La Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por su sigla en inglés) fue creada en 1961 con la intención de ampliar el “Plan Marshal” a los países estratégicos del mundo, canalizando sus políticas para: uno, impedir que las fuerzas comunistas –que se fortalecieron al derrotar al fascismo en la Segunda Guerra Mundial– tomasen el poder, y dos, abrir nuevos mercados a las empresas estadunidenses. El vínculo entre la USAID y la Oficina de Seguridad Pública, entonces dirigida por el agente de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) Byron Engle ha ido renovándose año tras año: en 2015 Barack Obama nombró a la directora del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca Gayle Smith como la directora de la Agencia.
Según WikiLeaks, entre 2004 y 2006, la USAID realizó diversas acciones en Venezuela y una donación de 15 millones de dólares a decenas de organizaciones civiles, con el fin de llevar adelante la estrategia del exembajador estadunidense William Brownfield, basada en provocar una fractura en el chavismo y organizar a los sectores descontentos con las reformas del Partido Socialista Unido de Venezuela.
Esta Agencia se encarga de elegir el país adecuado para el proyecto elaborado por la Secretaría de Estado y, obviamente, no siempre es el más necesitado. Luego debe decidir en qué sector se va a implicar, aunque sus preferidos son el de energía, educación, salud, seguridad y agricultura. En este último suele sustituir la producción de cultivos alimentarios por los comerciales. Después, coloca a sus efectivos en los puestos clave para subvertir las economías locales. Las veces que contrata a valiosas personas solidarias nativas es para reducir a quienes deberían militar en los partidos políticos para un cambio fundamental en meros gestores de caridad.
En Irak colonizado, la USAID inyecta la economía neoliberal, impone masivas privatizaciones, incluida una parte de la industria petrolífera, y obliga a la teocracia títere instalada a comprar granos transgénicos de Monsanto. En Perú, la Agencia donó 35 millones de dólares en la década 1990 a la campaña de Alberto Fujimori, cuyas medidas económicas hundieron al país en la miseria. La solución del protegido de USAID no fue reducir la pobreza sino a los pobres: Fujimori esterilizó de forma forzosa a 300 mil mujeres indígenas.
Otro objetivo es debilitar e incluso eliminar las instituciones del país receptor, creando redes y entidades paralelas, promoviendo la desnacionalización de los sectores fundamentales en favor de la gestión de los “emprendedores”. Obviamente, el interés de la burguesía de Estados Unidos no está en la autosuficiencia de otros países, sino todo lo contrario.
También, facilitar a la CIA “plantar sus hombres en las policías de los países estratégicos de todo el mundo“, afirma el excorresponsal de The New York Times, AJ Langguth. De hecho, el presupuesto de USAID en parte es el financiamiento oculto de las agencias de inteligencia de Estados Unidos.
Entre sus funciones está fortalecer el dominio estadunidense sobre las finanzas mundiales. En India, país retén de China para Washington, la USAID en coordinación con el gobierno ultraderechista de Narendra Modi implantó la “digitalización de la economía”, obligando a decenas de millones de personas de las clases más desfavorecidas del país a abandonar el pago en efectivo en favor del digital, dándoles sólo un mes –noviembre de 2016– para entregar sus billetes grandes al banco, cuando la mayoría no tenía cuenta bancaria.
¿Qué consiguió la USAID con esto? Servir a los intereses de las tecnologías de la información, a los proveedores de servicios de pago y a las compañías de tarjetas de crédito MasterCard, Visa y a la Fundación Gates que prometió a cambio donar un generoso cheque a la Organización de las Naciones Unidas; empobrecer a los indios, acabando con los ahorros de muchos pequeños comerciantes y productores, que no consiguieron ingresar su dinero; hacerse con los datos de los usuarios.
Además, al reducir el uso de efectivo a nivel mundial, permite a Estados Unidos fortalece el dólar mediante el predominio de sus empresas sobre las finanzas internacionales.
Asimismo, vigilar el negocio global: Washington así puede sancionar, por ejemplo, a las compañías que trabajan con Irán, como la china Huawei.
La USAID capacita las fuerzas de represión de un Estado, preparándolas para desmantelar la resistencia de la población. El hombre de esta Agencia en Uruguay, Dan Mitrione, daba cursos en la década de 1970 sobre el “complejo arte del interrogatorio” y de cómo habría que torturar a los detenidos, utilizando “en directo” a hombres y mujeres sin techos como cobayas humanas.
La USAID, junto con Green Berets (Boinas Verdes) y la CIA, está implicada en la tortura, matanza y desaparición de miles de hombres y mujeres progresistas guatemaltecos, al entrenar para esta misión a cerca de 30 mil policías y grupos paramilitares. En Brasil, la Oficina de Iniciativas de Transición, una contratista de la USAID dedicada a desestabilizar los gobiernos no aliados, operó del mismo modo. Una de sus víctimas fue Dilma Rousseff, detenida y torturada por ser una estudiante marxista.
Esta Agencia crea miles de puestos de trabajo para las organizaciones no gubernamentales estadunidenses y las dota de enormes fondos públicos y privados al servicio de los intereses de donantes, como Rockefeller, Soros, Gates, Ford y Omidyar, mientras abre los mercados a las corporaciones de Estados Unidos.
La propia USAID afirma devolver a su país cerca del 80 por ciento del dinero invertido en esta organización. Una vez que Bus y sus aliados convirtieron a Irak en escombro a golpe de mentiras en 2003, uno de los contratistas de la USAID, Creative Creative Associates International, Inc, se adjudicó un contrato por 157 millones de dólares destinados a comprar pizarras y tiza para los colegios previamente destruidos por los misiles estadunidenses.
Otro, International Relief and Development, recibió 2.4 mil millones de dólares con los mismos fines, y lo mismo ha pasado con Halliburton y Bechtel, otros tantos.
En Afganistán, el principal receptor de las ayudas de Estados Unidos, y donde aterrizaron cientos de organizaciones occidentales “expertas en género” para “salvar a las mujeres”, la USAID destinó 216 millones de dólares en 2018 para empoderar a 75 mil mujeres: según el Inspector General Especial para la Reconstrucción de Afganistán, sólo empelaron a unas 50 y el dinero de los contribuyentes se esfumó. Pasó algo parecido a otros 89.7 millones de dólares. Arnold Fields, su director, fue forzado a dimitir por el Congreso.
La “democratización de Afganistán” dirigida por Bush-Cheney y 300 mil soldados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte y decenas de miles de “yihadistas” del Pentágono, además de acabar con la vida de cerca de 1 millón de afganos y provocar la huida de millones de familias de sus hogares, ha significado borrar la memoria histórica de esta nación desde los libros de texto: pocos recuerdan que la República Democrático de Afganistán (1978-1992), dirigida por los comunistas, eliminó la usura, el cultivo del opio, legalizó los sindicatos, estableció una ley de salario mínimo, el convenio colectivo, la igualdad entre el hombre y la mujer, que permitió que por primera vez el 40 por ciento de los médicos fueran mujeres, así como el 60 por ciento del profesorado de la Universidad de Kabul. Se declaró gratuita y universal la educación, al igual que la sanidad, duplicando además las camas en los hospitales.
Según la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán (UNAMA), el número de civiles muertos o heridos en los ataques de la OTAN en 2017 aumentó un 50 por ciento respecto a 2016, de los cuales dos tercios eran mujeres, niños y niñas. Hoy en las escuelas de la USAID no enseñan los valores de la colectividad, sino el individualismo más perverso de “sálvese quien pueda”.
La USAID también busca socavar la resistencia al imperialismo y a las dictaduras aliadas, en los países en tensión, paliando el hambre de forma puntual y en momentos concretos con una limosna, impidiendo que la población se organice exigiendo la justicia social.
En Egipto, tanto en el periodo del régimen de Mubarak como hoy bajo el despotismo del general al Sisi, Washington obliga a El Cairo comprarle armas cuando miles de personas viven en los cementerios, y luego envía a la USAID para repartir pan en los barrios que se levantaron durante la secuestrada “Primavera” de 2011, socavando la resistencia. Ha hecho lo mismo en Haití: en los barrios donde los trabajadores habían organizado “ollas públicas” para demandar justicia, reparte míseras bolsas de comida, forjando lealtades: “todos besarían las manos que les dan de comer”, ha pensado.
Además, provoca protestas populares contra los gobiernos que repudia bajo la bandera de la “promoción de la democracia”. La USAID ha sido expulsada de Rusia, de los países del ALBA (Bolivia, Cuba, Ecuador, Dominica, Nicaragua y Venezuela) y de Burkina Faso. Aquí, el presidente de Thomas Sankara, el Che Guevara de Burkina Faso, fue derrocado por un golpe de Estado patrocinado por Francia, y asesinado en 1987 en castigo por sus grandes medidas dirigidas a la autosuficiencia de la nación. Libia, uno de los países más desarrollados de África, hoy es el mejor ejemplo de esta clase de “liberación”.
Crear sus propios medios de comunicación aparentemente despolitizados (deportivos, musicales, etcétera) es otra de sus funciones, pues a través de éstos envía mensajes subliminales a beneficio de la economía de mercado, del consumismo, la insolidaridad. La USAID, a través de la OTI, introdujo en Cuba en 2010 un sistema de mensajería similar a Twitter llamado ZunZuneo. Mientras recopilaba los datos personales de cientos de miles de usuarios a través de sus móviles, pretendía organizar disidencias en la red y también en las calles. Creative Associates International, otra de los contratistas de esta Agencia, patrocinó algunos raperos para atrapar a los jóvenes.
Finalmente la USAID busca recibir más subvención por mayor destrucción a causa de la guerra: en marzo de 2017, Estados Unidos bombardeó “por error” un edificio en Mosul matando a 105 iraquíes civiles: 2 días antes, la USAID había presentado su solicitud de presupuesto para la reconstrucción de Irak: ¿mercaderes de “guerra-construcción”? ¿Bomberos pirómanos? ¡Todo parecido a la escena de la película Niño en la que Charlot propone a su hijo romper los cristales del vecindario para lucrarse instalando vidrios nuevos es pura coincidencia!
Si la guerra y la pobreza no fueran tan rentables estarían prohibidas por la ley.
Nazanín Armanian Telesur/publico.es
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