Damasco, Siria. Estados Unidos y la coalición internacional que lidera apostaron por los grupos terroristas contra Siria y exacerbaron las contradicciones de base confesional.
También alentaron a sus aliados en la región del Oriente Medio y Europa Occidental, a un respaldo financiero práctico, la intensificación del bloqueo económico y campañas mediáticas sin precedentes.
Luego de 8 años de guerra impuesta, esas opciones no resultaron todo lo deseado y pensado desde mucho antes, como expresara el abogado Robert Kennedy, sobrino del asesinado expresidente de Estados Unidos, John Kennedy, en un extenso artículo publicado en el sitio www.politico.eu hace más de 5 años.
Sin apelaciones a las muy citadas teorías conspirativas, Kennedy cita a WikiLeaks y sus documentos revelados al respecto, y apunta que “en 2009, poco después que el presidente sirio Bashar Al Assad rechazara un oleoducto propuesto por Qatar a instancias de Washington, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) comenzó a financiar a los grupos oposicionistas en Siria”.
En el artículo va más allá y apunta que en la guerra impuesta “no es coincidencia que las regiones de Siria ocupadas –en principio por el Estado Islámico (Daesh) y ahora por las llamadas Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) respaldadas por Estados Unidos– abarquen exactamente la ruta propuesta para ese ducto”.
Esa presunta guerra contra el terrorismo es realmente por el petróleo, el gas y los recursos naturales, como demuestra un estudio del Pentágono solicitado a la Fundación Rand en 2008.
Porque “el control de los yacimientos de petróleo y gas seguirán siendo para Estados Unidos, una prioridad estratégica” y para sostenerla el análisis recomienda acciones encubiertas, operaciones de desinformación no convencional y las continuas tácticas de divide y vencerás.
A tales revelaciones proporcionadas por WikiLeaks, se sumaron las de la Red Voltaire e incluso de medios occidentales y aunque se quiera desde Washington, Londres o París, ya no pueden ocultarse o difuminarse entre fake news y manejos tergiversadores en internet o en las redes sociales y cualquier otro medio de comunicación.
A esos argumentos de fuentes estadunidenses pueden agregarse los de Imad Fawzi Shueibi, presidente del Centro de Estudios Estratégicos y Documentación en Damasco, quien señala que “la llamada revolución siria es una pantalla mediática que pretende esconder la intervención militar occidental para la conquista del gas y el petróleo”.
La realidad demuestra que destruir a Siria como Estado y aprovechar su posición geográfica de puerta que abre caminos desde Asia hacia Occidente es de manera innegable una disputa por el control, exploración y subsecuente explotación de las vastas reservas de gas, y en el Mediterráneo oriental y en 31 áreas que abarcan las costas de Chipre, Egipto, Turquía, Israel, El Líbano y de esta nación del Levante.
En ese sentido, dos asociados de Estados Unidos, Israel y Turquía –ésta con algunas divergencias con Washington– ya iniciaron la prospección de algunas de las áreas mencionadas y se adelantaron a Egipto, Chipre, Grecia, Jordania, Palestina e Italia, cuyos gobiernos crearon a principios de 2019 un denominado foro gasístico con sede en El Cairo.
El actual siglo, definido como el del gas, acrecienta su importancia e implica que entre 2017 y 2022 las necesidades mundiales de este energético limpio, como se define, deben llegar a sobrepasar una inversión global superior a los 289 mil millones de dólares, 50 por ciento más que en los 5 años anteriores, de acuerdo con análisis de expertos de la consultora especializada Douglas Westwood.
Por otro lado, datos de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad) indican que en el Oriente Medio se concentra el 40 por ciento del total mundial de las reservas de gas, sobre todo en las costas marítimas de las naciones antes mencionadas, además de poseer siete de los 10 más importantes yacimientos de petróleo con la consabida interacción entre los dos energéticos.
En el interior de Estados Unidos, ejerce notable presión en el tema el Comité de Asuntos Públicos Americano Israelí (Aipac), uno de los mayores generadores de cabildeos políticos entre cuyos asesores están Henry Kissinger, Robert McFarland, Condoleezza Rice, exaltos funcionarios del gobierno norteamericano que ejecutan sin escatimar esfuerzos los respaldos en asistencia militar y económica al régimen sionista de Tel Aviv.
Ante esas condiciones objetivas, la guerra por el petróleo y el gas implica actualmente a naciones de la región, de Europa Occidental y Estados Unidos con un papel relevante e influyente de ExxonMobil, Chevron, ConocoPhillips, estadounidenses, British Petroleum, Reino Unido, Royal Dutch, anglo-holandesa y Total, de Francia, seis de las mayores transnacionales del sector a nivel mundial.
Siria, con modestas producciones de petróleo, tiene en la actualidad las reservas más importantes de gas en la región pero sufre el acoso y las limitaciones tecnológicas en la mayor parte de los cerca de 50 yacimientos de petróleo y gas en las provincias de Hasaka, Homs, Raqqa y Deir Ezzor, donde el campo de Al Furat, bajo control de las FDS apoyadas por Estados Unidos, es de alta calidad y bajo contenido de azufre, elementos ideales para un proceso de refinación poco costoso.
Aún sometida a una guerra impuesta devastadora y un bloqueo económico de enorme magnitud, por Siria transcurren dos oleoductos y un gasoducto, entre ellos el A-15, de 890 kilómetros de longitud y desde la localidad iraquí de Hadifhah hasta el puerto sirio de Banias, donde se ubica una de las dos refinerías del país, pero sometido a riesgos de ataques terroristas y las limitaciones técnicas de tropas estadounidenses ilegalmente establecidas en el nororiente, junto a la frontera con Irak.
De otro lado y ante la situación de guerra en esa región, el gobierno de Damasco no ha podido concretar proyectos de desarrollo con Rusia, particularmente el acordado en el Foro de Yalta en 2013 para la primera explotación offshore en el Mediterráneo Oriental, frente a la costa del puerto de Tartus, bajo arrendamiento de Moscú y en rehabilitación para su ampliación.
Asimismo, cerca de la costa siria, con algo más de 300 kilómetros de extensión, están ubicados de acuerdo con estudios realizados, tres importantes yacimientos de gas, ligados de una u otra forma con 10 cercanos a la de Chipre, dos en El Líbano, tres en Israel y 13 compartidos entre Egipto, y Gaza y Cisjordania, territorios palestinos.
La complejidad de la situación resulta difícil de resolver pero no imposible de conciliar con la realidad si prima la sensatez, a pesar de que esta es una época en que solamente se atiende a la razón –si es posible llamarla así– de la pólvora y la sangre.
Pedro García Hernández/Prensa Latina
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