El carácter laico del Estado, es decir, ajeno a cualquier culto religioso, es la base de las libertades personales y de la pluralidad religiosa.
Sin embargo, el tema del laicismo y sus implicaciones, como la despenalización del aborto, el reconocimiento del matrimonio homosexual, etcétera, son asuntos incómodos para muchos políticos en campaña.
Los de convicciones liberales temen que expresarlas les granjeará la enemistad del clero y de empresarios, mientras que los conservadores, conscientes de la impopularidad de las doctrinas clericales, procuran ocultarlas en la época electoral para ponerlas en práctica una vez que lleguen al poder.
Así, mientras que López Obrador se mostró poco dispuesto a abordar esos asuntos, Peña Nieto desde hace tiempo siguió la estrategia de conciliarse con el clero. Pero ambos, en sus declaraciones y en su propaganda, hicieron como si esa temática no existiera.
Josefina Vázquez Mota fue la abanderada de un partido que históricamente ha estado al servicio de la jerarquía católica, y que se ha distinguido por su empeño en encarcelar a las mujeres que abortan, en oponerse al matrimonio homosexual y en no reconocer el carácter laico del Estado.
Sin embargo, en varias ocasiones durante su campaña, trató de presentarse como respetuosa de la despenalización del aborto y respetuosa de la diversidad sexual; desde luego, como militante del Partido Acción Nacional (PAN), que se sepa, nunca se opuso a las posiciones reaccionarias de su partido.
Al final de la competencia electoral, quizás porque era demasiado obvio que la candidata panista tenía perdido el voto de la mayoría del pueblo (a excepción del de la ultraderecha y de las sacristías), hubo esfuerzos derechistas y clericales para atraer a favor de ella el voto duro del PAN.
A fines de junio, circuló en redes electrónicas una carta atribuida a Vázquez Mota donde prometía al electorado católico un decálogo que la comprometía a defender la penalización del aborto con el conocido eufemismo del “respeto a la vida desde la concepción”, así como a fortalecer “el matrimonio entre hombre y mujer”.
Enfáticamente, prometía apoyar la creación de los centros “Vida y Familia”, que promoviera una organización antiabortista con un supuesto cariz filantrópico (Contralínea 244).
El decálogo en cuestión (que evoca el que Fox difundiera en abril de 2000, con 10 promesas para el clero católico) fue propagado en mensajes de correo electrónico por el sacerdote español Ángel Luis Lorente Gutiérrez, quien colabora con la Arquidiócesis de México y con grupos de la ultraderecha católica, como la Unión de Voluntades (auspiciado por Patricio Slim Domit y presidido por Guillermo Bustamente Manilla, exdirigente de la Unión Nacional de Padres de Familia) y como los CAM (centros de Ayuda a la Mujer), organización creada a principios de la década de 1990, y que desde entonces operó conjuntamente con el Comité Nacional Provida, encabezado por Jorge Serrano Limón (http://www.empresaresponsable.org/consulta-angel-luis.html).
En su presentación del texto, el religioso español, quien también colabora en la agrupación de Comunicadores Católicos, mencionaba que con Vázquez Mota “al menos tenemos una promesa que no tenemos con los demás candidatos… Pero se puede trabajar en eso más tarde, mejorando las políticas públicas”.
Esto es, Vázquez Mota fue mentirosa en los discursos públicos de su campaña, pero la ultraderecha católica, sus verdaderos simpatizantes, no creían en sus mentiras; por el contrario, estaban conscientes de que si llegaba al poder gobernaría en conformidad con la naturaleza de su partido, el único del espectro político mexicano que tiene raíces confesionales.
También en junio pasado, partidarios de Vázquez Mota repartieron afuera de la Catedral Metropolitana volantes con “una agenda de Josefina Vázquez Mota, por la vida, la familia y la libertad religiosa”; en ella, además de manifestarse contra el aborto y la diversidad sexual, la panista apoyaba las pretensiones del clero de obtener privilegios mediante la reforma al Artículo 24 constitucional.
Instancias clericales participaron en el esfuerzo final para apoyar a la panista. En algunas parroquias, la Comisión de Justicia y Paz de la Arquidiócesis de México estuvo distribuyendo volantes para normar el voto de los católicos con principios como el rechazo al aborto y a los matrimonios no heterosexuales, así como la defensa de la llamada “libertad religiosa”.
A pesar de todos esos esfuerzos clericales, en la sociedad mexicana (a excepción de regiones como Guanajuato y los Altos de Jalisco) no ha prevalecido un catolicismo militante y sí, por el contrario, el respeto juarista a la separación entre la Iglesia y el Estado, y a las decisiones personales.
Es significativo que a lo largo de las campañas electorales se evidenció que en el Distrito Federal había un abrumador apoyo al gobierno local, el mismo que, acorde con el Estado laico, despenalizó el aborto y aprobó el matrimonio homosexual.
En contraste, se puso de manifiesto también la impopularidad del PAN, partido de la derecha católica, cuya candidata fue perdiendo cada vez más terreno en las encuestas, a pesar del apoyo abierto que estuvo recibiendo de Calderón y del respaldo de sectores empresariales y clericales.
*Maestro en filosofía; especialista en estudios acerca de la derecha política en México
Fuente: Contralínea 293