El violento es el Estado, lo diré una y otra vez, pero también es cierto que dentro de la manifestación social se tienen individuos violentos y cortos de miras, quienes creen que con un petardo, una bomba molotov o un tabique estrellado contra un vidrio o una puerta hacen el cambio social; individuos como Sandino Bucio, a quien le parece correcto quemar la puerta de Palacio Nacional y lo justifica ya que el Estado reprime, desaparece y mata; eso de acuerdo con sus erráticas declaraciones en entrevista con Carmen Aristegui como consecuencia de su detención el viernes 31 de noviembre pasado, acción del gobierno completamente reprobable, por arbitraria y que por haber quedado grabada en video y registrada fotográficamente por varios ciudadanos derivó en la liberación de Sandino (www.noticiasmvs.com/#!/emisiones/primera-emision-con-carmen-aristegui/me-detuvieron-agentes-de-la-policia-encubierta-e-infiltracion-de-pgr-sandino-bucio-542.html). Sin embargo, pobre “radical” y los que piensan y actúan como él, que se manifiestan contrarios al Estado con acciones violentas cayendo en el juego del gobierno que gusta de estos actos para reprimir a los manifestantes pacíficos.
Aborrezco a los infiltrados en la protesta social, los aborrecemos todos los que nos manifestamos pacíficamente y con el propósito de cambiar de fondo a la nación. Pero más repudio a los “radicales”, manifestantes medianos y cobardes que necesitan el cobijo de miles de hombres y mujeres para realizar sus escaramuzas violentas. Si de verdad son valientes hombres de acción y lo único que les queda en su cerrada concepción de la lucha por mejorar al país es la confrontación violenta y directa contra las corporaciones policiacas y enfrentarse contra vidrieras, puertas y edificios, ¿por qué no salen únicamente ellos a las calles y a las plazas y entonces sí se ponen a lanzar piedras y artefactos incendiarios y se lían a golpes con los granaderos? Y si eso no les basta para dar salida a su “trascendente” manera de protestar, pues les queda la guerrilla. Por si no lo saben, existen varios grupos en el país, algunos de los cuales ejercen su legítimo derecho a defenderse y contraatacar la represión del Estado, pero que en su lucha buscan no poner en riesgo a ciudadanos inocentes, como sí hacen esos pequeños “luchadores sociales” en cada manifestación. De verdad que no los entiendo: les queda chica la manifestación social pacífica y les queda grande la lucha guerrillera.
En cada manifestación donde se den actos violentos habrá represión y violación de los derechos humanos, y si es sobre manifestantes pacíficos, mejor, y entre más brutal, mejor aún… Pues las imágenes de mujeres y ancianos golpeados, padres con niños en brazos recibiendo golpes vuelan en los medios de comunicación y en las redes, y es aquí donde todo se vuelve un círculo vicioso, pues esas imágenes atemorizan a los manifestantes, muchos de los que cuales no asistirán a la próxima cita: ausentes de la siguiente protesta que no andarán las calles codo a codo, que no atenderán un mitin, que ya no gritarán “¡Fuera Peña!”, y es en este punto cuando el Estado represor logra su propósito de disminuir la protesta social.
Entre esos radicales medianos y los infiltrados el gobierno se mueve a sus anchas en su eterno juego represor y desestabilizador de la protesta social. En la marcha del último 1 de diciembre fue muy claro el actuar del Estado en coordinación con estos grupos. Culminada la marcha y el mitin pacífico empezaron las detonaciones de aparatos explosivos en las inmediaciones del Ángel de la Independencia y en consecuencia la gente empezó a abandonar el lugar. Como muchos otros, caminé sobre el Paseo de la Reforma hacia la Avenida de los Insurgentes. Al atravesar esta última me di cuenta que caminábamos al lado de un grupo de alrededor de 20 encapuchados, y que detrás de nosotros venía un numeroso contingente de personas, ciudadanos comunes sin capucha. Al llegar al edificio del Senado de la República advertimos la presencia de varias decenas de granaderos apostados en la calle de París. Justo en ese momento fue cuando se dejaron escuchar, a lo lejos, hacia el Ángel de la Independencia, varias detonaciones más. Los granaderos esperaron a que el grupo de encapuchados se adelantara sobre Reforma y, una vez que la mayoría de estos habían pasado la calle de París, los granaderos ingresaron a Reforma y la bloquearon, obstruyendo el paso de los ciudadanos que caminaban hacia la escultura de El Caballito.
Entonces iniciaron las escaramuzas violentas de los encapuchados, quienes aventaron diversos objetos y artefactos explosivos y de gas hacia los granaderos y edificios adyacentes, y ante el avance de un grupo de uniformados se dio la desbandada de embozados hacia El Caballito. Algunos de estos encapuchados regresaron a insultar a los granaderos y para arrojarles algunos objetos; como respuesta, los granaderos más activos iniciaron una persecución, y en la cual no lograron o no quisieron detener a ninguno. Al mismo tiempo, la mayoría de los uniformados se concentraba bloqueando Reforma a la altura de la calle de París, encapsulando a un grupo de manifestantes, de los cuales la gran mayoría eran jóvenes sin capucha, pero también había hombres y mujeres de mayor edad, familias e incluso transeúntes ajenos a la manifestación, ciudadanos comunes, contra quienes, como es su costumbre, los uniformados arremetieron a golpes, toletazos y patadas. Por supuesto también había ahí infiltrados del gobierno violentando abiertamente, como ha evidenciado Animal Político.
Y de los encapuchados, nada. Seguían avanzando sobre Reforma y lanzando objetos contra los edificios. De igual manera, en la siguiente glorieta, justo en el cruce de la calle de Ramírez, los embozados se detuvieron y lanzaron más objetos sobre los edificios ante la mirada de los granaderos, quienes estaban en la bocacalle de Ramírez; y sólo cuando los encapuchados siguieron su andar sobre Reforma, entonces salieron los granaderos y repitieron el proceso de segmentar y encapsular a los ciudadanos que aún quedaban sobre ese tramo de Reforma hacia la calle de París. Afortunadamente, la mayoría de los ciudadanos que logramos pasar la calle de París antes del bloqueo de Reforma habíamos corrido hacia El Caballito ante los lances de los granaderos, que sólo retenían transeúntes y ciudadanos no embozados. Avanzar sobre las banquetas al ritmo de los encapuchados fue lo que nos libró a varios de caer en las manos de los granaderos. Es curioso que un salvoconducto de los granaderos en mitad de la represión hacia cientos de manifestantes sean los propios encapuchados.
Con las reprobables consecuencias que ya todos sabemos, hombres y mujeres fueron brutalmente golpeados por los granaderos. Mientras, la mayoría de los embozados huían. De éstos quiero saber a cuántos detuvieron por vandalizar en la vía pública y por el manejo de artefactos explosivos… Porque o los embozados son muy avezados en la confrontación a cuerpos policiacos y superiores a los cientos de granaderos que no logran capturar a las pocas decenas de estos que en cada manifestación se hacen presentes pero que sí aprovechan las escaramuzas de violencia para arremeter contra el ciudadano común; o es que hay un acuerdo del gobierno con los vándalos. Lo que es indudable es que entre infiltrados del gobierno y radicales tan violentos como ingenuos, el Estado está logrando desestabilizar la protesta social.
Roberto E Galindo Domínguez*
*Maestro en ciencias en exploración y geofísica marina, licenciado en arqueología especializado en contextos sumergidos y buzo profesional; licenciado en letras hispánicas y licenciado en diseño gráfico
Contralínea 416 / del 14 al 20 de Diciembre 2014
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