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La verdad sobre la recuperación en España

Publicado por
Xavier Caño *

El gobierno español da por concluida la recesión. “Salimos reforzados de la crisis”, proclama su presidente. El ministro de Hacienda remacha que España dirá el adiós definitivo a la crisis en 2014. Y los “mercados” se alegran por la “recuperación” de España. Emilio Botín, presidente del Banco Santander, se entusiasma porque de todas partes llega dinero a España. Como ha escrito el economista Juan Torres López, la declaración de Botín de que España vive un momento fantástico es verdad… Si añadimos: para él y su clase.

Entra capital de fondos de inversión que compra miles de inmuebles; la Bolsa española superó un día los 10 mil puntos y la prima de riesgo ronda los 240 puntos; el Tesoro paga por ahora menos del 1 por ciento por la deuda que vende, mientras la banca y grandes empresas venden bonos. Pero los indicadores de la economía real (crédito, producción industrial, morosidad bancaria, demanda interior, empleo, etcétera) no mejoran. Van a peor.

Antón Losada explica que España es “una ganga” para el capitalismo global, porque “ofrece una de las fuerzas de trabajo más baratas del mundo. Las grandes empresas pagan menos del 10 por ciento de beneficios y, si algo va mal, el gobierno enjuga las pérdidas con dinero público”. Especular en España tiene premio seguro. Eso es lo que va bien. Pero sólo para la minoría de siempre.

Es más real que hay 6 millones de desempleados; que 12 millones de ciudadanos (23 por ciento) viven bajo el umbral de la pobreza; que la mayoría de empresas no consigue los créditos necesarios, y que en 2014 cerrarán un 25 por ciento más de empresas que en 2013.

Mientras, continúa la austeridad impuesta, la dictadura de la deuda y la obsesión por reducir el déficit con nefastas consecuencias para la mayoría ciudadana. Entonces se recurre al cuento del pastel y el reparto, una vez más. Un clásico de las fábulas neoliberales. Hacer crecer el pastel para que haya para todos. “Y eso exige sacrificios”.

Pero nunca hay reparto de pastel.

Hace 30 años oí por vez primera la fábula del pastel y el reparto. La contaba un triunfante Felipe González, el mismo que perpetró una reconversión industrial que despojó al país de gran parte de su tejido fabril, como exigían Alemania y otros países para aceptar a España en el mercado común; más la reconversión naval que dejó miles de desempleados, la apuesta por el ladrillo y el turismo barato como modelo productivo, diezmar la ganadería vacuna de Cantabria y Asturias (en beneficio de otras ganaderías) y menudencias similares.

El pastel nunca creció bastante y no hubo reparto, salvo migajas. Lo han explicado Juan Torres López y Vicenç Navarro en numerosos escritos sobre sueldos y renta social, aportando datos y hechos que sitúan a España en la parte inferior de la tabla europea.

Pero sí ha crecido la pobreza, y la organización Cáritas denuncia que en la España de 2013 la pobreza es el doble que en 2007. Que 3 millones de personas sufren pobreza severa y viven (si se le puede llamar vida) con menos de 307 euros mensuales. Y alerta de “una segunda oleada de empobrecimiento y exclusión social […] por las políticas de ajustes y sus recortes, la prolongación del desempleo y el agotamiento de las ayudas económicas”. Dicen en Cáritas que “vamos hacia un modelo social darwinista anglosajón con muy pocos ganadores y muchos perdedores”.

Ésa es la recuperación.

Juan Torres López recuerda que las reformas perpetradas, primero por Zapatero y luego por Rajoy, han buscado sacar del pozo a la banca privada y dar más poder a las grandes empresas frente a los trabajadores, para que banqueros y grandes propietarios recuperen los beneficios de antes de la crisis. O más. Por eso la situación actual les parece fantástica. Pero no a millones de ciudadanos que viven peor.

Quien tenga duda de qué salida de la crisis quiere la minoría rica y los dóciles gobiernos a su servicio, verá que la pretendida recuperación desvela qué es lo que buscan de verdad. No una economía sólida al servicio de la mayoría ciudadana, sino aumentar más sus beneficios. Y, ya de paso, que las clases trabajadoras regresen al primer tercio del siglo XX que es donde deben estar según ellos. Sin derechos.

*Periodista y escritor

 

 

 

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