Buena salida tuvo Josefina Vázquez Mota en la Universidad Iberoamericana donde estudió y de la cual, irónicamente, había renegado. A pesar de las mantas en contra, los reclamos por la tragedia de la guardería ABC –a tres años del siniestro–, las descalificaciones de que trataba de satisfacer a sus públicos con discursos entrecruzados –según María José López, una de las que organizaron el acto contra Peña Nieto– y que aceptó los reclamos de varios, la candidata blanquiazul salió incluso entre porras de sus seguidoras.
El costo, empero, fue alto: despedir de su equipo a Juan Molinar Horcasitas, a quien había negado anteriormente (pero el sábado 2 de junio todavía aparecía en sus actos) y señalar que Juan Manuel Oliva, exgobernador de Guanajuato y alto miembro de El Yunque, no era de su equipo de campaña sino alguien ligado a Gustavo Madero. Curiosa forma de deslindarse.
Pocas horas después le nombraron como vocero a Juan Ignacio Zavala, hermano de Margarita (ella ha estado en varios actos de la abanderada panista), y en seguida a Maximiliano Cortázar, el que trabajó en Comunicación de la Presidencia de la República. Esas dos adiciones tienen que ver seguramente con el apoyo que le dará, muy tarde, Felipe Calderón luego de las terribles declaraciones de Vicente Fox.
Calderón, que no había aparecido en estas lides desde que expresó en una reunión de Bancomer que Josefina estaba a un dígito de Peña Nieto, seguramente hará un esfuerzo último para evitar que triunfen los dos que están en la pelea: Enrique, el mexiquense, y Andrés Manuel. Algo que para el hijo de Luis Calderón, fundador del PAN, resultaría la pesadilla más atroz: entregarle el poder a uno de quienes han atacado a los hijos de Gómez Morín. Y tal vez haya algunos ases bajo la manga de Los Pinos, los cuales puedan hacer variar la tendencia negativa que lleva desde hace un rato Vázquez Mota.
Hasta el momento, en todas las encuestas, la señora va en tercer lugar y a la baja. Y no encuentra cómo variar esa tendencia. Más bien se acentúa y cada golpe de timón, lejos de corregir el rumbo, pareciera que hace desequilibrar más al barco. Actualmente casi ha llegado al porcentaje más bajo del panismo. Y de no hacerlo, subir un poco, quedará en el fondo, ya que muchos de los adherentes están pensando en el voto útil. El cual, a decir de estudios, favorecería más a López Obrador que a Peña Nieto.
Es por ello que para muchos de los tricolores resultó una “bendición” lo dicho por el exbotudo: un apoyo abierto, aunque en lenguaje sibilino, a quien ha enviado adoctrinarse a sus correligionarios y le ha dado lana en diversas ocasiones al Centro Fox, es decir, al candidato del tricolor. A saber, Vicente, el esquizoide, no piensa en actos políticos, sino en operaciones matemáticas y de beneficio, algo que fue claro en los años de su gestión, favoreciendo a amigos, negocios de quienes lo apoyaron –las televisoras, por cierto– y a los hijos de Marta Sahagún, uno de ellos acusado de malversación de fondos en Estados Unidos.
Bien lo describió Salvador Camarena (La Crónica, 4 de junio) cuando Manuel Clohutier invitó a participar en elecciones a Vicente y éste dijo que sí, pero tenía miedo a que le embargaran el rancho. Hoy está fuera de duda esa cuestión, ya que el apoyo a su emporio es por parte de las víboras prietas, tepocatas y alimañas que él mismo sacaría de Palacio Nacional: el partidazo que se impuso por todos los medios durante más de 70 años.
Aunque hoy el impulso foxista lejos de ayudar a Peña Nieto, le puede costar en votación. Así como el apoyo de sus nuevos aliados, Manuel Espino, el que cayó en el torito por manejar beodo, y los antiguos izquierdistas, desde los hermanos René Arce y Víctor Hugo Círigo hasta las señoras Rosario Robles y Ruth Zavaleta. La exjefa del Distrito Federal ahora no podrá echarle porras a Cuauhtémoc Cárdenas, su antiguo protector, ya que éste ha optado por aliarse con el llamado Peje.
Pero en el caso de Josefina, la verdad es que hay más bajas. Fernando Gómez Mont, exsecretario de Gobernación, dijo recientemente que “a la campaña de Vázquez Mota le ha faltado consistencia”, algo que le han reclamado incluso sus aliados empresariales y no una, sino en varias ocasiones. Otros más la han instado a que sea más crítica que el que presume la república amorosa, pues señalan que no es atacando a Peña Nieto como logrará crecer.
Como sea, la dama que mal utiliza el lenguaje –ya que dice será presidenta, palabra inexistente en el castellano– no ha sabido trazar con claridad su ruta, la que modifica constantemente. Y sobre todo, nadie entiende en qué se diferencia de sus antecesores Fox y Felipe. Por lo que se advierte una continuidad a los gobiernos que no han dado los resultados esperados ni en democracia, justicia o economía.
Recientemente una evaluación mostró que Felipe Calderón llegó a los más bajos niveles de aceptación. Actualmente tiene 48 por ciento de opiniones positivas, 10 por ciento menos que en febrero. Y eso que ha llevado a cabo un activismo desenfrenado, presumiendo como siempre logros que únicamente están en su cabeza. Aunque tal vez por eso ya nadie le cree, algo que repercutirá en Vázquez Mota.
Por cierto, ante la nueva baja del peso a niveles históricos, la confusión entre panistas es de antología. No entienden qué pasa o no saben lidiar con el problema. En tanto Agustín Carstens dice que es obra de la crisis europea, José Antonio Meade le echa la culpa a la desestabilización financiera en otras partes y el antes muy visible Ernesto Cordero dice que todo se debe a que López Obrador subió en las encuestas y en el extranjero lo ven como un peligro para la economía (sic financiero).
Esto es una muestra de que no hay orden, concierto ni visión en el calderonismo, lo que pone cada vez más nerviosa a Josefina Vázquez Mota.
*Periodista