Desde que inició el combate a muerte contra las delincuencias organizadas, sobresaliendo la del narcotráfico, a partir del calderonismo y lo que va del peñisimo, en el contexto de las violaciones a los derechos humanos del inmenso resto de los mexicanos, hemos transitado de más de 100 mil homicidios del sexenio inmediatamente pasado a otros 80 mil del presente, en lo que ya es un baño de sangre que tiene a la nación sumida en el pánico y la desesperación, ante la incapacidad del gobierno peñista y de los desgobernadores que sólo abusan en sus ínsulas que les escrituraron los partidos. De entre esos miles de mexicanos asesinados, en su mayoría por ejecuciones de los sicarios del crimen, están no menos de 100 periodistas, reporteros casi todos ellos, porque la inseguridad que priva en todo el territorio ha hecho que impere la barbarie en un clima de terrorismo que lo mismo secuestra que desaparece mexicanos, mientras aumentan los feminicidios, en un ambiente de expansiva criminalidad, donde –como en Veracruz– los cárteles de las drogas se han impuesto a sangre y fuego, con la complicidad –en el caso–, del cacique Javier Duarte de Ochoa, un gordo a la izquierda que ya dejó en manos de los delincuentes a la entidad para disponer de las vidas de sus habitantes.
En ese infierno sangriento, donde los delincuentes se hacen pasar por jueces y parte a través de su pandillerismo de matones, es que ha sido torturada y privada de la vida la reportera Anabel Flores a quien ese gordo a la izquierda que es el desgobernador Duarte de Ochoa, hinchado de corrupción, para justificar su asesinato, no ha dudado en criminalizarla con falsos alegatos, demostrando su complicidad con los cárteles de las drogas, quienes, con él, gobiernan la entidad para imponer la ley de las ejecuciones contra quienes disponen que deben ser las víctimas de su terrorismo.
Saben éstos que no serán detenidos, así asesinen en Guerrero, Michoacán, Morelos, el Estado de México y la capital del país. Lleva el peñismo más de 80 mil homicidios en 3 años. Es la cifra de los que tenemos noticia, pues miles de fosas contienen montones de cadáveres, porque somos el país donde soldados, marinos y policías no han querido o no han podido frenar esa criminalidad, y han sido rebasados por quienes con toda la impunidad y salvajismo de un estado de naturaleza, roban, trafican, comercian, asesinan y usan a la banca para lavar los millones que les reditúa su actividad; como lo demuestra la información sobre la demanda en tribunales estadunidenses a HSBC, por lavado a través de depósitos (La Jornada, 11 de febrero de 2016).
Sean cuales sean sus antecedentes, el crimen de la periodista Anabel Flores muestra que impera el poder de la violencia, y por complicidad, negligencia e ineficacia, los gobernantes no son capaces de parar la bestialidad que, tras los 180 crímenes del calderoniano al peñismo, cosechan el drama que atormenta a los mexicanos quienes ignoran si habrá un final de esa crueldad. Y si abandonados a esa suerte inhumana, debemos resignarnos y someternos, o encender al país desde un levantamiento nacional para detener semejante genocidio.
Estamos inmersos en atrocidades sin término y los gobernantes han sido incapaces de diseñar una estrategia para restablecer la paz social, desaparecida desde hace 9 años con raíces desde hace 18 años al implantarse el neoliberalismo económico del capitalismo salvaje, donde lo único que importa es garantizar las ganancias del capital y no la seguridad del pueblo, de la sociedad civil, sitiada ya por los narcotraficantes; y en este caldo de cultivo bestial, la proliferación de otras delincuencias favorecidas por el masivo desempleo, la corrupción de funcionarios y policías más la impunidad donde se protege a los Duarte de Ochoa que son otra delincuencia organizada en lo que va quedando de las instituciones.
Quince o 20 periodistas asesinados en Veracruz, con el de la reportera Anabel Flores. Y el desgobernador de marras… y de marranos del narco, solamente salió con la cantaleta: “muchachitos, pórtense bien”, dirigido a los periodistas veracruzanos, como advirtiéndoles que su mal gobierno, como lo ha hecho, se hace el disimulado y hasta facilita a los sicarios que ejecuten su ferocidad. Y que de esta manera seguirán secuestrando, matando y creando el pánico en la población para continuar con su barbarie. No son los llamados a misa del papa los que van a resolver el espantoso problema de montones de homicidios que se acumulan todos los días en todo el país. Han asesinado a la reportera, porque el desgobernador no cumple con sus obligaciones de garantizar la máxima seguridad para todos los veracruzanos, de los cuales Anabel Flores era uno de ellos.
Y en el relajamiento político de las élites gobernantes que cometen delitos desde sus cargos y no son sancionados, los homicidios están caracterizando la cotidianeidad mexicana. Eso es lo que las delincuencias aprovechan para cometer sus atrocidades que llegan a privar de la vida a quienes les estorban. La reportera Anabel Flores fue otra víctima de esa bestialidad, igual que otros miles de mexicanos, que hasta parece una intencional política para disminuir la población, sin tener que recurrir a campos de concentración ni a hornos para matar por asfixia, un método ya superado por las actuales maneras de asesinar en nuestro país.
Álvaro Cepeda Neri
[BLOQUE: OPIIÓN][SECCIÓN: DEFENSOR DEL PERIODISTA]
Contralínea 477/ del 29 de Febrero al 05 de Marzo del 2016
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