París. Francia conmemorará los 50 años del Mayo del 68, un movimiento de protesta que trastocó la vida nacional, y el país recibe el aniversario envuelto nuevamente en fuertes convulsiones sociales.
Los veteranos de aquellos días, no sin cierta dosis de nostalgia, afirman que aunque la situación actual es tensa, no alcanza los niveles de movilización e indignación ciudadanas que sacudieron la Francia de 1968, en una huelga recordada como la mayor de la historia nacional.
En esos días las universidades se bloquearon, las fábricas detuvieron la producción, y millones de estudiantes, obreros, sindicalistas y militantes salieron a las calles para reclamar un país diferente, un mundo mejor sin guerras como la de Vietnam, que por entonces mantenía en vilo a la comunidad internacional.
Aquella fue la generación de los sueños, de la lucha anti-capitalista y por la justicia social, los que levantaron los adoquines buscando arena de playa, y algunos todavía hoy guardan como reliquias esos empiedres porque, a pesar de las decepciones, siguen confiando en un mañana diferente.
Muchos de aquellos jóvenes son hoy jubilados que salen a las calles, otra vez, para protestar por las medidas de tendencia neoliberal del gobierno de Emmanuel Macron, quien casi cada semana anuncia una nueva y polémica reforma que genera de inmediato la reacción social.
Como ocurrió en el 68, las facultades de todo el país vuelven a amanecer bloqueadas y en la periferia de París, la universidad de Nanterre se revela nuevamente como uno de los epicentros de la acción.
“Todo comenzó desde el fin del año pasado. Los guardianes de prisión, el personal de Air France, los estudiantes ya estaban haciendo huelgas. En mi opinión, esto va a durar hasta el verano”, vaticinó el profesor de historia política Stéphane Sirot, en referencia a la primavera actual marcada por movilizaciones en diversos sectores.
De acuerdo con el especialista, “las condiciones están hoy reunidas para que haya una multiplicación de las manifestaciones. Luego, saber si eso puede engendrar lo que los sindicatos llaman una convergencia de luchas, eso es otra cosa”.
Ello significa, según Sirot, que el movimiento no apunta a alcanzar la gravedad del 68, pues las circunstancias son diferentes: en esta ocasión falta un fuerte debate político a nivel de sociedad, y tampoco hay un liderazgo capaz de conducir las diferentes movilizaciones en una misma dirección.
El profesor indicó que “la hipótesis más razonable hoy, más que una convergencia, es más bien la superposición, la sucesión de luchas”.
No obstante, el 19 de abril la Confederación General del Trabajo convocó a una manifestación nacional inter-profesional, dirigida precisamente a impulsar la convergencia de luchas.
Decenas de miles de franceses salieron a las calles en 130 ciudades y pueblos del país bajo un lema: “Para detener la regresión social: todas y todos a la acción”.
Primavera de huelgas
Más allá de las inevitables comparaciones con el Mayo del 68, lo cierto es que la primavera de 2018 llegó para Francia cargada de huelgas y la situación se agrava en cada uno de los frentes.
Los trabajadores ferroviarios están a punto de cumplir un mes de huelgas y recientemente anunciaron la decisión de romper las concertaciones con el Ministerio de Transporte, tras lamentar la nula disposición de las autoridades para escuchar sus reclamos y negociar.
Este grupo social protesta contra una reforma de la Sociedad Nacional de Ferrocarriles que, según los detractores, abrirá el camino a una futura privatización de la compañía, la cual hasta ahora fue un modelo del servicio público.
A esta manifestación se acaban de unir los empleados del sector energético con acciones como cortar la electricidad en algunas líneas de trenes para perturbar aún más el tráfico.
El principal sindicato del sector de la energía, CGT-Mines-Energie, lamentó que en los últimos años el precio de la electricidad aumentó 25 por ciento, mientras el acceso a este servicio debería ser un derecho para todos los ciudadanos.
En paralelo, los empleados de Air France se declararon dispuestos a mantener y acentuar los paros iniciados en febrero en demanda de un aumento salarial, negado por la dirección de la compañía.
Los pilotos, el personal de cabina y los trabajadores de tierra reclaman un incremento de las remuneraciones en 6 por ciento, lo cual consideran justo teniendo en cuenta que desde 2011 los salarios están congelados a causa de la crisis.
Otra reforma gubernamental que genera un férreo rechazo es el recorte de presupuesto y de personal para el sector público, ante lo cual reaccionan indignados los médicos, maestros, funcionarios y demás empleados.
El descontento es particularmente intenso en el personal hospitalario, que en las últimas semanas ha lamentado la escasez de medios y la precarización de las condiciones de trabajo.
Por su parte, los estudiantes realizan desde hace varias semanas una huelga en contra de la reforma del acceso a la educación superior: numerosas universidades y facultades se mantienen bloqueadas mientras los jóvenes denuncian que los cambios implicarán una entrada selectiva y elitista que afectará a los alumnos de las clases más populares.
El movimiento llegó incluso al Instituto de Estudios Políticos de París (Science Po), uno de los más prestigiosos y elitistas centros universitarios de Francia, donde los estudiantes colgaron pancartas con frases como: “fin a la dictadura macronista” y “Macron, tu universidad está bloqueada”.
De su lado, los jubilados mantienen otro frente de protestas en oposición al alza del impuesto conocido como Contribución Social Generalizada, que significará una importante pérdida para los pensionistas.
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