Javier Valdez Cárdenas es un bato sinaloense que, para más señas, es reportero. Más aún, es de los que revisan constantemente la brújula que debería regir el trabajo de todo periodista: compromiso con la sociedad, la verdad y la independencia. Y al ir dando tumbos, en la brega, brújula en mano, se encontró a la intemperie, solo y vulnerable.
Reportear –de a de veras– es complicado en cualquier lugar del mundo, hasta en Suecia (que le pregunten a Mikael Blomkvist, el personaje creado por el periodista y escritor Stieg Larsson para su trilogía Millennium); pero en Sinaloa y en este México de nuestros días, donde la violencia ha dejado más muertos que países en guerra formalmente declarada como Irak y Afganistán, es más difícil. Por difícil se quiere decir: peligroso para la vida del reportero y sus seres queridos, su estabilidad económica y su trayectoria profesional.
Con todo, Valdez Cárdenas ha reporteado a sus propios colegas y, con lo que encontró, escribió un libro: Narcoperiodismo. La prensa en medio del crimen y la delincuencia. Quienes devoren las 270 páginas (la lectura avanza veloz) no encontrarán los nombres de los dueños de los medios que lavan dinero, los que trabajan con el narcotráfico ni los que sucumben ante las amenazas o lisonjas de los traficantes de droga y se convierten en una extensión más de su poder asesino y corruptor. Pero el libro no decepciona, por el contrario, abre varias líneas de investigación para un trabajo que sólo podría realizarse con más investigadores, tanto periodistas como académicos.
El libro recoge las elocuentes historias (y lastimosamente cotidianas) de los reporteros asesinados, o que son obligados al exilio, abandonar su trabajo o a perder toda dignidad. Hay quienes se vuelven cínicos y, por lo tanto, para el oficio están muertos (salud, Kapu?ci?ski).
A través de las historias contenidas en el libro se da cuenta de la indefensión y la vulnerabilidad de quienes buscan ejercer un periodismo con decoro y dignidad. Pero también quedan claras las miserias del periodismo mexicano y de los periodistas de manera general.
Hoy, que como desde hace varias décadas, dueños de medios y sus voceros se autoelogian y se autopremian, el libro es un rechinido para esas orejas que sólo saben de supuestas luchas por la libertad de expresión nunca dadas: el periodismo que se hace en México está enfermo de corrupción y mediocridad.
Ya en la plática, este bato de Javier no deja títere con cabeza. Dice, con acento culichi, que la mayoría de los periodistas mexicanos son, generalmente, proclives a la corrupción o al sometimiento al poder; además, mediocres. Y encima, sobre todo, arrogantes, soberbios. “Creemos que somos chingones en todo y en realidad no nos especializamos en nada. Tenemos una formación deficiente. Hay que empezar por reconocer esta realidad. Pero veo una arrogancia espantosa de los periodistas y en general de los medios”.
Coincidimos en que esta violencia del narcotráfico y los poderosos (formales o de facto) encontró a una prensa incapaz de reportar (ya no digamos investigar) lo que realmente está sucediendo. Y esto no va a cambiar “si no hacemos un diagnóstico serio, real, de lo que somos y de lo que no somos; hay que discutir nuestra cobertura del narco, nuestra relación con el narco, la cobertura electoral, la relación con los grupos de poder, con el gobierno”.
Considera que la arrogancia, la soberbia, de la mayoría de quienes dicen ejercer el periodismo es derivada de la cercanía que tienen con el poder.
Ahora bien, no todo es responsabilidad de los dueños de los medios y de los periodistas. ¿Qué pasa con el resto de la sociedad? ¿Qué pasa con los académicos que se encuentran en el confort de sus institutos, que se refritean sus mismos trabajos para cumplir con los “puntos” que les darán un poco más de ingresos pero que no aportan nada porque teorizan (dizque) desde su cubículo y nunca se asoman a la calle, a las comunidades, a los pueblos, ni palpan lo que sucede en las ciudades? La mediocridad en que se encuentran también los académicos que, además, pretenden pontificar desde sus escritorios ha llevado a decir a la investigadora Rossana Reguillo (de la que dice el libro: “de las pocas académicas en el país que le entran a revisar los temas de narcotráfico, crimen organizado, violencia, cobertura periodística, poder político y papel de las mafias económicas en el mapa nacional”) que se trata de especialistas más que de cubículo, de cubi-culo, porque todo lo hacen sentados.
¿Y la sociedad? ¿Esas mayorías que se dejan embaucar por la basura televisiva y no son capaces de defender los medios que las respetan y tratan de ofrecer periodismo auténtico?
El libro de Javier Valdez abre brecha en el análisis del periodismo que se hace en México. Un análisis que debe ser honesto y descarnado.
Se cumplieron 5 años del asesinato del activista y tesista de la Universidad Nacional Autónoma de México Carlos Sinhué Cuevas Mejía, activista libertario del auditorio “Che Guevara”. Fue atacado mortalmente la noche del 26 de octubre de 2011. Al lugar de los hechos se presentaron policías y militares para corroborar lo que había sucedido, pero los videos y los reportes “se perdieron”. Una madre, Lourdes Mejía, va de puerta en puerta exigiendo justicia… Cumplen 1 mes en huelga de hambre presos anarquistas, libertarios y políticos en cárceles de la Ciudad de México y Oaxaca. Indiferencia de autoridades y medios, solidaridad de colectivos, organizaciones y familias.
Zósimo Camacho
[BLOQUE: OPINIÓN]
[SECCIÓN: ZONA CERO]
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