Mujeres y jóvenes, rezagados en el mercado del trabajo
En el contexto laboral que vive nuestro país resulta prioritario analizar las conclusiones de la decimonovena Reunión Regional Americana de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), celebrada en República Dominicana del 2 al 5 de octubre pasado, donde se fijaron 17 prioridades para construir un mejor futuro del trabajo en el continente.
Bajo la tesis Fortalecer el nexo entre el crecimiento, el empleo y los derechos: la justicia social como base de una paz duradera, las mesas de trabajo dejaron en claro que la historia demuestra que el crecimiento económico “no se traduce en bienestar común”, pues “puede coexistir con la informalidad, la exclusión y la erosión de derechos”.
Por ello, la OIT propuso, entre otros puntos, un “nuevo contrato social que sitúe a las personas en el centro, reconozca el valor del trabajo en todas sus formas y promueva una economía al servicio de la dignidad humana”.
El encuentro definió que el futuro laboral de América Latina y el Caribe quedará marcado por tres grandes transiciones –la digital, la ecológica y la demográfica– que, si bien entrañan riesgos, también ofrecen amplias oportunidades para afianzar los vínculos entre crecimiento económico, empleo y derechos.
Ante este escenario, y con una visión tripartita de gobiernos, sindicatos y organismos empresariales, deben atenderse rezagos y retos que aún subsisten en la región: salarios todavía bajos, escasa oferta de trabajo para los jóvenes, alta informalidad, discriminación laboral y falta de oportunidades para las mujeres, además del fenómeno de la migración de mano de obra hacia otros países.
México no es ajeno a estos problemas; por tanto, sindicatos, gobierno y empresarios deben valorar las conclusiones de la OIT antes de la próxima revisión del tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), especialmente en lo relativo al capítulo laboral.

Uno de los objetivos centrales de la reunión fue plantear un mundo de trabajo más equitativo que haga de la justicia social “el cimiento de una paz duradera”. Para ello, se propuso trabajar de manera conjunta en rezagos persistentes como la desigualdad de género, expresada en una menor participación laboral de las mujeres y en una incidencia de la pobreza superior a la de los hombres.
La OIT precisó que, por cada 100 varones en situación de pobreza, existen 121 mujeres en la misma condición. Esto se explica por la persistencia de la división sexual del trabajo en muchos países, donde las mujeres siguen asumiendo roles de cuidados no remunerados. Debido a ello, el crecimiento y la productividad de las empresas deben orientarse también a la reducción de las brechas de género en el mercado laboral.
Otros datos ilustran el desequilibrio: la tasa de ocupación y participación laboral de las mujeres en el continente es 22 puntos porcentuales inferior a la de los hombres; asimismo, su tasa de desocupación supera en 2.0 puntos la de ellos. De este modo, la OIT estima que en 2024 las mujeres de América Latina y el Caribe percibían, en promedio, solo el 60.5 por ciento de los ingresos laborales de los hombres.
La inequidad se reproduce en la seguridad social: “las mujeres reciben pensiones más bajas que los hombres, y en algunos países la brecha supera el 40 por ciento”. Para cerrar estas diferencias y brindar protección integral a las mujeres, los gobiernos deben “mejorar la coordinación entre políticas y programas” e incrementar la inversión en “sistemas de protección social”.
Aun cuando los varones ganan más que las mujeres, en América del Norte, por ejemplo, el primer año de pandemia los salarios reales registraron un repente, pero luego “el crecimiento del salario real se estancó en 2021; cayó un 3 por ciento en 2022 debido a la inflación; se mantuvo sin cambio en 2023; y tuvo un leve aumento del 0.4 por ciento en 2024”.
En América Latina y el Caribe, el crecimiento del salario real ha sido volátil desde el inicio de la pandemia de Covid-19: en 2020, se observó un aumento real del 2.7 por ciento, que al igual que en América del Norte refleja un fuerte efecto de composición.
En 2023, el crecimiento real fue del 1.7 por ciento y se desaceleró al 1.5 por ciento en 2024. La OIT subrayó la necesidad de mejorar los ingresos de los trabajadores como premisa para alcanzar un trabajo decente que permita a las familias un buen nivel de vida.
Entre las prioridades figura la incorporación de los jóvenes al mercado laboral. Su déficit de empleo constituye uno de los mayores desafíos. Según el organismo, la tasa de desocupación de quienes tienen entre 15 y 24 años promedió en 2024 el 13.3 por ciento en la subregión; su nivel más bajo en 12 años. No obstante, la desocupación juvenil es 2.8 veces superior a la de los adultos mayores de 25 años.
Otro fenómeno que amenaza a las nuevas generaciones es la informalidad: se calcula que el 60 por ciento de los jóvenes demandantes de empleo se colocan en ese sector, proporción que asciende al 77 por ciento en el grupo de 15 a 19 años.
Un dato adicional que revela la complejidad del problema es que en 2023 el 25 por ciento de las personas de 15 a 24 años ni estudiaban ni trabajaban de forma remunerada. La cuestión de género acentúa la desigualdad: 7 de cada 10 de esas personas son mujeres.
Ante ello, la OIT propone un marco de política integral “orientado al empleo productivo y al empleo decente de los jóvenes”. “Es imperativo –señala– adaptar la educación y la formación a las demandas del mercado laboral”, así como “fomentar la participación de la juventud en las decisiones que afectan su futuro”. (Continuará)
Martín Esparza Flores*
*Secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas
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