre de 1969 debería ser el detonador que convencería a las autoridades políticas y militares que era necesario declarar el estado de emergencia. Vinciguerra también reveló que él y otros eran miembros paramilitares de la red Unidades que se Quedan Atrás, organizadas por la CIA y la OTAN como parte de Operación Gladio.
 
La red de fascistas actuaba coordinadamente para realizar actos terroristas y luego culpaba de éstos a la izquierda democrática, principalmente a los comunistas que gozaban de un alto índice de popularidad, acota Pascual Serrano, periodista español y fundador del diario cibernético Rebelión.
 
Una de las figuras más prominentes en esa red era Lucio Gelli, quien tenía amplios nexos con grupos fascistas y de extrema derecha en el continente europeo y en América Latina. Gelli asistió en el escape de unos 50 mil nazis. Ellos (Estados Unidos y sus aliados europeos) temían que la izquierda europea tomara el poder por la vía electoral y Gladio era la forma de bloquearla, dice William Blum.
 
Gladio permitiría obstaculizar el crecimiento de la izquierda política que, de triunfar, amenazaría los intereses económicos y la recién adquirida hegemonía estadunidense en la región, la misma amenaza que se cierne sobre los capitalistas con los gobiernos progresistas que se multiplican en América Latina.
 
Algunos que rechazan las explicaciones oficiales sospechan que la CIA –con su larga historia de trabajo conjunto con grupos criminales, narcotraficantes y otros elementos del bajo mundo– bien podría estar detrás del baño de sangre de la “guerra” contra las drogas/crimen organizado en México.
 
Veamos algunos ejemplos de las actividades de la CIA y que el lector saque sus propias conclusiones.
 

La CIA antes y después de Gladio

 
La estadunidense Oficina de Servicios Estratégicos (OSS, por su sigla en inglés) y la Oficina de Inteligencia Naval (ONI, también por su sigla en inglés) reclutaron en Nueva York y Chicago líderes de la mafia italiana y del bajo mundo: Charles Lucky Luciano, Meyer Lansky, Joe Adonis y Frank Costello. Eso con el fin de prevenir sabotaje en los puertos de la costa Este de Estados Unidos, conseguir información necesaria para la invasión de las fuerzas aliadas en Italia y reprimir al creciente Partido Comunista italiano. Al concluir la guerra, Luciano fue perdonado y deportado a Italia donde comenzó su imperio de heroína.
 

Líneas de ratas y narcotráfico

 
Al concluir la Segunda Guerra Mundial, Allen Dulles, alto oficial de la OSS y después director de la CIA, negoció la Operación Amadeus con Karl Wolf, general del cuerpo de combate de elite –o la escuadra de protección, Schutztaffel, SS por su sigla en alemán– y jefe de la Gestapo (policía secreta nazi). El acuerdo daba amnistía a decenas de miles de miembros de la SS y la Gestapo a cambio de que se unieran a Estados Unidos en su lucha contra el comunismo, es decir, que formaran parte de la recién nacida Guerra Fría.
 
Entre los que escaparon usando las rutas o líneas de ratas con ayuda del Vaticano estaban Franz Stangl y Gustav Wagner, encargados de dos campos de exterminio; Adolf Eichmann; Joseph Mengele, y Klaus Barbie. Este último sería instrumental en “El golpe de la coca”, en Bolivia, en julio de 1980. El escape de los criminales de guerra nazi fue financiado en gran parte con los activos acumulados con la venta de drogas, el oro confiscado a las víctimas y dinero falso fabricado en campos de concentración.
 
En esos días se forjaron alianzas entre miembros de la inteligencia militar y civil, el crimen organizado, el Vaticano y los criminales de guerra nazis, incluyendo uno entre la inteligencia naval estadunidense y el mafioso Charles Lucky Luciano.
 

El triángulo dorado y la CIA

 
La OSS y la ONI también desarrollaron nexos con los gánsteres chinos. El escritor Alfred W McCoy, en su libro La política de la heroína en el Sudeste asiático, habla de cómo el ejército organizado por la CIA para luchar contra los comunistas en China fue la cuna de los barones de la droga en el triángulo de oro entre Burma, Tailandia y Laos, los mayores productores de opio (usado para fabricación de heroína) en el mundo durante el conflicto en Indochina.
 
Christopher Robbins, en el capítulo 9 de su libro Air America, habla de cómo esa aerolínea, propiedad de la CIA, transportaba el opio y la heroína en la región. El laboratorio construido en el cuartel general de la agencia en el Norte de Laos era usado para refinar la heroína.
 
En la actualización de su libro La política de la heroína en el Sudeste asiático, McCoy señala que los helicópteros de la CIA llevaban drogas de los campos a los centros de distribución. La agencia de investigación estadunidense introducía las drogas a Estados Unidos en bolsas de plástico escondidas en los huecos de los cadáveres de los soldados que retornaban desde Vietnam, diría después Gunthar Russbacher, exempleado de la CIA.
 
Los cadáveres tenían códigos secretos que permitían que los contrabandistas los identificaran al llegar a las bases militares, particularmente la Base Aérea de Travis, en California.
 

La CIA y el lavado de dinero

 
Jonathan Kwitny, en su libro The crimes of patriots: a true tale of dope, dirty money and the CIA, relata cómo el coronel Paul Helliwell, fundador de Air America y Sea Supply, Inc (dos frentes de la CIA), abrió una oficina legal en Miami y creó el Banco Castle, en Nassau. Este banco serviría para lavar dinero de la CIA y fondos del crimen organizado.
 
En 1976, el Banco Castle fue clausurado y simultáneamente inició sus operaciones el Banco Nugan Hand. Los activos de este banco eran utilizados para financiar el tráfico de drogas, lavado de dinero, ventas internacionales de armamentos y acciones encubiertas de la CIA alrededor del mundo.
 
Entre los más notables oficiales del Banco Nugan Hand estaban el admirante Earl F Yetas, el general Edwin F Black, George Farris, Bernie Houghton, Thomas Clines, Richard L Armitage, Dale Holmgreen, Walter McDonald, el general Erle Cocke hijo, el general Leroy J Manor, el doctor Guy Parker y Michael Hand, un boina verde y coronel del ejército asignado a la Agencia Central de Inteligencia.
 
También hay evidencia de que la CIA usaba el banco para pagar campañas electorales contra políticos en varios países, para asegurarse de que los votantes apoyaran al candidato favorito de la Agencia (www.fas.org/irp/congress/1998_cr/980507-l.htm y http://www.sourcewatch.org/index.php? title=Nugan_Hand_Bank).
 

Operación Atalaya

 
Las plataformas de perforación petrolera costa fuera también han sido tema de discusión entre los estudiosos del ingenio aplicado por la CIA en sus operaciones de narcotráfico. Una de las más conocidas es la llamada Operación Atalaya, que consistía en una serie de faros electrónicos situados desde fuera de Colombia, al Noreste de Panamá, con el fin de enviar señales a los aviones, de acuerdo con un affidávit (acta notarial) firmado por el coronel Edward P Cutolo, quien en 1978 asumiera el comando del grupo 10 de Fuerzas Especiales en Fort Devens, Miami, y quien había recibido órdenes de la CIA de supervisar la Operación Atalaya. El exoficial de la CIA, Edwin Wilson, explicó que la Operación Atalaya debía permanecer secreta, pues al hacerse pública socavaría los intereses estadunidenses en el mundo.
 
Wilson dijo que la CIA y otras agencias de inteligencia estaban usando los activos generados por el tráfico de drogas para apoyar fuerzas que lucharan por derrocar gobiernos comunistas o gobiernos que no eran amigos de Estados Unidos.
 
Según explica Rodney Stich, en su libro Drugging America a trojan horse, “Gunther Russbacher estuvo involucrado por décadas en actividades clandestinas de la CIA y la Oficina de Inteligencia Naval. Russbacher explicó a Rodney Stich que la Operación Indigo Sky, iniciada desde 1976, consistía en producir heroína en los campos de amapola de Nigeria, procesarla en la capital de Lagos, y transportarla después a Europa y a Estados Unidos.
 
El transporte de las drogas desde Lagos fue realizado inicialmente por la CIA y la Agencia Antidrogas estadunidense (DEA, por su sigla en inglés), y después a cargo de operadores por contrato; la mayor parte era enviada a Ámsterdam y después transportada a otros lugares de Europa y Estados Unidos.
 

El nacimiento del cártel de Medellín

 
El excoronel de la Infantería de Marina y exoficial de la CIA, Trenton Parker, fue empleado de la agencia entre el 23 de diciembre de 1964 y el 24 de mayo de 1992.
 
Él jugó un importante papel en las actividades de “la compañía” en el Caribe. Parker dijo al escritor Rodney Stich que la CIA organizó en 1981 las reuniones de varios narcotraficantes colombianos que después formarían el cártel de Medellín. La primera reunión incluyó a 20 de los mayores vendedores de cocaína de Colombia; la segunda y última fue realizada en el Hotel Internacional en Medellín, y estuvo atendida por unos 200 traficantes, vendedores y contrabandistas.
 
En diciembre de 1981 se estableció el cártel de Medellín y cada uno de sus miembros pagó una cuota inicial de 35 mil dólares para contratar una fuerza de seguridad que protegería la operación de las drogas.
 
Russbacher asegura haber estado presente en la reunión de septiembre de 1981, la misma que fue iniciada por la CIA para facilitar el tráfico de drogas hacia Estados Unidos y permitir que la agencia tratara con un sólo cártel en lugar de hacerlo con muchos vendedores independientes.
 
El exempleado de la CIA, Russell Bowen, al hablar con el escritor Rodney Stich, corroboró la historia de Russbacher y Parker, y agregó que el trato con el cártel de Medellín dio paso a la adquisición de varias aerolíneas que servirían como cobertura para la CIA. Bowen señaló que cuando Ted Shackley era jefe de estación de la CIA –a cargo de operaciones de centro y Suramérica– dirigió un tráfico masivo que después floreció.
 
Según Bowen, uno de los frentes de la CIA operado por Shackley era el banco Intercredit, con oficinas en Medellín, Ámsterdam y Fort Lauderdale, en Florida. Shackley era el cerebro detrás de la operación, acotó Bowen.
 

“El golpe de la coca” en Bolivia

 
De acuerdo con el libro Cocaine politics, de Peter Dale Scott y Jonathan Marshall, durante la dictadura en Bolivia, el coronel Luis Arce Gómez, primo del capo Roberto Suárez, reclutó terroristas, como el italiano Stefano Della Chiaie que trabajaba con los escuadrones de la muerte argentinos.
 
El doctor Alfredo Candia, líder de la Liga Anticomunista Mundial, en Bolivia, coordinó el arribo de los operativos paramilitares de Argentina y Europa.
 
Mientras que la CIA por un lado estaba promoviendo ese agresivo anticomunismo, Michael Levine y otros agentes de la DEA intentaban golpear a algunos de los conspiradores con cargos de narcotráfico (Mike Levine, The cocaine coup in Bolivia, www.expertwitnessradio.org/essays/e6.htm).
 

La ejecución de “El golpe de la coca

 
El 17 de julio empezó “El golpe de la coca”, liderado por el nazi Klaus Barbie y sus novios de la muerte, asesinos extranjeros que hablaban español con acento alemán, francés e italiano. Sus uniformes no tenían identificación nacional, sin embargo muchos de ellos portaban una banda con esvásticas en el brazo.
 
Michael Levine relata que cuando los asesinos tomaron la sede de los sindicatos bolivianos, el líder laboral Marcelo Quiroga fue herido y arrastrado a la jefatura de policía, donde fue objeto del juego practicado por los expertos en tortura en la Escuela de Mecánica de Argentina.
 
Quiroga fue mantenido vivo y sufriendo por horas. Su cuerpo castrado y torturado fue encontrado días después en un lugar conocido como El Valle de la Luna en el Sur de La Paz. Las mujeres capturadas fueron violadas sexualmente por traficantes liberados de las cárceles y otros, como parte de su tortura.
 
Los golpistas, siguiendo los pasos de sus homólogos fascistas chilenos, también encerraron a los detenidos en un campo de concentración y poco después sacaron fuera y ejecutaron a los que estaban marcados para el exterminio, “los subversivos”.
 

Paperclip y los científicos nazis

 
Otro aspecto poco conocido de las actividades de la CIA y el uso de drogas tiene que ver con la evolución de operaciones sicológicas, las Psyops. De acuerdo con el reconocido teórico en comunicaciones Christopher Simpson, al terminar la Segunda Guerra Mundial, Washington quería incorporar científicos y otros nazis de alto rango a sus planes.
 
El Programa Paperclip permitiría después reclutar a nazis como Reinhard Gehlen, exjefe de inteligencia militar de la Alemania de Hitler en el frente de guerra de Europa del Este, en donde entre 20 millones y 30 millones de personas fueron asesinadas; así como “la contratación” de Werner Von Braun, uno de los más capaces constructores de cañones, cohetes y misiles, además de otros expertos en guerra química.
 
La incorporación de los nazis coincidió con una serie de experimentos con drogas, como la dietilamida de ácido ligérsico o LSD, mezcalina y otras en Suráfrica, Chile y Brasil, dice Simpson.
 
La aplicación de esas drogas tenía como fin perfeccionar técnicas de interrogación y el desarrollo del lavado de cerebro.
 
Detrás de esos experimentos estaba la convicción de que la guerra no se gana en el campo de batalla sino en los corazones y la mente de la gente, y para ello usaban un concepto llamado Stablemate. La persona que debía “ser influida” recibía grandes dosis de LSD o una droga parecida, luego el agente de la CIA desmembraba la mente de la víctima y posteriormente la reensamblaba, en forma tal que fuera ventajosa para la CIA y para el gobierno estadunidense.
 

El poder de los narcodólares

 
El exagente de la división de narcóticos para la policía angelina, Mike Ruppert, declara categórico: “la CIA ha traficado con drogas todos sus años de existencia”. En 1979, los estadunidenses consumían 50 toneladas métricas de cocaína, y para 1985, después de la Guerra de los Contras la cantidad ascendió a 600 toneladas métricas.
 
Ruppert pone como ejemplo al legendario colombiano Pablo Escobar: “usa narcodólares para comprar 1 mil automóviles Suburvan a General Motors y 2 mil millones de dólares en cigarrillos Marlboro a la empresa Phillip Morris”.
 
Esas ventas elevan la posición de esas dos empresas en la bolsa de valores, y el Departamento de Justicia documenta las transacciones.
 
El propósito de la CIA en el narcotráfico es generar dinero ilegal en efectivo, una fluidez de capital que permite que esas empresas tengan una ventaja injusta en el mercado.
 
En 1972, el presupuesto para hacer cumplir las leyes antidrogas en Estados Unidos era 110 millones de dólares y para el año 2000 se había elevado a 17 mil millones de dólares. Sin embargo, ahora hay más drogas en el mercado y son más potentes que las de 1972. Durante la guerra del opio, en China, también se hablaba de una guerra contra los chinos, pues éstos bajo el efecto de las drogas entraban en un estado de pasividad y cesaban de ser una fuerza capaz de defenderse.
 
“Las drogas sirven una meta racista y eso toma más sentido cuando se examinan las leyes contra el uso de la cocaína de roca en los barrios negros en Estados Unidos”, dice Ruppert.
 
Los ingleses sembraban amapola en las lomas del Himalaya e introducían el opio de contrabando a China.
 
El efecto de esa política en 100 años cambió una población china homogénea en otra de regiones, donde barones de la droga se disputaban violentamente los territorios y los mercados. Algo similar fue introducido a la parte Sur de la ciudad de Los Ángeles en la década de 1980. El modelo es exactamente el mismo.
 

Narcodólares compran políticos

 
Catherine Austin Fitts, quien fuera asistente del secretario de Vivienda estadunidense bajo la administración de George Bush (padre), al hablar del efecto de los narcodólares, dijo: “los cuatro estados de la Unión Americana que importan más drogas son Nueva York, Florida, Texas y California”.
 
Esos mismos estados ocupan los primeros lugares como centros de lavado de dinero (entre 200 mil millones y 300 mil millones de dólares cada año). “Además, el 80 por ciento de todas las contribuciones a las campañas electorales provienen de Nueva York, Florida, Texas y California”, acota Fitts.
 
*Periodista en Radio Pacífica en California, Estados Unidos
 
 
 

  Fuente: Contralínea 305 / octubre de 2012

 
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