Penang, Malasia. Este será un año como ningún otro. En todo el mundo habrá un choque atronador de políticas, economías y políticos. Con sus puntos de vista extremos y su estilo arrollador, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, podría trastornar, y revolucionar, su país y el planeta.
Trump pondrá a Rex Tillerson, director ejecutivo de la compañía petrolera Exxon, como secretario de Estado; a banqueros de inversión, en cargos claves de finanzas; a escépticos del clima y antiecologistas, en organismos ambientales y de energía; y a Steve Bannon, un magnate de los medios de comunicación de extrema derecha, como su estratega principal.
Las relaciones entre Estados Unidos y China, las más importantes para la estabilidad internacional, podrían pasar de la coexistencia de las dos grandes potencias, con una cuidadosa combinación de competencia y cooperación, a la crisis absoluta.
Trump, mediante una llamada telefónica al presidente de Taiwán, Tsai Ing-wen, y con sus comentarios posteriores, señaló que podría retirar la consolidada adhesión de Washington a la política de “una sola China” y, en cambio, utilizar a Taiwán como herramienta para negociar las políticas económicas con Pekín. Para el gobierno chino esta actitud es una provocación extrema.
El presidente electo también designó como director del nuevo Consejo Nacional de Comercio a Peter Navarro, un economista conocido por sus libros que demonizan a China, incluido Death by China: confronting the dragon” (Muerte por China: confrontando al dragón).
Trump parece decidido a hacer un giro de 180 grados en las políticas de comercio e inversión de Estados Unidos, empezando por abandonar el Acuerdo Transpacífico de Asociación para la Cooperación Económica (TPP, por sigla en inglés) y volver a negociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Otras medidas que se están considerando incluyen un arancel de 45 por ciento sobre los productos chinos, tasas e impuestos adicionales a las empresas estadunidenses instaladas en el extranjero, e incluso un arancel de 10 por ciento sobre todas las importaciones.
De esta manera, en 2017 se reforzará el proteccionismo de Estados Unidos, lo que es una mala noticia para los países en desarrollo cuyas economías crecieron gracias a las exportaciones y las inversiones internacionales.
Europa también tendrá sus propios problemas regionales este año. Seguirán las repercusiones del shock del Brexit –la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, decidida por un referéndum en 2016– y varios países europeos tendrán elecciones generales en las que partidos nacionalistas y xenófobos desafiarán sus valores tradicionales.
A medida que las sociedades occidentales se encierren en sí mismas, los países en desarrollo deberán revisar sus estrategias de desarrollo y depender más de la demanda y las inversiones nacionales y regionales.
Con el deterioro de las relaciones económicas Norte-Sur, éste también debería ser el momento para ampliar la cooperación Sur-Sur, estimulada tanto por la necesidad como por principios.
Éste puede ser el año en que China –rica en recursos naturales, con su enorme iniciativa de expansión “Cinturón y camino” y su inmensa capacidad de financiamiento– llene el vacío económico generado por el proteccionismo occidental.
Pero esto puede no ser suficiente para evitar un shock financiero en muchos países en desarrollo, que ahora comienzan a sufrir una salida de capitales hacia Estados Unidos, atraídos por la perspectiva de tasas de interés más altas y un mayor crecimiento económico.
Varias economías emergentes, que en conjunto recibieron cientos de miles de millones de dólares en los últimos años, ahora son vulnerables a la fase de contracción del ciclo de auge y caída de los flujos de capital. Algunos de estos países abrieron sus mercados de capitales a fondos extranjeros que ahora poseen grandes cantidades de bonos estatales en moneda nacional.
A medida que la situación cambie se prevé que los inversores extranjeros vendan y retiren una parte considerable de los bonos y acciones que compraron, y esta nueva vulnerabilidad se suma a la deuda externa tradicional contraída por los países en desarrollo en divisas.
Algunos países se verán afectados por una terrible combinación de salida de capitales, reducción de las ganancias de exportación, depreciación de la moneda y un aumento de la carga del servicio de la deuda causada por la subida de las tasas de interés en Estados Unidos.
Con la depreciación de la moneda local, las empresas de los países afectados tendrán que pagar más por el servicio de los préstamos contratados en divisas y la importación de maquinaria y piezas, mientras que los consumidores sufrirán un rápido aumento de los precios de las importaciones.
En lo positivo, la depreciación de la moneda hará que los exportadores sean más competitivos y tornará más atractivo al turismo, pero para muchos países eso no bastará para compensar los efectos negativos.
Así, 2017 no será amable con la economía, los negocios y los bolsillos de los ciudadanos de a pie. Podría incluso desencadenar una nueva crisis financiera mundial.
El año anterior terminó con bendiciones mixtas para los palestinos. Por un lado, ganaron una victoria significativa cuando el presidente saliente de Estados Unidos, Barack Obama, permitió la adopción de una resolución del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas –que condena los asentamientos de Israel en los territorios palestinos ocupados– al no ejercer su facultad de veto.
La resolución alentará medidas internacionales contra la expansión de los asentamientos que se han convertido en un gran obstáculo para las negociaciones de paz.
Por otro lado, el gobierno israelí, que reaccionó con planes para instalar más asentamientos, encontrará en Trump a un líder mucho más comprensivo. El próximo presidente estadunidense nombró a un defensor acérrimo de los intereses israelíes, que elogió la extensión de los asentamientos, como el nuevo embajador de Washington ante Israel.
Trump también indicó que anulará el acuerdo de energía nuclear con Irán, por lo que se avecinan tiempos aún más complicados para Oriente Medio en 2017.
Este nuevo año también será un punto de inflexión para los esfuerzos contra el cambio climático. Los avances logrados con dificultad en los últimos años encontrarán un obstáculo en Estados Unidos si el nuevo presidente desmantela las políticas y acciones iniciadas por Obama.
El Acuerdo de París, adoptado en diciembre de 2015 y que entró en vigor en un tiempo récord en octubre de 2016 como prueba de la preocupación internacional por el cambio climático, podría enfrentar una prueba importante e incluso un desafío existencial en 2017 si Trump cumple su promesa electoral y retira la adhesión de Estados Unidos.
Pero Trump y su equipo enfrentarán resistencia dentro del país, incluso de gobiernos estatales y municipios que tienen sus propios planes climáticos, y de otros países decididos a continuar la tarea, aun sin Estados Unidos.
De hecho, si 2017 ha de traer grandes cambios iniciados por la nueva administración en Washington también generará muchas reacciones contrarias, para llenar el vacío que dejará en el mundo la retirada de Estados Unidos o para contrarrestar sus nuevas medidas inquietantes.
Muchas personas en todo el mundo –políticos, autoridades y grupos de ciudadanos– ya se están preparando para generar respuestas y medidas. (Traducido por Álvaro Queiruga)
Martin Khor*/IPS
*Director ejecutivo del South Centre, organización no gubernamental de países en desarrollo con sede en Ginebra
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