Para mantenerse en el poder, el Partido Acción Nacional (PAN) usa como prestanombres a otros partidos, mediante coaliciones ideológicamente contradictorias como las que estableció con el Partido de la Revolución Democrática (PRD) en algunas entidades.
En las pasadas elecciones, esas alianzas le arrebataron al Partido Revolucionario Institucional (PRI) los estados de Oaxaca, Puebla y Sinaloa; pero el tricolor triunfó en otros nueve estados: Chihuahua, Durango, Hidalgo, Quintana Roo, Tamaulipas, Veracruz, Aguascalientes, Tlaxcala y Zacatecas.
Es decir, el resultado fue adverso para el PAN, derrotado en las urnas ante un pueblo cansado de gobiernos como los de Fox y Calderón, opuestos al bienestar popular, comprometidos con los grandes empresarios y con el clero.
A pesar del triunfalismo de César Nava, en esos tres estados no ganó el PAN como tal, sino arropado en una alianza con el PRD, o mejor dicho con una corriente oportunista del mismo, representada por personajes como Jesús Ortega, quien haciendo un gran daño al país se prestó a auxiliar al PAN y, en contra de su propio partido, a ser instrumento del gobierno de Calderón.
Esas alianzas antipriistas, en las que han participado también el Partido del Trabajo y Convergencia, son una nueva versión del voto útil, que usó Fox en 2000, haciendo creer a la gente que la peor alternativa para el país era el PRI, cuando hoy en día es evidente que la peor opción político electoral es el PAN.
El PAN es el único de los tres partidos principales que tiene raíces cristeras, que se opone sistemáticamente al Estado laico. También está contra las políticas que buscan el bienestar del pueblo, a las que califica como “populistas”.
En 2006, el PAN se mantuvo en el poder sólo mediante el fraude y el apoyo del Ejército, del clero y de las grandes empresas. Desde entonces, Calderón ha recurrido a la militarización con el pretexto de una supuesta “lucha contra el narco”.
Los objetivos y estrategias de esa “lucha” son espurios; más aún, su saldo ha sido trágico para la sociedad mexicana, como lo demuestra la serie de reportajes de Nancy Flores, publicados en Contralínea.
El gobierno de Calderón se ha dedicado a atacar a los grandes sindicatos, como el Sindicato Mexicano de Electricistas, tan odiados tradicionalmente por la derecha, y las diferentes dependencias federales, lo mismo que algunos gobiernos estatales, como el de Jalisco, que apoyan en todo lo que pueden al clero, incluso con recursos del erario.
Uno de los aspectos más peligrosos del gobierno derechista católico de Calderón es que pretende instaurar en México el binomio clero-Ejército, que ha sido tan dañino para países de Suramérica; sin embargo, para la gran mayoría de la gente, el hecho pasa desapercibido, porque no se ocupan de él los “grandes medios” –las cadenas de radio y televisión– que se dedican a difundir consignas oficialistas.
La permanencia del PAN en el poder significa más agresiones del gobierno contra el pueblo, a la vez que más apoyo a la jerarquía católica y a los empresarios. Aliarse con ese partido, o votar por él, bajo cualquier circunstancia, es atentar contra el bienestar popular y contra el Estado laico.
A diferencia del PAN, el PRI tiene orígenes y etapas defendibles. En sus primeros tiempos, ese partido, y sus precursores (Partido Nacional Revolucionario, Partido de la Revolución Mexicana) defendieron los ideales de la Revolución Mexicana, plasmados en la Constitución de 1917.
Cabe recordar la lucha que libró Plutarco Elías Calles contra la reacción clerical, así como la nacionalización de la industria petrolera, que llevó a cabo Lázaro Cárdenas.
Ciertamente, el PRI de hoy en día no es el de esos tiempos, por el contrario se ha ido derechizando; en esa medida, no es una buena opción política o electoral.
Aunque tiene antecedentes desde la época de Ávila Camacho, esa derechización se agudizó en la época de Salinas, cuando, por conveniencia, muchos priistas comenzaron a acercarse al PAN, el partido más cercano a Salinas, con el que éste se legitimó y cogobernó.
En 2006, el PRI hizo causa común con el PAN para evitar que Andrés Manuel López Obrador llegara al poder, pues priistas y panistas defendían sus propios intereses, como miembros de la clase política, frente a una inconformidad popular que había encontrado en López Obrador un dirigente.
Así, el PRI puso la muestra del oportunismo del que ahora hacen gala personajes como Jesús Ortega, para propiciar que la derecha se mantenga en el poder. La lógica es la misma: a ellos en lo personal, les conviene que así sea.
Esas actitudes oportunistas han llegado a extremos tales que en varios estados de la república han sido los priistas, para quedar bien con el clero, quienes han promovido leyes para encarcelar a las mujeres que abortan, cuando en la década de 1990, el tricolor se opuso a las presiones panistas para implantar esa persecución contra las mujeres.
Desde luego, en el empanizamiento del PRI, hay otros factores que van más allá del oportunismo. Algunos priistas, como Peña Nieto, se han vinculado con la jerarquía católica; los hijos de políticos de ese partido se educan, en ocasiones, en escuelas confesionales, como las fundadas por los Legionarios de Cristo, creados a su vez por el pederasta Marcial Maciel.
El PRI actual es una mala opción para México, no por sus raíces, sino porque a lo largo de su historia se ha ido derechizando.
Igual que en 2006, el movimiento encabezado por Andrés Manuel López Obrador representa una esperanza ante las tendencias antipopulares y clericales de la derecha en el poder.
En la ciudad de México, López Obrador benefició a muchas personas con sus políticas sociales, como el apoyo a los ancianos, medida a la que tanto se opusieron los panistas y sus aliados, porque decían que era “populismo”.
Sin embargo, algunas personas que han recibido esos apoyos ahora dicen “odiar” a Obrador y a Ebrard, tan sólo porque ésas son las consignas mediáticas. Es el típico caso, por ejemplo, del taxista que se pasa todo el día escuchando en la radio “noticias” y “comentarios” que son sólo propaganda panista.
Una de las cartas de la derecha en 2012 será el auxilio que le pueda dar el coro de medios oficialistas, pero al mismo tiempo la gente comprueba en la vida cotidiana todas las agresiones de la derecha contra el pueblo: militarización, mayores cargas tributarias, destrucción de la educación pública, ataques diarios contra el laicismo y las libertades individuales, etcétera.
A partir de 2000, la ciudad de México ha sido prácticamente la única zona del país donde se han promovido medidas para beneficio de sus habitantes: apoyos sociales, respaldo a la educación pública, despenalización del aborto, reconocimiento de derechos a las minorías sexuales, etcétera. Ése es el rumbo que debería seguir México en la elección de 2012.
Edgar González Ruiz*
*Maestro en filosofía; especialista en estudios acerca de la derecha política en México
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