Fantasmas viejos y nuevos vuelven a acompañar la campaña electoral de Andrés Manuel López Obrador en su tercer intento por llegar a la presidencia de México, esta vez al frente del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y en alianza con otros dos partidos.
El abanderado para los comicios de julio de la coalición Juntos Haremos Historia que integran, además de Morena, los partidos del Trabajo y Encuentro Social, vuelve a ser el más atacado entre sus rivales políticos y, sobre todo, en los medios privados de comunicación.
López Obrador, como se le conoce por sus siglas, va por la casa oficial de Los Pinos frente a José Antonio Meade, exsecretario de Hacienda y la carta del gubernamental Partido Revolucionario Institucional (PRI), en coalición con el Partido Verde Ecologista Mexicano y Alianza Nacional.
También tiene en la contienda a Ricardo Anaya, del Partido Acción Nacional, apoyado por un desdibujado Partido de la Revolución Democrática y Movimiento Ciudadano.
Pero no cabe dudas de que el morenista es el centro de la mayoría de los dardos envenenados que predominan en las campañas electorales mexicanas y que tienen a los principales medios de comunicación privados como cardinales artilleros.
El propio López Obrador afirma ser víctima de una sucia guerra mediática, con laboratorio incluido y participación internacional, a un grado tal que rememora los tiempos calientes de la guerra fría.
A López Obrador se le demoniza y el eventual triunfo es presentado como la antesala del caos económico y financiero en México, a despecho de que su programa de gobierno no entraña grandes cambios para el país, salvo la prometida defensa de los recursos naturales y la batalla contra la corrupción.
No solo tiene Obrador de enemigo a la gran prensa mexicana; también a otros diarios de la prensa internacional.
El rotativo británico Financial Times da por segura su derrota ante el priista Meade sin siquiera ofrecer argumentos de fondo y a despecho de que López Obrador encabeza, a estas alturas, las encuestas electorales.
En el artículo titulado “Pronosticando el mundo en 2018”, firmado por Jude Webber, se afirma que el candidato del partido oficial PRI sólo necesitaría el 30 por ciento de los votos.
Sin embargo, llama la atención que para la fecha de la publicación, a finales de diciembre pasado, el “duro izquierdista”, como le llama Webber, tenía el 31 por ciento de las preferencias y le sacaba 11 puntos de ventaja a Meade y 12 a Anaya en la encuesta de la consultora Parametría.
Pero lo de Financial Times es apenas la punta del iceberg. No es casual que el diario estadounidense The Washington Post afirmara que el presidente ruso, Vladimir Putin, estaría apoyando a la campaña de López Obrador.
En el texto la autora, Frida Ghitis, dice que los comicios pueden ser cerrados, pero que un poco de ayuda del Kremlin, desde las redes sociales, podría marcar la diferencia a favor del de Morena.
“La decisión depende de los mexicanos… Pero ahora tienen que hacerlo con el perturbador conocimiento de que su destino está siendo influenciado no sólo por los políticos de su vecino cercano en el norte, sino también por la proximidad digital de la brigada cibernética rusa”, plantea Ghitis.
“Si López Obrador gana, Putin tendrá una razón más para mostrar una sonrisa de satisfacción propia. Eso es porque López Obrador no sería una buena noticia para Estados Unidos”, añade la articulista, quien de paso anuncia malas noticias para los nexos entre Washington y su vecino del sur.
Ghitis advierte que si gana López Obrador la relación con Estados Unidos se alteraría dramáticamente y afectaría la cooperación en muchas áreas importantes, incluyendo la lucha contra el crimen, la seguridad fronteriza y el comercio.
En paralelo, tanto voceros internacionales como en México también apelan a la “intromisión venezolana” en los comicios, por lo que tampoco es una casualidad de que en muros de Caracas aparecieran carteles dando vivas a López Obrador y firmados por el Partido Socialista Unido de Venezuela.
Ya en los dos comicios presidenciales anteriores se pretendió establecer una relación entre el proceso bolivariano, sus dirigentes y el político mexicano, sobre la base de la campaña permanente de descalificaciones que el tema Venezuela merece en medios locales.
López Obrador acusó al PRI de contratar al publicista venezolano Juan José Rendón para generar una guerra sucia en su contra.
Rendón es bien conocido por sus maquinaciones contra el gobierno venezolano, tanto contra el presidente Hugo Chávez como contra su sucesor, Nicolás Maduro.
Presto salió a la palestra el presidente del PRI, Enrique Ochoa, quien dijo: “en Venezuela aparecen pintas favoreciendo a López Obrador, en un país que es autoritario. No hay manera de ir a pintar bardas en Venezuela y que el gobierno no altere eso y no lleve a cabo acciones, es claro el apoyo y contundente que ese régimen político apoya a López Obrador, quien comulga con sus ideas”.
Ochoa no se quedó ahí; acotó que la victoria de López Obrador en las urnas generaría crisis, desconfianza, endeudamientos, desempleo y una devaluación del peso de más del 10 por ciento.
“Yo no tengo ningún problema de que desaten una guerra sucia, lo he padecido… las bardas en Venezuela, quererme vincular al gobierno de Venezuela, el quererme comparar con el finado Chávez, con Maduro, el quererme comparar con Putin, la injerencia supuesta de Rusia en las elecciones de México, todo eso; que soy mesiánico, que soy populista, todo eso, no es decente pero está permitido”.
La frase es de López Obrador, para quien tales aprestos podrían conducir a promover la violencia en los comicios de julio, cuando además del nuevo presidente se elegirá al pleno de la Cámara de Diputados y el Senado, nueve gobernadores y numerosos cargos municipales.
Agregó que es peligrosa la desesperación que puede estar permeando la cúpula priista, ante lo que ha calificado como descrédito del gobierno de Peña Nieto y poca pegada de la candidatura de Meade.
Entre tanto, la guerra contra López Obrador gana en intensidad y pierde en ética y argumentos, como lo describe el periodista mexicano Jorge Gómez en la publicación digital Polemón:
La estrategia es simple: inventar lo que se pueda para atacar, para “bajar de las encuestas”, para restar puntos. Lo que sea sirve, aunque haya absurdo, aunque haya mentira, falacia e irresponsabilidad, aunque sea todo tan increíble que parezca ridículo. Experimentarán, calarán, cambiarán cuantas veces sea conveniente, intentarán aquí y allá. El objetivo es simple: que Andrés Manuel López Obrador no sea presidente de México.
Orlando Oramas León/Prensa Latina
Contralínea 576 / del 05 al 10 de Febrero 2018
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