Desde las 15 horas o antes, se sabe lo que va ocurrir en las elecciones de ese día. Yo lo viví en 2000 gracias a un amigo corresponsal extranjero. Me anunció, sin duda, que ganaba Vicente Fox. Se lo hice saber a perredistas y priistas y no me creyeron. Esperaban unos un milagro y otros, el voto verde para revertir los pronósticos. Se quedaron estupefactos al saber que no hay sorpresas.
Viene a cuento porque Felipe Calderón tenía noticias claras de la debacle que sufriría su persona y su partido, no la doctrina albiazul, pues esa nunca se ha puesto en acción en estos tres años. En lugar del bien común, se ha predicado con el lema “todos los de enfrente son enemigos”, como bien lo experimentaron Leonel Godoy y Beatriz Paredes.
No obstante las predicciones, en Los Pinos no se imaginaban la vapuleada que les dieron. Ganándoles bastiones panistas: Querétaro, el corredor azul en el Estado de México, Guadalajara, Mérida y hasta en Guanajuato, estado que, desde Carlos Medina Plascencia y preponderantemente Vicente Fox, ondeaba la bandera del Partido Acción Nacional (PAN).
Por lo tanto, Felipe pasó de la campaña a su figura –típico del autoritarismo exacerbado– a una propuesta con el fin de que todos colaboren para sacar a México adelante y, ahora sí, llegar a las metas que son indispensables para evitar caer al precipicio, ya que nos encontramos cerca del borde.
Dicen algunos productores televisivos que el mensaje de Calderón tuvo más de 20 interrupciones para grabarse, pues no había una continuidad en las palabras, los yerros eran frecuentes y las trabas, diversas. Además, Felipe estaba maquilladísimo. Muestras de que algo está mal, muy mal en él.
Pero lo más importante es que el hombre de Los Pinos, antes y después de proponer un acuerdo nacional, reiteró que las acciones llevadas a cabo en estos tres años son buenas, únicamente se deben ahondar con reformas: impositivas, laborales, financieras, energéticas, etcétera.
Resulta que la presencia y el mensaje son erróneos.
Al primer caso ya nos referimos; en el segundo, no se puede decir que “todo va bien” a un Partido Revolucionario Institucional (PRI) que tiene las herramientas para legislar el presupuesto. Sobre todo porque éste ha insistido que el rumbo seguido en muchos terrenos es incorrecto.
Beatriz Paredes ha señalado que están trabajando ¡ya! una agenda para hacer algunos cambios que el país necesita.
Quizá como una prueba de que está dispuesto a nuevos acuerdos con el PRI, Felipe entregó en bandeja de plata la cabeza de Germán Martínez. Éste, como fiel seguidor del poderoso, se echó la culpa de las derrotas y su campaña ofensiva. El desenlace en el PAN abrió una división mayor, tan grave que incluso la mayoría de los gobernadores blanquiazules fueron a apapachar al todavía jefe formal de su agrupación. Y Vicente Fox atacó al derrotado Chapel (chaparrito, pelón y de lentes, descripción del hoy feliz Manuel Espino) por no acercarse a la gente. ¿Cómo hacerlo con un Estado Mayor que asfixia el mínimo contacto?
En el tricolor nadie creyó tan mal estratagema. Sabían que Germán era un simple títere de Calderón, no hablaba con voz propia, sino que reproducía las amenazas de su jefe. Por lo tanto, más veteranos en estas guerras de posiciones, los del antiguo partidazo exigen cambios, de inmediato, en el gabinete. Por lo que varios de los que estaban en guerra contra los grandes jefes priistas tiemblan.
Javier Lozano Alarcón no sabe qué hacer. Juan Molinar Horcasitas y Daniel Karam ven rodar sus cabezas debido a que fueron los artífices del ataque contra Eduardo Bours y la tragedia de la guardería ABC. Ernesto Cordero, perdido como siempre, no se inmuta; y Gerardo Ruiz flota y se esconde.
Dos que no ven tormentas en el cielo son Agustín Carstens y Jesús Reyes Heroles. Ellos, no se olvide, vienen del sistema, forman parte del priismo ancestral, el cual nunca se ha ido, especialmente en los asuntos económicos y hacendarios. Gran herencia de la que salieron también Francisco Gil, Guillermo Ortiz, Ángel Gurría y muchos otros.
La concertación a fin de cuentas se dará, pero no como espera Felipe, más bien en los términos y maneras que proponga el PRI y sus aliados fácticos: banqueros, televisoras, empresarios y otros; pero cuidando no hacer enojar más a la gente que sufre desempleo, inseguridad, agobios en los pagos y una enorme lista de penurias.
La izquierda, por cierto, quedó en la lona y dividida: “Saludos, comandante Jesús Ortega”. Entre los jóvenes de 18 a 25 años, únicamente el 15 por ciento lo hizo por el Partido de la Revolución Democrática; en tanto, el PRI captó el 34 por ciento de los sufragios de ese núcleo. Mientras que de los más pobres, el 17 por ciento acudió a las urnas para cruzar las siglas aurinegras. Si ello no es un fracaso en toda la línea, no sabemos qué esperan los Chuchos. ¿O tal vez creen en la resurrección de su viejo maestro Rafael Aguilar Talamantes?