Categorías: Opinión

La guerra que nos impuso Washington

Publicado por
Pablo Moctezuma Barragán

En la frontera de Nogales Arizona-Sonora, el 5 de enero la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos asesinó cobardemente a Ramsés Barrón, de 17 años. Autoridades estadunidenses explicaron que un agente respondió a un ataque con piedras. El 7 de junio de 2010, fue asesinado Sergio Adrián Hernández, de 15 años, en Ciudad Juárez, en el Puente Negro; un agente fronterizo de ese país le disparó en la cabeza en territorio mexicano. El gobierno de Calderón, en vez de aplicar la ley en nuestro territorio y exigir la deportación del asesino, le pidió al gobierno de Washington que efectuara una “profunda investigación”, y éste, tras “investigar”, declaró que Sergio Adrián era “un pollero”. El 28 de mayo de 2010, el migrante mexicano Anastacio Hernández Rojas fue golpeado y pateado hasta la muerte por parte de 20 agentes fronterizos en San Diego, como consta un video en Youtube. Antes de Anastacio, la patrulla fronteriza había asesinado a cinco mexicanos en 2008, 12 compatriotas en 2009 y 16 en los primeros cinco meses de 2010; eso sin contar los centenares de mexicanos que mueren en la frontera o son asesinados impunemente cada año en el país vecino.

Dice Estados Unidos que somos “socios”, pero intensifica la represión y las deportaciones de mexicanos que en ese país son tratados como criminales por el delito de… ¡trabajar! Con Obama, se ha empeorado la situación. Janet Napolitano, del Departamento de Seguridad Interior, informó, el 6 de octubre de 2010, que durante ese año fiscal –el primero en la presidencia de Barack Obama– se registró una cifra récord de 392 mil personas extranjeras deportadas, lo que significó un incremento de 70 por ciento de deportaciones respecto del año fiscal de 2009, en la etapa final de la presidencia de George W Bush. De este total, 71 por ciento es de mexicanos.

Luego de construir el muro de la muerte, por el que votó Obama cuando era senador, su administración ha enviado a la frontera a 20 mil guardias nacionales y aviones no tripulados, o drones, que pueden ser equipados para bombardear y que ya patrullan la frontera. Desde 2004, en Pakistán este tipo de aviones han asesinado a 2 mil 43 personas, civiles la mayoría. El año pasado, hubo 134 ataques que mataron a 929 personas. ¿Lo mismo hará en este país para combatir al crimen organizado? En México, corre la sangre. Detrás de tanta muerte, está la intervención yanqui: ellos promueven matanzas, violencia, narcotráfico y una guerra en la que ya suman más de 34 mil muertos, para tener pretexto de intervenir en México. Su objetivo: seguir controlando la economía mexicana, apropiándose de nuestras riquezas y del trabajo de los mexicanos. La intervención yanqui ¡es el problema, no la solución! Y ahora están interviniendo militarmente, lo que es inadmisible y anticonstitucional.

Los mexicanos podemos solucionar nuestros propios problemas y desarrollar nuestro país para beneficio de la sociedad; debemos ser soberanos, pero los gobiernos de México, tanto del Partido Revolucionario Institucional como del Partido Acción Nacional, han sido controlados por Washington. La situación va de mal en peor. Primero, nos endeudaron y luego empezaron a imponer sus políticas a través del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, que han ocasionado la crisis que vivimos. Para darle más cuerda al ahorcado, el FMI ha puesto 78 mil millones de dólares a disposición de Calderón. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte, lejos de traer prosperidad, ha ocasionado la ruina de le economía mexicana. Los productores nacionales están en bancarrota y son las grandes corporaciones –principalmente estadunidenses– las que dominan la economía, agricultura, industria, comercio, servicios, banca. Mientras que el mexicano es víctima de desempleo, malas condiciones laborales, explotación y miseria, y es empujado a migrar. Más de medio millón de mexicanos se van “al Norte” cada año y allá son tratados como esclavos modernos, criminalizados y desprovistos de derechos.

La Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte ha llevado a la integración y virtual anexión de México a Estados Unidos (y sus corporaciones) y a la peor inseguridad en muchas décadas. El problema del narcotráfico viene de Estados Unidos, allá distribuyen la droga –es el primer mercado mundial de estupefacientes–, de allá vienen las armas para los cárteles, allá lavan dinero y además utilizan el narcotráfico para crear una crisis en México e intervenir de manera cada vez más abierta y descarada, con el pretexto de la “cooperación” para la seguridad; pero año con año, el problema se agrava. Ahora, tras la integración económica, están llevando adelante la integración militar. El ejército y las agencias estadunidenses (Pentágono, Agencia Central de Inteligencia, agencia antidrogas, DEA; Oficina Federal de Investigación, etcétera) actúan abiertamente en la Oficina Binacional de Avenida Reforma número 265. Fue el ascenso del narcotráfico en el país el que abrió la puerta a todas las agencias de inteligencia estadunidenses, predominantemente militares, para que operen desde el Distrito Federal, siendo claro que el narcotráfico es un negocio que manejan y controlan desde Estados Unidos. En Colombia, llevan 12 años interviniendo con su Plan Colombia y ese país sigue siendo el primer exportador de cocaína; en Afganistán, la invasión lleva ocho años: en 2002 no producían opio, hoy son los primeros exportadores de esa droga. Vietnam, cuando estaba ocupado por Estados Unidos, era primer exportador de heroína, pero luego de la derrota estadunidense se dejó de producir la droga. Nos echan la culpa del narcotráfico, pero ellos son los que lo operan. En México, hay ocho cárteles de la droga que, pasando la frontera, se les pierde el rastro. ¿Quién maneja tanto enervante en Estados Unidos? Allá distribuyen 15 veces más droga que en México y lavan 600 mil millones de dólares.

También la sangre se ha convertido en un gran negocio. Ahora no sólo quieren nuestro petróleo, oro y plata, quieren nuestra sangre para sus guerras de intervención, como la de Afganistán, y para hacer negocio con la venta de armas. Tienen grandes ganancias con esta guerra, con el tráfico de drogas, el lavado de dinero. Está documentado que la “guerra de Calderón” fue impuesta por George Bush, quien en octubre de 2006 mandó a la señora Karen Tandy, administradora general de la agencia DEA, y a David Gaddis, jefe de la oficina de la DEA, a reunirse con Genaro García Luna y Eduardo Medina Mora para preparar el inicio de la “guerra”. La debilidad de Calderón –que había sido el beneficiario del fraude de 2006– le obligó a aceptar el plan yanqui. Así que ésta es la guerra de Washington. La venta de armas y la guerra es el gran negocio de Estados Unidos, por eso la propician en México.

El 17 de enero de 1961, el presidente Dwight D Eisenhower, en su discurso de despedida a la nación, advirtió a Estados Unidos y al mundo de la creciente influencia “complejo militar-industrial” de su país, en la que 3.5 millones de hombres y mujeres estaban directamente implicados y que se habían convertido, dijo él, “en la estructura misma de la sociedad”. De modo que vender armas, municiones, lanzacohetes, helicópteros, ametralladoras, equipo de inteligencia, tanto al gobierno como a los cárteles, es el gran negocio para ese complejo militar-industrial que necesita guerras, petróleo y sangre, e impulsan la integración militar con México para mandar a nuestros jóvenes a sus aventuras militares como carne de cañón. Ahora quieren que México mande tropas al extranjero como parte de los Cascos Azules, lo que viola el artículo 89 de la Constitución, que establece la autodeterminación de los pueblos y la no intervención, así como la resolución pacífica de los conflictos. Pisoteando la Constitución y la soberanía de los pueblos, Pablo Macedo Riba, director general para la Organización de las Naciones Unidas (ONU), reconoció, el 21 de junio de 2010, que la Secretaría de Relaciones Exteriores está cabildeando para que el Ejército Mexicano intervenga, como parte de los Cascos Azules, en las “misiones de paz” de la ONU. En la cancillería, se dice que incluso las Fuerzas Armadas están dispuestas a participar en cuanto el presidente de la República lo ordene. Por un lado, quieren y desarrollan la intervención militar en México y, por el otro, buscan que México “colabore” con la intervención en otros países… dando y dando.

Pero el pueblo de México, que es soberano, está organizándose y en pie de lucha, construyendo un proyecto alternativo de nación en el prevalezca el bienestar de la gente. Lo importante es no sólo que ya nos estamos dando cuenta de dónde y por qué surge el problema, sino que estamos prestos a solucionarlo, a organizarnos para transformar la situación y conquistar la plena soberanía. Esta generación está dispuesta a unirse para romper con los planes neocoloniales de Washington y de la oligarquía proyanki y construir un futuro libre y soberano en el que podamos vivir en paz.

*Vocero del Congreso de la Soberanía y dirigente de Mexteki

Contralínea 218 / 30 de enero de 2011

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