Damasco, Siria. La guerra contra este país por casi 8 años abarca a todos los sectores de la economía, la infraestructura social y una combinación brutal de acciones terroristas; por su extensión y agudeza, es algo sin precedentes en el Medio Oriente.
Tras el proyecto de las llamadas Primaveras Árabes, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y las monarquías regionales de los petrodólares promovieron, alentaron y financiaron desde los centros de poder occidentales y sus aliados regionales, una agresión feroz que ha costado cientos de miles de víctimas, cerca de 500 mil millones de dólares en pérdidas económicas y el desplazamiento hacia el exterior e interior del país de casi 9 millones de sirios.
Desde las fronteras Norte, Este y Sur no menos de 120 mil integrantes de grupos penetraron hacia las minas de fosfatos y recursos minerales y los campos de petróleo y gas de las provincias sirias de Raqqa, Deir Ezzor y Homs, asediaron a Damasco y promovieron el caos y el terror con secuestros, atentados suicidas y la destrucción de centenares de centros de salud, más de 6 mil instalaciones docentes y el saqueo y destrucción de unas 10 mil instalaciones industriales.
Nunca antes una nación en el Medio Oriente había estado sometida a una guerra impuesta de tal magnitud, destinada a desmembrar el más significativo Estado secular y laico que con más virtudes que defectos, lograba la convivencia social y de base confesional de las diversas tendencias musulmanas, cristianas y judías o de las tribus de beduinos, kurdos y palestinos diseminadas por todo el territorio nacional.
Desde antes de fines de 2011, cuando la inquietante veracidad de esos objetivos se hizo realidad, Estados Unidos, la Unión Europea y los aliados regionales establecieron un bloqueo que incluía la prohibición total de programas de ayuda concertados anteriormente, la congelación de fondos de todo tipo, el fin de cualquier inversión y una lista de sanciones a más de 100 personalidades y dirigentes sirios y 72 empresas.
A pesar de todo, en la actualidad Siria estabiliza los retos que representa la reconstrucción, disminuir los efectos de las sanciones y el bloqueo económico, al que se agregan campañas mediáticas nunca antes vistas contra una nación soberana y el cierre de acceso a satélites de comunicación y vías de transporte marítimo y aéreo, entre otras.
Antecedentes
A partir de 1990, con una amplia diversificación de los sectores, Siria alcanzó un promedio de crecimiento anual del 12 por ciento, mantenía la inflación por debajo del 2 por ciento e intentaba compensar los déficits entre exportación (12 mil 660 millones de dólares) e importación (13 mil 810 millones de dólares), según datos de 2011, con una mayor producción de artículos y la ampliación de nuevos mercados.
Más de 20 mil instalaciones industriales, tanto del sector público como del privado, fortalecían la producción de renglones claves como la textil, farmacéutica, de alimentos e insumos para la construcción y la agricultura, los cuales formaban en total el 58 por ciento del producto interno bruto (PIB).
Las zonas industriales de Damasco, Alepo, Homs y Hama funcionaban con nuevos planes de desarrollo y se incentivaba la producción agrícola cooperativa e individual, los talleres de artesanía tradicional y en el sector de los servicios, el turismo y que en 2010, último computado, llegó a recibir 8 millones 234 mil visitantes.
De igual forma, la Compañía Siria de Petróleo lograba producir 387 mil barriles diarios, 100 mil con entidades mixtas occidentales Shell y Total, y mantenía en funciones oleoductos y gasoductos, como los denominados A 15, A 26 y A 36 para el trasiego de combustible desde Irak con vistas a las refinerías nacionales de Banias, en la costa mediterránea y Homs, en el centro del país.
Tal papel económico estaba estabilizándose en las mayores productoras provinciales de combustible y minerales como Raqqa, Deir Ezzor, Hasaka y Homs, en el Norte sirio y en las cuales la producción agrícola era de importancia nacional.
Siria no era una gran productora de petróleo pero sí el punto geográfico clave para el trasiego de combustible desde la llanada Asia Menor hacia el mar Mediterráneo y Europa y fortalecía el sistema energético con la utilización del gas como generador de electricidad, cuya capacidad entonces le permitía suministrarla sin restricciones hacia El Líbano y Jordania.
Esta nación se autoabastecía casi al ciento por ciento de alimentos, productos farmacéuticos y textiles, y facilitaba que el 75 por ciento de las comunidades rurales alcanzaran tal sistema.
Panorama actual
Los perturbadores conceptos injerencistas de los centros de poder occidental y sus aliados opacaron cualquiera de los antecedentes expuestos y sus principales objetivos se dirigieron a destruir sistemáticamente la infraestructura del país por medio de una guerra terrorista impuesta y los pretextos para alentar y sobredimensionar diferencias de base confesional y la división étnica, política y social.
Junto al arrasamiento de miles de instalaciones industriales, el saqueo de otras tantas y la destrucción de más de un centenar de centros de salud y 6 mil escuelas de diversos niveles de enseñanza, se pretendió no sólo desmantelar al país sino también causar el desmembramiento, y aniquilar los preceptos de nacionalidad, soberanía e independencia.
En ese sentido, en 2013 el presidente Bashar Al Assad pronunciaba palabras que aún tienen vigencia: “La política no depende del amor o del odio, sino de los intereses”. Esta frase responde de manera realista a los presupuestos hegemónicos e injerencistas de Estados Unidos y los antiguos imperios coloniales de Reino Unido y Francia, entre otros.
Actualmente Siria necesita además el retorno de millones de desplazados, garantizarles trabajo y subsistencia y tal tema está incluido en la reconstrucción de este país del Levante, retos en los cuales labora intensamente luego del desalojo de los grupos terroristas de más del 90 por ciento del territorio nacional.
Por lo pronto, los signos de recuperación son visibles en la ciudades industriales de Damasco, Homs, Alepo y Hama, en las cuales funcionan de nuevo 11 mil 400 instalaciones que produjeron en el último año 340 millones de dólares y reportaron ganancias por 50 millones, cifras que deben ascender en la actual etapa tras los convenios al respecto firmado y en ejecución con Rusia e Irán, entre otras naciones.
El reto es ingente y demanda especial dedicación a partir del hecho de que solamente la infraestructura de Siria requiere de al menos 40 mil millones de dólares para una total recuperación a corto y mediano plazos y cerca de otros 200 mil millones para la rehabilitación de los sectores de la salud, la educación, los recursos hídricos públicos y la agricultura y la construcción.
Para entender lo que sucede y la sensatez con la cual se trabaja en todos los órdenes, es necesario volver a citar al presidente Al Assad: “Lo que ocurrió y ocurre en Siria fue una oportunidad para deshacerse de esta nación, este Estado insubordinado, y sustituir al presidente por otro que diga siempre sí. Esto nunca lo lograrán en Siria, ni ahora ni en el futuro”.
Pedro García Hernández/Prensa Latina
[OPINIÓN] [ARTÍCULO]