Florence Cassez y la Isla de la Pasión

Florence Cassez y la Isla de la Pasión

 

El colonialismo ha sido sufrido por diversas sociedades y ejercido por otras con mayor poderío económico y militar. La historia nos ilustra con diversos casos: el del Imperio Romano ejercido durante siglos en parte de Europa, Asia y África; el del Imperio Mongol del siglo XIII en el Continente Asiático y Europa oriental o el de las coronas española y portuguesa tras el “descubrimiento” de América. Tras el breve dominio mundial de España en el siglo XVI y parte del XVII, fueron los de Francia en el XVII y después Inglaterra en el XVIII los reinos que incursionaron más exitosamente en territorios americanos y se apropiaron de espacios continentales e insulares, para ceder el paso a Estados Unidos, que comenzó su expansión a mediados del siglo XIX: al arrebatar regiones a franceses e ingleses en Norteamérica, así como a México más de la mitad de su territorio. Desde la década de 1940 se ha planteado que el colonialismo debe abolirse. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) condenó el estatus colonial y en 1960 emitió en su resolución 1514 la Declaración sobre la Concesión de la Independencia a los Países y Pueblos Coloniales: “que todos los pueblos tienen un derecho inalienable a la libertad absoluta, al ejercicio de su soberanía y a la integridad de su territorio nacional”, y establece que “todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la carta de las Naciones Unidas”.
 
Desde entonces, con una reestructuración de la política mundial, más de 80 colonias se independizaron y algunas han vuelto a ser parte de la nación a la que pertenecían antes de su ocupación, pero aún existen territorios no autónomos, por lo que el proceso de descolonización no es completo (www.un.org/es/events/decolonization50/).
 

Actualmente el colonialismo militar ha sido desbancado por el de las negociaciones económicas. Ahora para que una nación domine a otra no es necesaria la ocupación militar. El ejemplo más claro es el nuestro, pues vivimos maniatados a los designios de los estadunidenses mediante tratados económicos que privilegian a sus trasnacionales en detrimento de nuestra nación. Así se llevan nuestras riquezas y encima nos venden los productos procesados de las mismas, principalmente en lo referente al petróleo. También existe presencia de empresas canadienses en el sector minero y de españolas en el sector de los hidrocarburos y la generación eléctrica. La mayoría opera en nuestro territorio al amparo de negociaciones que bajo tecnicismos legales violan nuestra soberanía nacional.
 
El tema de la soberanía es parte del lenguaje político, y depende de quien esté en el poder cómo se determina la política exterior. Un ejemplo es el oscuro proceso legal sobre la francesa Florence Cassez, acusada de secuestro, que tuvo un sentido durante las administraciones panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón –tiempo en que la francesa fue culpable y estuvo en prisión– y que bajo la administración de Enrique Peña Nieto se le liberó mediante el fallo emitido a su favor por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), tras la reapertura del caso “ya juzgado” y su nueva revisión por considerarlo corrompido y violatorio de derecho, en un viraje de la nueva administración en la política exterior con Francia. Con el gobierno federal priísta se inicia una nueva relación diplomática con el país galo, la cual parece ser más tersa que nunca, pues aunque no se ha establecido una presión directa del presidente Peña Nieto sobre nuestros “máximos procuradores de justicia”, los franceses han elogiado a su gobierno: “Francia agradeció a todos aquellos que en México, como en el país europeo, se comprometieron para que la verdad y la justicia prevalezcan” (http://jalisco.milenio.com/cdb/doc/noticias 2011/e13c1238ef76f2ccdab56abe1994b712).
 
La defensa de Cassez por el ahora expresidente Nicolas Sarkozy y por el actual presidente francés, François Hollande, pudo estar motivada para ganar la preferencia de los franceses en periodos electorales, pero más allá de eso, la acción de los dos gobernantes por defender los intereses franceses “aunque sea a una criminal” pone de manifiesto que un gobierno en cualquier circunstancia debe proteger lo que considera suyo. Eso nos debe hacer reflexionar sobre el actuar de los gobiernos mexicanos para defender la soberanía, ya sea en una persona, en una negociación o sobre el territorio nacional.
 
En México celebramos la expulsión de los españoles del gobierno mexicano cada 16 de septiembre, y en los ámbitos políticos se habla de la soberanía nacional bajo cualquier pretexto y sin ningún propósito. Escaramuzas esporádicas se generan cuando se recuerda el penacho de Moctezuma que está en Austria, y se abre un debate sobre la pertinencia de que el objeto sea devuelto a México, que cabe recordar fue un regalo del emperador azteca Moctezuma Xocoyotzin a Hernán Cortés en el siglo XVI. Asimismo, cada que un mexicano es baleado de este o del otro lado de la frontera con Estados Unidos por la Border Patrol (patrulla fronteriza) se genera controversia y nuestra diplomacia se toma la molestia de gastar tinta en una carta que, en el mejor de los casos, termina archivada en una oficina estadunidense; pero hasta ahí. Hace décadas que los gobiernos mexicanos no toman en serio la soberanía nacional en ningún aspecto. Hablando de imperialismo colonial, la soberanía nacional y la nueva etapa diplomática entre Francia y México, es pertinente retomar el caso de Clipperton, territorio insular en el Pacífico, en el que, aunque parezca insólito, México sufre del colonialismo de Francia. La isla de Clipperton o de la Pasión, como también se le conoce, es un atolón –isla circular en forma de anillo con una laguna en medio– de origen volcánico de 6 kilómetros de largo por 2 de ancho. Se encuentra a 1 mil 200 kilómetros del puerto de Acapulco y a 900 kilómetros de la isla mexicana Socorro y es, sin duda, un espacio territorial que nos corresponde histórica, geográfica y jurídicamente, como estableció Miguel González Avelar (1937-2011) en el libro Clipperton, isla mexicana, Fondo de Cultura Económica, México, 1992.
 
Clipperton fue motivo de un juicio internacional de 20 años, finalizado en 1931, cuando el rey Víctor Manuel III de Italia, en su laudo arbitral, otorgó a Francia la soberanía de la isla (www.sre.gob.mx/ images/stories/doctransparencia/docs/09/laudo.pdf). Éste fue un fallo de conveniencia de acuerdo con sus intereses y no con los de la justicia. Avelar revisó el marco jurídico y sociopolítico de la época en que se realizó el juicio, así como aspectos históricos y cartográficos que demuestran la pertenencia de la isla a México, al demostrar cómo el rey italiano desvirtuó los elementos que sostienen nuestro derecho sobre ese territorio desde que México, como sucesor de España, heredó en razón de su independencia (ídem, páginas 11-14).
 
Si a lo anterior le agregamos lo establecido por la ONU sobre la independencia de los países y pueblos coloniales, queda claramente establecida la acción colonialista e imperial de Francia en un despojo violatorio de nuestra soberanía que va totalmente en contra del deseo del presidente Hollande de que “la justicia y la verdad prevalezcan”.
 
El interés francés por Clipperton se remonta a mediados del siglo XIX, cuando Napoleón III decidió apoderarse de la isla para explotar fosfato en sus depósitos de guano. El emperador no averiguó si aquel territorio pertenecía a alguna nación y el 22 de noviembre de 1858 el teniente del navío L’Amiral, Víctor Le Coat De Kerweguen, levantó un acta de toma de posesión sobre la cubierta del barco, desde donde observaba la isla, pues no pudo desembarcar en ésta. La explotación del guano no prosperó y los franceses se olvidaron de Clipperton por 40 años (ídem, páginas 20-21). En 1897 se expandió el rumor en Estados Unidos de que Inglaterra intentaría apropiarse de la isla, los estadunidenses respondieron que desde hacía varios años tenían presencia en ésta mediante la Oceanic Phosphate Company (Compañía Oceánica de Fosfato) y que era parte de su territorio (Archivo Histórico diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores, expediente Clipperton, L-E, 1726, folios 6-6v, en Avelar, páginas 22-23), lo que renovó el interés de Francia y puso en alerta al gobierno mexicano. Como consecuencia, el general Porfirio Díaz envió una expedición para asegurar la soberanía de la isla. Así, el 13 de diciembre de 1897 desembarcó en Clipperton la tripulación del buque El Demócrata, y el comandante F Genesta izó nuestro pabellón ante tres empleados de la compañía estadunidense, la cual había otorgado los derechos sobre el guano a una empresa de Inglaterra. La parte inglesa solicitó a México permiso para continuar explotando la isla, mismo que la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) le otorgó el 18 de abril de 1898. A partir de entonces el gobierno mexicano participó en la extracción del fosfato e hizo presencia en el atolón. En 1905, por orden del general Díaz, el coronel Abelardo Dávalos fue investido como prefecto político de la isla, cargo que pasó al subteniente Ramón Arnaud. Este último estableció un faro y dirigió una guarnición militar en la misma hasta su muerte, en 1915. Durante ese tiempo, Francia envió a algunas embarcaciones a observar las operaciones en el atolón (lo que certifica que no tenía presencia en la isla) y el 18 de enero de 1898 presentó a la cancillería mexicana un alegato reclamando derechos sobre Clipperton. Estados Unidos y Gran Bretaña declararon no tener derecho sobre la isla, por lo que solamente quedarían enfrentados México y Francia, que llevaron el conflicto hasta el tribunal internacional.
 
El argumento que Francia ha sostenido para arrebatarnos Clipperton se basa en la suposición de que antes de ellos, en 1858, nadie había tomado posesión de la isla, infundio que Avelar desmintió al mostrar que Clipperton fue registrada en 1526 por el capitán Álvaro de Saavedra, quien la llamó Médanos durante una expedición española para alcanzar Moluco. Este primer registro funda la soberanía hispana sobre la isla en el siglo XVI. Evidencia que fue presentada en el juicio, pero entonces sólo se basaba en el testimonio de Francisco de Granado, escribano de la Armada Española, quien menciona un avistamiento que fue relacionado a Clipperton por la distancia y posición de los barcos (Juan Oyarzábal, “Descubrimientos oceánicos. Capítulos de la historia de la marina de guerra de España”, página 464, en Avelar, página 42), prueba que confería la posesión a México y que Víctor Manuel III desestimó para favorecer a Francia. Avelar encontró un testimonio de Vicente de Nápoles, más amplio y claro sobre el descubrimiento de Saavedra, que incluye coordenadas geográficas que coinciden con la ubicación de Clipperton (Martín Fernández de Navarrete, “Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron los españoles”, en Avelar, página 43), que entonces se llamaría Médanos y que después, en 1706, el pirata inglés John Clipperton divulgaría su ubicación y le diera su nombre; o que en 1711, el francés Du Bogage hiciera lo propio y la nombrara la Isla de la Pasión, mas nada invalida su pertenencia a México, pues se trató en todo momento del mismo territorio. Además, Avelar trajo a la luz pruebas históricas y cartográficas y de tratados comerciales internacionales sobre los territorios insulares mexicanos, incluso llevados a cabo por México con compañías francesas antes de 1858, evidencias que refuerzan nuestra soberanía sobre la isla.
 
Si el general Díaz defendió la soberanía de la isla desde 1897 con el envío del Demócrata y en 1905 dispuso un destacamento militar, ¿por qué en 1909 su gobierno aceptó un arbitraje internacional donde pasaba de soberano a litigante respecto a la posesión de Clipperton? Pacto que se selló e inició en 1911. La respuesta es que ante su impopularidad y el inminente estallido de la Revolución de 1910, Díaz empezó negociaciones para su exilio en París, a través del entonces secretario de Hacienda, José Yves Limantour. Cabe señalar que poco después de aceptado el arbitraje, Limantour fue nombrado miembro de la Academia de Francia. Beneficios personales de la cúpula gobernante antepuestos al interés de la nación. No hay otra razón.
 
Clipperton figuró en el Artículo 42 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos como parte del territorio nacional hasta 1933, cuando se reformó el mismo y se estableció: “que segrega del territorio nacional a la isla de Clipperton” (Diario de los Debates de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, XXXV Legislatura, 5 y 10 de octubre/22 de diciembre de 1933). Esta isla ha estado en la conciencia de un sector de nuestra población y en el imaginario de artistas, escritores e investigadores nacionales e internacionales. En 1946, Emilio Fernández dirigió la cinta La Isla de la Pasión; el general Francisco L Urquizo publicó en 1954 un texto referente a la misma; María Teresa Arnaud de Guzmán publicó La tragedia de Clipperton: la Isla de la Pasión, Arguz, México, 1981; y la colombiana Laura Restrepo escribió la novela La Isla de la Pasión, editorial Plantea, Bogotá, 1989, y Alfaguara, México, 2005; esta última, excelente obra que recrea las vicisitudes de Ramón Arnaud, su familia y el destacamento militar que dirigió en la isla hasta su trágica muerte. Y aunque Clipperton ha desatado grandes pasiones, desde 1933 los gobiernos de la República Mexicana han olvidado esa parte de nuestro territorio y la violación de nuestra soberanía por parte de Francia, aun sin estar presente en la misma, pues desde 1858 sólo se tiene registro de algunas incursiones de los franceses: la primera entre 1966 y 1969 a bordo del buque Bougainville (Pierre-Marie Niaussaut, Le lagon et l’atoll de Clipperton, Academie des Sciences D‘Outre Mer, París, 1986, en Avelar, página 41). Así como un documental de 1981 realizado por Jean Cousteau.
 
Tan ausente ha estado Francia en nuestra isla que, durante la Segunda Guerra Mundial, la Armada de Estados Unidos estableció en ésta una base militar. La autoridad francesa se enteró de eso años después, cuando los estadunidenses evacuaban la isla (Jimmy Skaggs, Clipperton. A history of the island the world forgot, Walter Publishing Company, United States of America, 1989, en Avelar, página 40). Este hecho nos habla de la importancia estratégica de Clipperton para México y del riesgo de que esté en poder de los franceses. Desde la década de 1960, Francia ha considerado usar el atolón para pruebas nucleares o como basurero de la misma especie. Afortunadamente no ha podido realizar ninguna de sus peregrinas ideas, más que por la oposición de México, por la de Estados Unidos y por las características hostiles de la isla.
 
Es una responsabilidad ineludible del gobierno mexicano iniciar un proceso para que la soberanía de Clipperton vuelva a México. Nuestra nación debe tener acceso a los recursos naturales de la isla, a los de sus inmediaciones en el fondo marino (minerales), debe investigar y proteger el patrimonio cultural sumergido (pecios) en su arrecife y explotar libremente los recursos pesqueros de sus aguas inmediatas. En 2005, la embarcación mexicana Arkos I Chiapas fue detenida y confiscados sus bienes por un buque francés bajo el argumento de que realizaba actividades pesqueras en aguas de su jurisdicción. En 2008, los senadores Sebastián Calderón Centeno y Luis Alberto Coppola, del Partido Acción Nacional, denunciaron que en 2007 el gobierno de Felipe Calderón, tras un conflicto diplomático con Francia por la detención del Arkos I Chiapas, concedió en negociaciones secretas a la nación gala “derechos sobre el mar que rodea la isla” a cambio de que Francia expidiera licencias de pesca gratuitas a embarcaciones mexicanas. Esto llevó a las partes a esgrimir puntos de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (www.un.org/Depts/los/convention_agreements/texts/unclos/convemar_es.pdf) respecto a la explotación de las aguas y el subsuelo adyacente a sus territorios: México sostuvo que una isla deshabitada no genera zona de exclusividad marina, debido a que Clipperton no tiene presencia francesa; y Francia aseguró que cualquier territorio, habitado o no, sí la genera (www.cronica.com.mx/nota.php?id_ nota=402399). Discusión oprobiosa para México por parte de ambos senadores, ya que al pretender defender nuestra soberanía sobre las aguas marítimas que rodean Clipperton aceptaron la soberanía de Francia sobre el atolón, posición apoyada por la senadora priísta Rosario Green. Cabe entonces hacer un llamado a nuestros legisladores para que antes de intentar defender los derechos de México, primero se informen abundante y detalladamente sobre el tema y así eviten ratificar con sus acciones violaciones a nuestra soberanía.
 
Clipperton es sin duda parte de nuestro territorio. Francia, con su postura colonialista al sostener la posesión de la isla, viola nuestra soberanía y contraviene los postulados de la ONU. Es imprescindible que el presidente Enrique Peña Nieto y los legisladores de todas las fracciones, a través de la SRE, inicien un proceso de apelación del laudo arbitral de 1931, y que desde la sociedad civil impulsemos y apoyemos la iniciativa, pues el actuar de Francia nos ofende profundamente. Se debe de llevar a un nuevo juicio las evidencias que refuerzan la pertenencia de la Isla de la Pasión a México, ya que es un espacio estratégico para nuestra seguridad nacional y para el acceso a recursos naturales y culturales, pero principalmente porque geográfica, histórica y jurídicamente nos pertenece y nos fue arrebatada en un juicio corrompido y violatorio de derecho, y qué mejor momento de hacerlo que ahora que México accedió a la reapertura del juicio de Cassez, considerado injusto por la parte francesa.
 
*Maestro en ciencias; arqueólogo subacuático; diseñador gráfico; integrante del taller Madre Crónica
 
 
 
 
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Fuente: Contralínea 323 / febrero 2013
 
 
 
 
 

 

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