La frase del autócrata Luis XV, “Tras de nosotros el diluvio”, no es lo que puede cubrir el final del sexenio peñista, puesto que se acelera la crisis política apurada por la económica y, ambas, encuadradas en el imparable descontento social, relativizado en más de 100 millones de mexicanos que están en contra del mal gobierno del viejo priísmo sobre el que monta Peña; quien no tarda en repetir la frase de Shakespeare: “mi trono por un caballo”, cuando mucho, para inmediatamente después de su cuarto informe y su espectáculo en Palacio Nacional, desde que en los finales del perverso salinismo los presidentes fueron expulsados del Congreso de la Unión para no presentarse al acostumbrado “besamanos” y adoración a su figura, y únicamente ya, a partir de entonces, entregar por escrito ese informe.
El caso es que, desacreditada la democracia representativa o indirecta, los conflictos, problemas y protestas en todo el país y algunas de las cuales irrumpen en la capital de nuestra deteriorada República, no hay más recurso político que la democracia directa, ante “un gobierno contrario a los principios constitucionales (Artículo 136 de nuestra carta fundamental a punto de cumplir su centenario), para que la nación, mayoritariamente, ejerza su derecho de “alterar o modificar la forma de gobierno” (Artículo 39 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos). Ambos artículos con un factor común: el cargo presidencial “es renunciable por causa grave que calificará el Congreso de la Unión” (Artículo 85).
Y es que como no se resuelven los conflictos ni se solucionan los problemas y el descontento social aumenta, antes de que todos ellos cierren el circuito y estallen revueltas de mayor envergadura, es imperativo que las instituciones reaccionen cuanto antes. Ya tenemos exceso de violencia, incontenible inseguridad sangrienta (¡más de 200 mil homicidios!): secuestros, feminicidios, etcétera, como para que los gobernantes federales, de las entidades y municipios, con los congresos legislativos y los poderes judiciales, sigan sin atender la crisis general política, económica y social, que está llevando al país, del “aquí no pasa nada” (aparentemente) a un estallido por el hartazgo de los incumplimientos.
No para el empobrecimiento. Está a la baja el consumo y para colmo aumentan los precios públicos y privados. Y Aurelio Nuño quiere prender la mecha de esa potencial explosión, que es el conflicto de los maestros, con dizque reformas contra ellos: una laboral y otra dizque educativa, mientras en la Secretaría de Gobernación hay reuniones para alargar las demandas magisteriales, sin visos de soluciones. Y en ese marco los desgobernadores de cuando menos ocho entidades se revuelcan en la corrupción, los abusos del poder y la incapacidad administrativa. El narcotráfico ya es un poder, que se ha impuesto con homicidios, paralelo al presidencial (Edgar Morín Martínez, La maña: un recorrido antropológico por la cultura de las drogas). La paz social está descuartizada y los más de 100 millones de mexicanos viven en la angustia, pues miles de familias están destrozadas por los secuestros, las desapariciones forzadas, las ejecuciones a mansalva, etcétera.
Igual que hacía Vicente Fox, Peña ha ordenado a la titular de Relaciones Exteriores que le consiga visitas a otros países, por eso se la ha pasado viajando al extranjero (además de vacacionar en Nayarit); pero de plano ajeno a sus obligaciones en la administración pública y abandonando sus tareas de conducción política del gobierno. Y mientras el país, el Estado, la nación con sus más de 120 millones de habitantes se encuentran en el filo de lo que puede ser un desastre, si antes Peña no es removido de su cargo, para la designación de un presidente sustituto que concluya los 2 años que le restan. Su único logro es que la mayoría de los mexicanos estamos contra él.
El “muchas gracias, señor presiente” ahora es la expresión del verdadero sentir y pensar del pueblo que quiere, jurídicamente, que se vaya o le solicitan la renuncia, ya que no le interesa el cargo por el que hasta recurrió a la corrupción, la compra de Televisa para su promoción y durante 4 años, con los mexiquenses: Luis Videgaray, Luis Miranda-Gobernación, Aurelio Nuño, Alfonso Navarrete, Gerardo Ruiz Esparza, Enrique Ochoa-Partido Revolucionario Institucional-Comisión Federal de Electricidad, sólo buscan cómo apoderarse del gobierno del Estado de México para usarlo de refugio como la Cueva de Alí Babá y los 40 ladrones. Desde su primer día Peña mostró que es un aventurero del poder. No aspiró a ser un presidente excepcional y ha sido uno más del montón, de los que han perjudicado a la sociedad. Y ese pueblo sólo quiere que se vaya, antes de que la crisis general se desborde. Así que saquemos nuestras pancartas con la frase: “Gracias, señor presidente, por ponernos a todos en su contra”.
Álvaro Cepeda Neri
[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: Contrapoder]
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